El muelle de la reforma cubana
Cuba abre sus puertos a cruceros de lujo y alienta a los empresarios nortemericanos a invertir en turismo
Hace 40 a?os, las batidoras del Floridita rug¨ªan sin parar y escup¨ªan monta?as de espuma de daiquiri cada vez que atracaba en la bah¨ªa de La Habana un crucero norteamericano. El cantinero Antonio Meil¨¢n, sobrino de Constantino Ribalaigua, el due?o catal¨¢n del bar restaurante m¨¢s famoso de la calle de Monserrate, recuerda a¨²n c¨®mo los sonrosados turistas de Yuma desembarcaban con sed de Caribe en el muelle de San Francisco y, arreados por gu¨ªas, despu¨¦s de haber visitado la plaza de Armas y la catedral, sub¨ªan desfallecidos por la calle del Obispo hasta la esquina del Floridita, donde les esperaba rezumando una mezcla genuina de ron, lim¨®n, marrasquino y hielo picado.La Habana era entonces una ciudad de vicio, lujo y desm¨¢n, y aquellos barcos blancos de placer eran el mejor s¨ªmbolo de quien mandaba en Cuba en los a?os cincuenta. Una d¨¦cada despu¨¦s, la revoluci¨®n en el poder convirti¨® el Floridita en un establecimiento estatal, y poco a poco el turismo se fue esfumando como los cruceros y los c¨®cteles de daiquiri en la gar ganta de aquellos turistas rubios.
Por largo tiempo, los pantalones bermudas y las zapatillas deportivas de los visitantes norteamericanos cedieron su lugar a las rudas sandalias de cuero socialista, y el olor a colonia a granel con que se perfumaban los viajeros polacos, rusos y alemanes democr¨¢ticos que llegaban a la isla se impuso en los locales de m¨¢s tradici¨®n.
Meil¨¢n sigui¨® batiendo daiquiris, pero tambi¨¦n sirvi¨® gran cantidad de vodka helado y otras bebidas recias, hasta que hace ocho o diez a?os las autoridades cubanas entendieron que deb¨ªan desarrollar una industria tur¨ªstica seria, y que para ello deb¨ªan trabajar con turistas de verdad, canadienses, espa?oles, alemanes e italianos en su mayor¨ªa. La ca¨ªda del campo socialista poco despu¨¦s allan¨® a¨²n m¨¢s el camino al turismo, y desde entonces el Gobierno apost¨® sin reservas por un sector que ya este a?o proporcionar¨¢ cerca de mil millones de d¨®lares brutos a las maltrechas arcas del Estado, convirti¨¦ndose en la segunda fuente de ingresos en divisas del pa¨ªs.
En este contexto, el fin de semana pasado, con fuegos artificiales, banda de m¨²sica y canap¨¦s de salm¨®n, las autoridades cubanas reinauguraron un imponente muelle de 1914 frente a la plaza de San Francisco, lugar que a partir de ahora recibir¨¢ un crucero de lujo cada semana, como en el pasado. La rehabilitaci¨®n del muelle, realizada por la empresa italiana Costa Crusiere junto con el Ministerio de Transportes de Cuba, cost¨® seis millones de d¨®lares y forma parte de una red de tres terminales -las otras est¨¢n en Santiago de Cuba y el puerto del Mariel- que se integrar¨¢ en los circuitos de cruceros del Caribe, negocio que mueve 4.000 millones de d¨®lares al a?o.
El s¨¢bado lleg¨® el primer barco, el Costa Playa, con 460 pasajeros a bordo ¨¢vidos de recorrer las calles de La Habana y de libar en santuarios tan ilustres como la Bodeguita del Medio y el Floridita. Un tercio de ellos se qued¨® en la capital cubana y subir¨¢ de nuevo a bordo pasado ma?ana. El resto, en 16 horas, recorri¨® el casco hist¨®rico, comi¨® masas de cerdo fritas y arroz con frijoles, mientras que algunos, desfallecidos, se atrevieron a escalar la calle del Obispo hasta la cuna del daiquiri.
Hab¨ªa entre ellos unos cuantos norteamericanos que viajaron a Cuba violando la ley del embargo, y para todos, bajo el busto de Ernest Herningway, las batidoras del Floridita rugieron otra vez, pero Antonio Meil¨¢n ya no estaba al frente de la barra. Hace un a?o, el veterano cantinero fue despedido por un administrador estatal sin visi¨®n ni escr¨²pulos, que no parece entender los esfuerzos de las autoridades de su pa¨ªs por desarrollar el turismo. Sentado en su casa, Meil¨¢n se enter¨® de que el domingo lleg¨® a la isla una delegaci¨®n de 15 hombres de negocios de Estados Unidos con intereses en el sector tur¨ªstico, y que entre los invitados por Cuba figuraban cadenas como Hyatt, Marriot o Hilton; de l¨ªneas a¨¦reas como Delta o Continental, y de tarjetas de cr¨¦dito como American Express y Mastercard. Era s¨®lo una visita de "contacto" y "exploraci¨®n", pues, debido al bloqueo, Cuba es todav¨ªa una fruta prohibida para los empresarios y los turistas norteamericanos. No as¨ª para los italianos y espa?oles que desembarcaron esta semana en el muelle de San Francisco, justo en el centro de la reforma cubana y muy cerca de la cuna del mejor daiquiri.
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