La Espa?a descabezada
Uno de los libros m¨¢s conocidos de Ortega, La Espa?a invertebrada, cumplir¨¢ muy pronto 75 a?os. Pero el presente escrito no pretende exactamente glosar ni evocar el certero y, a la vez, discutible diagn¨®stico que Ortega hizo de la Espa?a de su tiempo; se trata de mostrar una diferencia sustancial con respecto a la Espa?a de 1921 que inexplicablemente ha pasado inadvertida para los m¨¢s ilustres analistas de la opini¨®n publicada.Ten¨ªa raz¨®n Ortega al afirmar que la Espa?a de 1921 estaba invertebrada. Hoy, a diferencia de entonces, est¨¢ descerebrada o, si se prefiere, descabezada. En 1921, la literatura, el arte y la ciencia hab¨ªan alcanzado en nuestro pa¨ªs unos niveles de calidad y de prestigio que en la actualidad est¨¢n muy lejos de igualarse. Era un tiempo de "masa encef¨¢lica" y/o de "generalato de la mollera", como se dijo pocos a?os despu¨¦s. Mientras el pa¨ªs contaba con un cultivo del arte y de la ciencia admirado en Europa, la sociedad se encontraba a a?os luz en cultura, en progreso social y en tolerancia de aquella Europa con la que so?aban Ortega y compa?¨ªa. Hoy sucede justamente lo contrario: la sociedad espa?ola en su conjunto ha alcanzado unos niveles de tolerancia y de convivencia democr¨¢tica con los que no pod¨ªan so?ar los hombres m¨¢s prestigiosos de nuestra llamada Edad de Plata. Sin embargo, no existe, para decirlo al orteguiano modo, "una minor¨ªa selecta" que brille en su hacer cient¨ªfico y art¨ªstico a la altura deseada y, sobre todo, que sirva c¨®mo referencia a un pa¨ªs que, de forma preocupante, demanda gu¨ªas o referentes que les sirvan de orientaci¨®n en tiempos tan confusos y convulsos.
Con respecto a la Espa?a de los a?os veinte y primeros treinta hemos salido indudablemente ganando. La sociedad no est¨¢ tan rota ni tan enfrentada. Sin embargo, no contamos con personas del suficiente prestigio, en cualquiera de los campos m¨¢s importantes, que sepan estar a la altura de las circunstancias. Es la nuestra una Espa?a intelectualmente mediocre y humanamente mezquina en sus llamadas clases dirigentes.
Yo dir¨ªa, por seguir con la palabrer¨ªa de Ortega, que "el espa?ol medio" se ha convertido, probablemente sin saberlo, en una especie de Di¨®genes que busca un personaje ¨ªntegro e inteligente en nuestro panorama y, como le ocurr¨ªa al c¨¦lebre provocador, no lo encuentra, entre otras cosas porque no lo hay. Si analizamos la historia de los ¨²ltimos a?os, salta a la vista que hemos asistido, con la activa colaboraci¨®n de los medios a sucesivas consagraciones de ¨ªdolos de barro que han ido fracasando. Hubo un tiempo en que, desprestigiados los pol¨ªticos, la linterna de la ciudadan¨ªa rescat¨® a banqueros de sus catacumbas para que se conviertiesen en referentes obligatorios. El resultado a la vista est¨¢. Lo mismo podr¨ªa decirse de algunos poderosos personajes de los medios de comunicaci¨®n o de destacados miembros del mundo del Derecho en toda su amplitud. Todos esos h¨¦roes fabricados o prefabricados han defraudado, y la ilusi¨®n de encontrar referentes se ha ido desmoronando como si de un castillo de naipes se tratara.
El problema no est¨¢ exclusivamente en no tener a ensayistas de la talla de Unamuno y Ortega, a poetas como Juan Ram¨®n o Garc¨ªa Lorca, a novelistas como Baroja o P¨¦rez de Ayala, o a artistas como Picasso o Dal¨ª. El problema es que, por complicadas razones y causas de tipo hist¨®rico y sociol¨®gico (ah¨ª est¨¢n, por ejemplo, los casposos 40 a?os de sociedad franquista), se ha, perdido la lucidez por parte de unas clases dirigentes que est¨¢n a a?os luz de lo que fueron las principales figuras de las, tres primeras d¨¦cadas de este siglo.La vida p¨²blica est¨¢ regentada, en general, por mediocres y mezquinos, con independencia de su ideolog¨ªa pol¨ªtica. Aqu¨ª se habla de nacionalismo ignorando por completo lo que en su momento debatieron Aza?a y Ortega. Se habla de Europa desconociendo lo que tanto repiti¨® Ortega sobre la unidad del continente. Y as¨ª un largo etc¨¦tera. Y, enti¨¦ndase bien, no se trata de utilizar a nuestros grandes intelectuales al modo escol¨¢stico como argumento de, autoridad. Se trata de algo tan distinto como el rigor. Un trabajo universitario sobre cualquier asunto lo primero que tiene que hacer es conocer lo que se ha dicho y debatido al, respecto a lo largo del tiempo. Y un debate pol¨ªtico, con pretensiones de calar en la sociedad y de aportar algo, no puede hacerse desde la m¨¢s escandalosa ignorancia.Los tiempos ciertamente han cambiado. Y es posible que hoy no tuvieran cabida aquello! venerables "demiurgos" como dir¨ªa un cursi y afectado personaje. Es plausible que, en puridad democr¨¢tica, no sea bueno que exista una especie de cabeza pensante con funciones socialmente sacerdotales. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que no andamos nada sobrados de inteligencia y de lucidez. Y, en el mundo intelectual, los fraudes son tan imperdonables y descorazonadores como en la pol¨ªtica, la econom¨ªa y todo lo que queramos contar.
La sociedad espa?ola ha madurado y se ha vertebrado. Sin embargo, la clase dirigente se ha descabezado y/o descerebrado. No corremos, afortunadamente, peligros de involuciones o de. enfrentamientos civiles, por la' sensatez de una sociedad que est¨¢ por encima de sus clases dirigentes. Pero tenemos la inquietante carencia de no contar con una serie de personajes que, c¨®mo Ortega, tengan "la luz como imperativo". El resplandor de la honradez y los destellos de la inteligencia del ingenio.Vivimos hu¨¦rfanos de inteligencia. La Espa?a de hoy es la Espa?a descabezada. Tenemos cubierta la principal de nuestras necesidades: la de ser un pa¨ªs con ciudadanos responsables y tolerantes. Nos falta cubrir otra, que no es balad¨ª: un pa¨ªs tambi¨¦n necesita estad¨ªsticas, pensadores, literatos, artistas y cient¨ªficos que est¨¦n a la altura de las circunstancias. Porque, si no los hay, los intereses creados fabrican falsos intelectuales cuyos frutos no pueden ser otros que la mediocridad y mezquindad. Son cosas de la vida.
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