Clinton, en Espa?a
El presidente Clinton viene a Madrid a relanzar el di¨¢logo euro-atl¨¢ntico, a trav¨¦s de una declaraci¨®n formal que firmar¨¢ junto con el presidente del Gobierno espa?ol, que lo es de la Uni¨®n Europea. La fortuna -la buena fortuna- ha querido que ello coincida con la presidencia espa?ola de este semestre. Por ello fue en Madrid donde el secretario de Estado Christopher lanz¨®, la primavera pasada, el sugestivo proyecto de agenda transatl¨¢ntica, cuya culminaci¨®n tendr¨¢ ma?ana lugar en nuestra capital y su preparaci¨®n ha corrido, en parte, a cargo de la diplomacia espa?ola, en eficaz colaboraci¨®n con la norteamericana, representada en Espa?a por un embajador excepcional: Richard Gardner.Bueno ser¨ªa que, elev¨¢ndonos hacia el inter¨¦s y la pol¨ªtica de Estado, los espa?oles nos felicit¨¢semos en este caso, no s¨®lo de la feliz coincidencia, sino de la labor del Ministerio de Asuntos Exteriores, de su titular Solana y de nuestro Servicio Diplom¨¢tico, que ha coordinado, en una perspectiva atl¨¢ntica, los intereses y las posiciones de los socios comunitarios, hasta llegar a una com¨²n actitud. El inter¨¦s de la nueva relaci¨®n euro-atl¨¢ntica que van a proclamar Clinton y Gonz¨¢lez es evidente. A partir de la II Guerra Mundial, Europa Occidental fue libre y pr¨®spera porque Estados Unidos, econ¨®mica y militarmente, se convirti¨® en la primera potencia europea. Y ello es verdad tambi¨¦n de los aleda?os de Europa, Como el Mediterr¨¢neo. La OTAN fue la m¨¢s eficaz proyecci¨®n institucional de esta relaci¨®n.
Hoy, cuando la cancelaci¨®n de la guerra fr¨ªa ha cambiado la percepci¨®n de las amenazas que gravitan sobre Europa y, a trav¨¦s de ella, sobre toda la cuenca atl¨¢ntica, es necesario refundar la vinculaci¨®n entre uno y otro lado del oc¨¦ano para la promoci¨®n de los mismos valores, aunque las circunstancias, los riesgos y las amenazas puedan ser distintos. Ello s¨®lo es posible dando a tales relaciones nuevos contenidos en campos como la pol¨ªtica, la econom¨ªa y la cultura, capaces de confluir para articular una verdadera Civitas Atlantica.
Desde tal perspectiva, debiera subrayarse la capacidad de liderazgo pol¨ªtico internacional que est¨¢ demostrando el presidente norteamericano. Frente a lo que muchos de sus cr¨ªticos han afirmado, la verdad es que ha abierto nuevas sendas de cooperaci¨®n en la cuenca del Pac¨ªfico, culminado el proceso de paz en el Oriente Medio, resuelto -al menos, en lo posible- el conflicto de Bosnia, y planteado, sobre nuevas bases, la relaci¨®n euro-atl¨¢ntica, espina dorsal del orden mundial. Y todo ello, no se olvide, en un clima nada favorable, marcado por las mayores preocupaciones dom¨¦sticas de la Administraci¨®n dem¨®crata y el neo aislacionismo de la nueva mayor¨ªa republicana. Por eso es del mayor inter¨¦s europeo apoyar tal actitud y no dar pretextos, desde aqu¨ª, a quienes pretenden volver al aislacionismo all¨ª.
Pero, adem¨¢s, la relaci¨®n es especialmente importante para Espa?a, cuya posici¨®n hist¨®rica y geogr¨¢fica la hace id¨®nea a la hora de protagonizar desde Europa esta relaci¨®n. Que hoy seamos un ejemplo puntero en la movilizaci¨®n de fondos privados para financiar los proyectos de cooperaci¨®n educativa y cultural con Estados Unidos es un signo importante de lo que en otros campos Espa?a puede hacer.
Es claro que Europa es el eje principal de la pol¨ªtica exterior espa?ola. Pero no lo es menos que las necesidades espa, ?olas -v. gr. el espacio de inter¨¦s estrat¨¦gico- y sus posibilidades -v. gr. la irradiaci¨®n ling¨¹ista y las relaciones con Iberoam¨¦rica- exceden lo europeo para coincidir con los intereses globales de Estados Unidos. Somos interdependientes con Estados Unidos m¨¢s que ning¨²n otro pa¨ªs europeo, salvo Gran Breta?a. Ello permitir¨ªa construir unas relaciones hispano-norteamericanas verdaderamente especiales. Por eso los espa?oles, sin mengua de nuestro europe¨ªsmo, har¨ªamos bien bogando hacia una comunidad de valores, intereses y posiciones comunes a¨²n m¨¢s amplia: cives atlantici sumus.
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