Chillida y la poes¨ªa del espacio
El museo de la Casa de la Moneda exhibe hasta finales de mes una exposici¨®n dedicada a la obra gr¨¢fica de Eduardo Chillida (San Sebasti¨¢n, 1924) en la que se incluyen 79 piezas entre aguafuertes, litograf¨ªas, xilograf¨ªas y serigraf¨ªas junto a 11 libros realizados por el artista sobre textos de Esquilo, Heidegger, H?lzer, Bennefoy, Cioran, Jab¨¦s, Fr¨¦naud, Guill¨¦n, Brossa o Ull¨¢n. La muestra abarca los 25 ¨²ltimos a?os de actividad en este campo del c¨¦lebre escultor vasco.
Calificar de importante esta convocatoria no se debe s¨®lo al amplio espacio cronol¨®gico que abarca, ni al considerable n¨²mero de obras que, en consecuencia, contiene sino, sobre todo, a lo que tan vasto y diverso material refleja del esp¨ªritu del artista, para el que esta dimensi¨®n gr¨¢fica -en lo que tiene de dibujo y en lo que tiene de espacio- significa mucho; yo dir¨ªa que lo esencial.De hecho, lo cualitativamente importante de esta exposici¨®n es que, en efecto, transparenta absolutamente la raz¨®n de ser art¨ªstica de Eduardo Chillida, cuyo grafismo afronta el p¨¢lpito de la l¨ªnea como configuraci¨®n de lo humanamente expresivo -el microcosmos de la mano o el recostado busto del so?ador, tumbado a ras de la tierra-, como asimismo capta los complejos l¨ªmites en los que se organiza el espacio como lugar, lugares, pues las localizaciones del espacio son infinitas, raz¨®n de las angustias, pero tambi¨¦n del fest¨ªn del poeta del espacio.
El poeta del espacio no se limita, empero, a ver lo que acaece como l¨ªmite, dimensi¨®n o fuerza en el espacio, sino que tambi¨¦n sabe o¨ªr -auscultar- sus ¨ªntimas sonoridades; en realidad, lo ve, lo oye y lo palpa, sin duda; mas, por encima de todo, lo siente y lo entiende; se funde en ¨¦l, se confunde con ¨¦l.
Tensi¨®n
La maravillosa aportaci¨®n de esta muestra consiste, seg¨²n se va recorriendo, en que nos va haciendo conscientes de lo que el espacio da de s¨ª y de nuestra gozosa y liberadora imbricaci¨®n en ¨¦l. ?Qu¨¦ bella lecci¨®n dada, como quien dice, de paso! He hablado de grafismo y, desde luego, lo merece, pero es incre¨ªble lo que Chillida nos va indicando, acerca de esa misma infinita poes¨ªa espacial, a trav¨¦s de la tensi¨®n de dos texturas contrapuestas de papel, del peso y la ligereza del mismo, y, por tanto, de su fuerza gravitatoria o de su din¨¢mica elevaci¨®n de la dramaticidad de las incisiones, de los cortes, los pliegues y los repliegues... De esta manera, uno llega a ver y a sentir lo que un papel tiene de piedra, lo que, en fin, tiene, y por completo, de escultura.
Por si fuera poco, la posibilidad de poder contemplar completa, seg¨²n creo, por primera vez, la obra de ilustraci¨®n de libros de Chillida a?ade emoci¨®n a la visita. Ah¨ª est¨¢n esos 11 libros, que son, en el fondo y en la forma, 11 di¨¢logos, en lo que el artista vasco tiene como interlocutores a Esquilo, Heidegger, H?lzer, Bennefoy, Cioran, Jab¨¨s, Fr¨¦naud, Guill¨¦n, Brossa, Ull¨¢n.
Se trata, en fin, de una importante exposici¨®n de Eduardo Chillida, pero tambi¨¦n de algo m¨¢s.
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