La pereza intr¨ªnseca de la materia
Entre hacer y no hace la materia viva tiende a la pereza. Entre hacer y no hacer, mejor no hacer. Hacer no s¨®lo significa gastar una energ¨ªa muy dif¨ªcil de ganar tambi¨¦n supone un alto riesgo de ser v¨ªctima de las necesidades energ¨¦ticas ajenas. Para vivir hay que resolver la pereza inherente a ciertas funciones fundamentales: respirar, comer, beber, procrear, cuidar de uno mismo, cuidar de la prole, aprender... ?C¨®mo se consigue tal cosa? ?Por qu¨¦ he de abandonar mi confortable guarida para salir por ese mundo incierto en busca de comida, bebida, remedios, para la salud, o incluso de una pareja a la que convencer de una vida en com¨²n? ?Por qu¨¦ justamente ahora y no luego?, ?Por qu¨¦ desvivirnos por unos descendientes en lugar de comernoslos, lo cual suena, por partida doble, m¨¢s econ¨®mico? Un truco para que la materia venza su pereza intr¨ªnseca es recurrir al est¨ªmulo: El hambre (acuciante), la sed (monstruosa), el dolor (insoportable), la atracci¨®n sexual (urgente), la pasi¨®n amorosa (obsesiva) o la ternura (turbadora), que transmiten las inocentes cr¨ªas son est¨ªmulos para garantizar otras tantas funciones vitales. Los est¨ªmulos pueden ser burlados, no as¨ª las funciones que protegen. Nadie se muere de hambre, sino de inanici¨®n, es decir, se muere, en todo caso, de falta de hambre. Las especies vivas inapetentes hace ya tiempo que no est¨¢n vivas. Est¨¢ claro: toda gran funci¨®n vital (toda aqu¨¦lla funci¨®n que ayuda a la materia viva a seguir si¨¦ndolo) debe consagrarse por medio de un gran est¨ªmulo.
El conocimiento es quiz¨¢ la ¨²ltima gran funci¨®n de la vida. Entre la primera c¨¦lula procariota y Shakespeare han transcurrido nada menos que, 3.800 millones de a?os. El hambre, por ejemplo, fue en su d¨ªa el est¨ªmulo de grandes progresos metab¨®licos: la fermentaci¨®n, la fotos¨ªntesis, la respiraci¨®n aerobia, la mitocondr¨ªa y la c¨¦lula eucariota,... Pero el conocimiento cient¨ªfico otro ejemplo, s¨®lo existe hace pocos miles de a?os, quiz¨¢ s¨®lo desde hace tres o cuatro siglos. Se trata, sin duda, de una gran funci¨®n vital, ya que gracias a ella el ser humano se considera s¨ª mismo como de lo m¨¢s notable de esta parte de la galaxia.
El conocimento ha pasado con notable alto el examen de la selecci¨®n natural, pero es tan reciente que a¨²n no ha habido tiempo para que se consagre nada que merezca llamarse sed de conocimiento. ?Cielos: una funci¨®n vital que anda suelta por ah¨ª sin su correspondiente est¨ªmulo! El conocimiento ha permitido construir, muy r¨¢pidamente, una sociedad que depende cada d¨ªa con m¨¢s fuerza de la ciencia, pero sus miembros fatigados y faltos de est¨ªmulos, se alejan, tambi¨¦n cada d¨ªa m¨¢s, de los resultados y de los m¨¦todos de la ciencia. ?Una ciudadan¨ªa cient¨ªfica de ciudadanos cient¨ªficos!
La cuesti¨®n alcanza al mism¨ªsimo concepto de democracia: ?c¨®mo pretender participar en el futuro de una comunidad cient¨ªfica sin opini¨®n cient¨ªfica? La convivencia humana se ha esculpido a golpe de conocimiento, una gran funci¨®n vital desprovista a¨²n. de grandes est¨ªmulos. Est¨¢ claro que no podemos esperar a que la evoluci¨®n biol¨®gica nos los seleccione. A lo mejor la historia de la infamia humana es la historia del escamoteo de tal clase de est¨ªmulos. A lo mejor resulta que el conocimiento no es aplazable a nada, ni siquiera a la disponibilidad de energ¨ªa, de alimento... A lo mejor aplazar en este caso incluso es la raz¨®n, justamente, de tales carencias... A lo mejor la pedagog¨ªa es s¨®lo eso: el arte de la creaci¨®n y transmisi¨®n de est¨ªmulos para el conocimiento.
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