El infiltrado
Al principio tom¨¦ su risa floja por un efecto postoperatorio, agudizado por una sobredosis de lectura de san Juan de la Cruz realizada en singulares condiciones de aislamento. Ya saben a qu¨¦ me refiero: ese je, je juguet¨®n que se le descuelga en cuanto comprueba que las cosas est¨¢n peor que nunca, y que ¨¦l ya lo hab¨ªa advertido antes. Resultaba molesto, la verdad, verle refocilarse con las atrocidades descubiertas en los ¨²ltimos tiempos, verle disfrutar conforme el drag¨®n de nuestras tribulaciones iba engordando, pero lo achaqu¨¦ al consabido s¨ªndrome de san Jorge lanza en ristre que le ha aquejado siempre. Lo achaqu¨¦ a que estaba deseando intervenir, preclaro y jubiloso, para salvarnos.Me equivoqu¨¦: la risita, el regodeo y el regocijo con que nos se?ala desde sus alturas no son la prueba de que JASP (Julio Anguita Sobradamente Peligroso) es una nueva encarnaci¨®n de tantos profetas monote¨ªstas y excluyentes como ha dado la cuenca mediterr¨¢nea. No, se?ores: son la prueba de que tenemos entre nosotros, en el lugar m¨¢s peligroso (el espacio en donde ahora deber¨ªa crecer la ¨²nica izquierda posible) y en el momento m¨¢s adecuado (aquel en que urge reagruparse y fortalecer se para cerrarle el paso a la derecha de siempre, m¨¢s o menos reciclada), a un aut¨¦ntico infiltrado del papa Wojtila dispuesto a crear las circunstancias objetivas para que los progresistas de este pa¨ªs nos peguemos una descomunal y vaticana hostia. Tampoco cabe pensar que se equivoc¨® al querer tejer un cesto nuevo con los mimbres viejos: quiere hacer el viejo cesto que tantas veces se ha roto al ir a la compra, cargado de dogmas, de consignas y de irrealidad. Quiere fastidiar a todo el que no pase por el peque?o ojo de su peque?a aguja.
Conste que, si existe una conjura contra ¨¦l, estoy en ella. Desde ahora mismo y en primera fila.
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