Madrid
No saciados con haber aterrado la ciudad con una compacta tropa de chirimbolos, los del Ayuntamiento avanzan. Una de las ideas ahora es un juego de catorce o m¨¢s piedras calc¨¢reas en forma de maceteros y base asf¨¢ltica destinados a entorpecer en las esquinas el aparcamiento de veh¨ªculos, el paso de peatones y la serenidad general. Actualmente, el ensayo se encuentra en la confluencia de las calles de Ayala y Lagasca y su aspecto es coherente con la pesadilla que ha sembrado la basura llamada mobiliario urbano. Debe existir, pues, un temible departamento dispuesto a acabar con toda esperanza de felicidad, y esta mente unitaria o grupal ha debido ser tambi¨¦n la responsable de la nueva fuente de rocalla con espectrales ¨¢ngeles de cabello crespo en la plaza de Chamber¨ª, donde bancos amputados se apegan a octogonales vasijas donde malviven unas plantas y merodea un engendro costumbrista.En general, la evocaci¨®n historicista y cuanto m¨¢s falsa mejor embelesa al equipo del alcalde, que, a su vez, parece personalmente blindado ante la fealdad. De otra forma habr¨ªa mandado hacer algo contra las dos nuevas fuentes -con agua no potable, con asientos no practicables; con estilos de cart¨®n- que se han levantado en el paseo del Prado y una de ellas compitiendo con la Fontana de Apolo. Pero ni al alcalde ni a su equipo parece importarles nada todo esto. A cualquier hora est¨¢n dispuestos a seguir aprobando una camada de animalillos en las esquinas o estatuas de pr¨®ceres funerarios de variopintas escalas -tan temibles como el busto de Don Juan en el Parque de las Naciones- o bien esa clase de estaci¨®n envilecedora en la plaza de Castilla.
Como ciudadano de Madrid le dir¨¦ a ?lvarez del Manzano algo que aunque no entienda mucho le duela algo: jam¨¢s Barcelona consentir¨ªa esta ignominia.
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