Los hermanos corsos
La leyenda de los hermanos corsos -que encontr¨® cauce en folletines finiseculares sobre la emigraci¨®n italiana a Am¨¦rica- es el cuento de dos hombres tan id¨¦nticos que son el mismo. Separados por un oc¨¦ano, sienten simult¨¢neamente las mismas alegr¨ªas, sufren los mismos padecimientos. Met¨¢fora absoluta del doble -uno es dos-, el cine sac¨® jugo al mito en clave de tragedia y de comedia. Si el registro tr¨¢gico lo inici¨® Douglas Fairbanks y lo culmina David Cronenberg en Inseparables, el c¨®mico lo inici¨® Preston Sturges en Las tres caras de Eva y lo prolonga Trueba en la divertid¨ªsima Two much.Nada hay m¨¢s dificultoso en el cine que construir una verdadera comedia, y Two much lo es. La primera dificultad est¨¢ en su escritura. Los directores de comedias cuidan el gui¨®n, pues saben que si su armaz¨®n no es matem¨¢tica y lo que la recubre no est¨¢ hilado con seda, el edificio se viene abajo como un castillo de naipes. De ah¨ª su esmero en la hilaz¨®n de situaciones y ocurrencias visuales (o gags) y en el encadenamiento -que ha de ser funcional y parecer improvisado- de los di¨¢logos, donde toda astucia es poca en el juego de r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas.
Two much
Direcci¨®n: Fernando Trueba. Gui¨®n: David y F. Trueba, basado en la novela de Donald E. Westlake. Fotograf¨ªa: J. L. Alcaine. M¨²sica: M. Camilo. Espa?a, 1995. Int¨¦rpretes: Antonio Banderas, Melanie Griffith, Daryl Hannah, Danny Aiello, Joan Cusack, Efi Wallach, Gabino Diego. Madrid: cines Vaguada, Excelsior, Espa?a, Arag¨®n, Palacio de la M¨²sica, Amaya, Benlliure, Acte¨®n, Novedades, Aluche, Ideal, Luna, Alphaville.
Hay mucha astucia y precisi¨®n en el gui¨®n de Two much y por ello hace sonre¨ªr y re¨ªr, divierte y comprime el tiempo, pues se hace corta sin serlo. Pero hay otro ingrediente no menos dificultoso en la comedia: emprender la misi¨®n imposible de hacer cre¨ªble lo incre¨ªble, de dar verosimilitud a lo inveros¨ªmil. Y para alcanzar esto no basta el gui¨®n, sino que hacen falta otras bondades de alto rango: una direcci¨®n de talento transparente y con ritmo y un reparto que clave cada actor en cada personaje, de modo que la conjunci¨®n de todos ellos est¨¦ interrelacionada y no cree disonancias en la orquestaci¨®n de la endiablada relojer¨ªa visual que llamamos comedia.
Uno igual a uno
Apoyado en el magn¨ªfico gui¨®n (s¨®lo le falta un broche como "Nadie es perfecto" para serlo) Trueba logra ser, con un alarde de profesionalidad y c¨¢lculo noble, el director de talento transparente y con sentido del ritmo que Two much requiere. Pero en el centro del reparto (en el que saltan inolvidables brotes de genio c¨®mico en Melanie Griffith, Danny Aiello, Joan Cusack y Efi Wallach) algo chirr¨ªa: la tosca duplicaci¨®n en hermanos corsos de Banderas, deficiencia que conduce a una desarmon¨ªa grave, porque la origina un personaje medular que por contagio mina la verosimilitud de otro personaje medular, Daryl Hannah, lo que hace cojear el equilibrio del equ¨ªvoco triangular.
En anotaciones a pie de pantalla tomadas la segunda vez que vi Two much (tras una primera visi¨®n de las de dejarse arrastrar, receptiva y gozosa, pero insisto: en la que se ve esa desarmon¨ªa) rememoro 12 t¨ªtulos de comedias de Hollywood (y dos brit¨¢nicas) emparentadas con giros y situaciones de Two much. Astucia archileg¨ªtima de los hermanos Trueba y sobre todo del extraordinario director que las visualiza, pues casi todo est¨¢ inventado en este g¨¦nero y el almac¨¦n de sus joyas est¨¢ abierto de par en par a la inteligencia. De estos 14 t¨ªtulos uno est¨¢ en el arranque de este comentario: Las tres caras de Eva, y a?ado otro fuera de g¨¦nero, como contraste: Inseparables, porque el cotejo con ellos expresa en qu¨¦ consiste el chirrido interpretativo de Banderas, que impide a una gran comedia elevarse a comedia magistral.
Preston Sturges amaba la reducci¨®n c¨®mica de la paradoja de los hermanos corsos. La emple¨® con desparpajo en Palm Beach story, y con mesura, en la variante del hermano simulado (la misma de Two much), en Las tres caras de Eva: -B¨¢rbara Stanwyck se finge otra ante Henry Fonda y no s¨®lo le da el pego a ¨¦l, sino tambi¨¦n -y eso es lo que importa- al espectador, que, pese a estar en el ajo del trueque, ve materialmente a otra cuando Stanwyck decide parecerlo. Y es otra porque la actriz eleva la simulaci¨®n a ficci¨®n. Pero Banderas no supera la simulaci¨®n, no la eleva a ficci¨®n, y resta alcance a su notable esfuerzo.
Esto no ser¨ªa grave si los destinatarios de la duplicaci¨®n fueran ¨²nicamente el espectador y alg¨²n personaje lerdo, f¨¢cil de enga?ar, del juego. Pero hay otro destinatario dentro de la pantalla de Two much que complica las cosas. Se trata de Daryl, la hermana lista de la tonta Melanie, que entra al trapo de la incre¨ªble duplicidad de Banderas, lo que echa por tierra su listeza y la hace m¨¢s boba que la boba, por lo que se vulnera as¨ª una invulnerable (pues todo gravita alrededor de ella) convenci¨®n argumental.
?Qu¨¦ ocurre? El actor incurre en sobreabudancia gestual -empleo abusivo de tics, lo que es indicio de inseguridad del actor en su oficio o de exceso de confianza de la estrella en su presencia- y en demasiada dependencia de muletas de travestismo -una camisa, un albornoz, unas gafas de quita y pon, un archirrepetido cambio del pelo atado a la melena suelta- que no logran dar sensaci¨®n de desdoblamiento, ni hacen cre¨ªble el enga?o m¨¢s que referido al personaje lerdo, Melanie, mientras la inteligente Daryl, con su miop¨ªa, destruye la l¨®gica del tri¨¢ngulo.
Meter aqu¨ª el intenso desdoblamiento de Jeremy Irons en Inseparables ser¨ªa injusto, porque la tragedia ofrece m¨¢s agarraderas al int¨¦rprete para elevar la simulaci¨®n a ficci¨®n, m¨¢xime cuando all¨ª la duplicaci¨®n es argumentalmente real: son efectivamente dos hermanos. Pero Banderas debiera haber estudiado la magia con que resuelve su mismo embolado B¨¢rbara Stanwyck y deducir con ella que s¨®lo desde la contenci¨®n -economizando gestos e interpretando de dentro hacia fuera: al rev¨¦s que hace ¨¦l- se puede dar el regalo de hacer creer lo incre¨ªble, de jugar al gozo sin l¨ªmites de la comedia de genio que Two much est¨¢ a punto de ser y no es.
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