Espa?a como Celestina
A los diez a?os de su ingreso en la Europa comunitaria, ?se ha quedado Espa?a sin pol¨ªtica exterior? S¨ª, a Dios gracias, sin la vieja pol¨ªtica exterior. Las dos grandes prioridades extraeuropeas fueron siempre el Mediterr¨¢neo y Am¨¦rica Latina. El Mediterr¨¢neo, gracias a la herencia de la expansi¨®n catalanoaragonesa en los siglos XIII y XIV. El Atl¨¢ntico sur, merced a la conquista y colonizaci¨®n dise?ada por Castilla.Las razones econ¨®micas, que sustantivaban ambas vocaciones cayeron de obsoletas. La mediterr¨¢nea, con la apertura por Portugal de una ruta alternativa de las especias hacia el Lejano Oriente. La atl¨¢ntica, con la quiebra fiscal de los Austrias, primero. Y despu¨¦s, a causa de la prematura descolonizaci¨®n -en relaci¨®n con la efectuada por las potencias hegem¨®nicas sucesoras- y de la incapacidad de imponer un pacto colonial duradero ;a la inglesa, ese monopolio de las relaciones comerciales en descarado beneficio de la metr¨®poli.
La doble apuesta nos leg¨® una complicidad cultural-ling¨¹¨ªstica-hispanoamericana, unas potencialidades pol¨ªticas y econ¨®micas poco utilizadas. Y una triple caricatura: la polvorosa nostalgia almog¨¢var de los catalanes -piedra angular de su historiograf¨ªa rom¨¢ntica-, la irrisoria ret¨®rica franquista de nuestros hermanos ¨¢rabes y el ag¨®nico complejo posimperial quintaesenciado en esa hermafrodita expresi¨®n la madre patria. De todo eso, los espa?oles apenas sacaron un alivio comparativo en el sum¨ªnistro energ¨¦tico durante la crisis del petr¨®leo de 1973. Arrastraron, sobre todo, el imaginario colectivo del hidalgo arruinado, del pa¨ªs otrora creso y luego miserable que pugna por hacer o¨ªdos sordos a su nueva situaci¨®n.
Con el ingreso a la Comunidad, Espa?a encontr¨® su ¨²nico proyecto nacional sensato (neonacionalistas garbanceros, abstenerse), seg¨²n el lema de Ortega, archirrepetido, pese a lo que algunos no se enteran: "Espa?a es el problema, Europa la soluci¨®n", esto es, la democracia, la plurinacionalidad, la modernidad.
Pertenecer a un club de gente seria, aunque a veces resbale, evita caer todos los d¨ªas en el rid¨ªculo.
Y eso es lo que ha ocurrido. Todos reconocen en Bruselas la aportaci¨®n de Espa?a a la mirada al Sur de la Uni¨®n Europea (UE), las dimensiones mediterr¨¢nea y latinoamericana. Comisarios espa?oles y Gobiernos espa?oles han estado -aunque nunca solos- en la vanguardia de estas apuestas, con la m¨¢xima intensidad desde hace un a?o: Manuel Mar¨ªn lanzando el proyecto, Felipe Gonz¨¢lez convenciendo a Helmut Kohl para financiarlo. Puente, gozne o bisagra, s¨ª. Pero, sobre todo, Espa?a est¨¢ siendo en este negocio Celestina: cose desgarros, lanza ocasiones, madura maridajes. Y pone el escenario.
Ahora, Barcelona simboliza que las potencialidades de la pol¨ªtica exterior espa?ola se han incorporado a las de la a¨²n t¨ªmida (Bosnia) pero m¨¢s potente de la UE. Para ello Espa?a tuvo que renunciar al engolamiento. No es l¨ªder. Sus exportaciones a la zona supusieron en 1994 s¨®lo un 6% del total comunitario, precedidas de las alemanas (23%), francesas (22%) e italianas (20%).
La nueva pol¨ªtica euromediterr¨¢nea, esa pretensi¨®n de un espacio articulado para el 2010, s¨®lo ser¨¢ s¨®lida y duradera si sigue siendo patrimonio de los Quince. Si se implica a fondo, adem¨¢s del sur de la UE, el norte. De ¨¦l depende que el librecambio se complete con ayudas estables para la reforma econ¨®mica y con grandes inversiones. Gracias al estrechamiento de las relaciones con Marruecos, la inversi¨®n directa espa?ola en esta ¨¢rea ha pasado del 5% al 11,7% del total. Cifra exigua, si se quiere, pero el Mediterr¨¢neo es ya la tercera regi¨®n -excluida la UE- en importancia, tras Am¨¦rica Latina (44,2%) y los para¨ªsos fiscales (38,3%). M¨¢s all¨¢ de los guarismos, el dilema para los Quince consiste en que "o exportamos estabilidad o importamos inestabilidad" como dice el presidente del Parlamento Europeo, Klaus H?nsch.
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