El precio de la gloria
El precio que pag¨® Antonio Pe?alver por el podio de Barcelona 92 fue el m¨¢s alto que pueda afrontar deportista alguno: no poder volver a ser jam¨¢s quien fue. Las cargas de entrenamiento a las que se someti¨® fueron tan enormes que su estructura qued¨® da?ada para siempre. No volvi¨® a acabar una sola competici¨®n de alto nivel. Cada vez que intent¨® repetir aquellas dur¨ªsimas sesiones -imprescindibles para hacer frente a rivales que se entrenaban tanto o m¨¢s que ¨¦l mismo lo hizo en 1992- su organismo se resinti¨® del tremendo esfuerzo.Su trabajo, talento y capacidad le permitir¨ªan continuar siendo un buen decatleta que compitiera sobre los 8.000 puntos, que es la frontera que separa a los superclase de los teloneros. Nunca se resign¨® a su suerte -quiz¨¢ tampoco le dijeran nunca la verdad-, y cada vez que forzaba se romp¨ªa. No asisti¨® a los Mundiales de Stuttgart 93 por una lesi¨®n en la espalda, se retir¨® en los Europeos de Helsinki 94 y volvi¨® a hacerlo en los Mundiales de Gotemburgo 95. Le era imposible seguir el ritmo de gente mucho mejor preparada que ¨¦l.
En el periodo interol¨ªmpico, adem¨¢s de las frustraciones deportivas que se iban sucediendo, Pe?alver vivi¨® una fuerte crisis cuando su antiguo entrenador, Miguel ?ngel Mill¨¢n, el de toda la vida, quien le descubri¨® y le condujo hasta la gloria de Barcelona, dej¨® de estar a su lado por problemas personales.
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