Un juguete
No es La monter¨ªa un t¨ªtulo excesivamente frecuentado del repertorio zarzuel¨ªstico. Tal vez por ello, el teatro de la calle de Jovellanos lo ha elegido para el homenaje a Jacinto Guerrero en el centenario de su nacimiento, dejando para otra ocasi¨®n zarzuelas m¨¢s familiares del compositor como Los gavilanes o La rosa del azafr¨¢n. El paso del tiempo ha dejado en cualquier caso al descubierto la fragilidad musical y teatral de La monter¨ªa.Se mantienen en la memoria colectiva algunos pasajes como el tango-milonga Hay que ver, pero el inter¨¦s general de la obra es muy relativo. El director teatral Emilio Sagi se ha planteado La monter¨ªa con una mirada puesta en la revista de variedades (la m¨²sica invita a ello en m¨¢s de una ocasi¨®n) y otra en la narrativa a la manera de los cuentos populares.
La monter¨ªa
M¨²sica: Jacinto Guerrero. Libreto:Jos¨¦ Ramos. Con Isabel Monar, Marina Rodr¨ªguez-Cus¨ª, Santos Ari?o y Luis Perezagua. Direcci¨®n musical: Miguel Roa. Direcci¨®n de escena: Emilio Sagi. Escenograf¨ªa: Julio Gal¨¢n. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 25 de noviembre.
Fantasmas esc¨¦nicos
Esc¨¦nicamente, es un juguete. Hay color, contrastes, ritmo, iron¨ªa, ingenuidad, estrellas, caballos de cart¨®n, p¨¢jaros mec¨¢nicos voladores, serenatas a la luz de la luna. La est¨¦tica teatral de Sagi se mueve a sus anchas en este mosaico por el que van desfilando todos sus fantasmas esc¨¦nicos: el manto desplegado componiento la figura en escorzo (como en su Idomeneo), los cruces de piernas (como en La hija del regimiento), los coches de ¨¦poca (como en La del manojo de rosas), la presencia de la luna (como en El gato mont¨¦s).La resoluci¨®n del Hay que ver fue magistral: en la distribuci¨®n del espacio, en el intencionado movimiento y composici¨®n de grupos, en el sentido del humor -m¨¢s tierno y nost¨¢lgico que corrosivo-, en la complicidad con el p¨²blico, al ue se invit¨® a corear aquello de "la ropa que hace un siglo llevaba la mujer" y posteriormente a silbar la pegadiza melod¨ªa. El director de escena se convirti¨® en el gran triunfador de la noche, aunque tambi¨¦n propici¨® alguna t¨ªmida y aislada protesta, acallada ante las aclamaciones.
Musicalmente, Miguel Roa llev¨® a la Sinf¨®nica de Madrid con oficio y estilo. Los cantantes y actores se desenvolvieron con naturalidad y buenas maneras, y solamente el coro estuvo algo m¨¢s p¨¢lido de lo deseable.
El p¨²blico qued¨® satisfecho de la representaci¨®n, aunque m¨¢s de uno se preguntaba a la salida si vale la pena realizar semejantes esfuerzos para una m¨²sica de tan discutible calidad.
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