ETA y nosotros
Para escribir algo nuevo sobre ETA hay que renunciar al lirismo y a la rabia. El llanto por los muertos inocentes, y todos los muertos a sus manos lo son, merece, en nombre de los posibles muertos futuros, algo m¨¢s ¨²til que leg¨ªtimas efusiones sentimentales, y el odio justo y el asco impecable ante los asesinos y sus ac¨®litos no tienen por qu¨¦ buscar nuevas palabras de condena, insultos originales ni ingenuas v¨ªas de escape para la rabia. En ambos terrenos ya est¨¢ dicho todo. D¨¦moslo por repetido e intentemos pensar qu¨¦ se puede hacer para terminar con la pesadilla, o al menos qu¨¦ no debemos hacer para empeorarla.Algunas cosas est¨¢n claras, en negativo o en positivo. La experiencia de los GAL fue gravemente criminal y gravemente equivocada. Nunca est¨¢n justificados actos contraterroristas que, aun siendo reactivos, sean tambi¨¦n delictivos. En nombre del Estado no se puede cometer aquel tipo de actos (secuestros, asesinatos) que el Estado persigue. Pero avivar el recuerdo de aquellos cr¨ªmenes cuando hac¨ªa a?os que se hab¨ªan extinguido, y airear su condena y la de quienes no se sabe a¨²n si fueron o no culpables, era una operaci¨®n que comportaba riesgos que muchos no quisieron ponderar. Aunque ¨¦ste no fuera, y no lo era en modo alguno, el objetivo perseguido por quienes han ejercido de justicieros, el recrudecimiento de los cr¨ªmenes de ETA era un efecto previsible de una operaci¨®n que no ha estado presidida por la cordura ni por la prudencia pol¨ªtica. Llevamos meses practicando una condena masoquista contra los GAL de modo tal que si los adjetivos condenatorios del vecino no son lo bastante duros, o si van acompa?ados de un t¨ªmido esfuerzo de entender por qu¨¦ entonces hubo GAL, el condenador insuficiente recibir¨¢ el castigo de ser considerado como c¨®mplice comprensivo de aquellos delitos: recu¨¦rdese Io que se hizo este verano con Aranguren. Mientras hemos rivalizado en gritar acusaciones contra los GAL, nos hemos olvidado de condenar a ETA. Y cada silencio, cada desequilibrio condenatorio, ha sido un bal¨®n de ox¨ªgeno para ETA una forma de legitimaci¨®n indirecta, involuntaria pero eficaz. Llevamos meses discutiendo si en el momento de la concordia final, en el que hay que creer por remoto que hoy nos parezca, habr¨¢ que ser generosos con los etarras presos y arrepentidos o ser¨¢ mejor exigirles siempre el cumplimiento ¨ªntegro de sus respectivas sentencias condenatorias. Mientras nos entretenemos en tan prematuro debate, la divisi¨®n dial¨¦ctica se traduce en tolerancia indebida y en debilidad con los delincuentes cercanos a ETA que invaden y toman la calle de las ciudades y pueblos del pa¨ªs vasco como escenario, en el que pueden practicar y practican una violencia impune, antecedente de cr¨ªmenes como el de Intxaurrondo.
Si alguien dice que teme m¨¢s a Espa?a que a ETA, y otro a?ade que los etarras son presos pol¨ªticos, nuevas formas de legitimaci¨®n indirecta y no querida benefician a los asesinos. Si midi¨¦ramos las palabras antes de entregarlas al viento, esto no pasar¨ªa. El t¨¦rmino de preso pol¨ªtico debe quedar restringido para aquellos que expresan sus ideas diferentes a las del poder pol¨ªtico antidemocr¨¢tico que sufren y por las que son encarcelados. A nadie le ocurre tal cosa hoy en Espa?a. Extender esa calificaci¨®n a los asesinos de ETA permitir¨ªa hacerlo de inmediato a los criminales de guerra nazi o a los autores materiales de las salvajes masacres estalinianas. Cuidado con las palabras porque ellas preparan el camino de las balas y de las bombas.
Pero ahora tampoco debemos dedicarnos a gritar insultos y descalificaciones contra el PNV por su fracasado intento de negociaci¨®n o de conversaciones preparatorias de cualquier acuerdo con ETA, porque si nos entregamos a tan autodestructiva tarea aumentaremos nuestras divisiones y debilitaremos el frente com¨²n contra ETA. No es ¨¦ste el primer intento que ha habido para hablar con ETA con la esperanza de que los contactos que se establecieran pudieran servir para algo. Recordemos lo que ocurri¨® en Argel hace pocos a?os a¨²n. La diab¨®lica trampa de ETA consiste en que s¨®lo por la represi¨®n policial no se acaba con ella, pero tambi¨¦n en que la tentaci¨®n negociadora ser¨¢ hoy por hoy frustrada por los m¨¢s violentos que en ella anidan: aquellos que se consideran animados y beneficiados por nuestras divisiones, debates, querellas partidarias y acusaciones al vecino.
Tengamos claro qui¨¦n es nuestro vecino. El PNV lo es y en terminos indispensables. Est¨¢ de este lado de la raya. Dejemos la condena de sus ambig¨¹edades recientes y de sus ra¨ªces sabinianas para otros momentos, para cuando escribamos la historia, porque ahora estamos escribiendo el presente y en esta batalla, que no monograf¨ªa erudita, lo que importa es sumar. La autocr¨ªtica entre las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas debe hacerse a puerta cerrada, sea en Ajuria Enea o en Madrid, porque cada enfrentamiento entre l¨ªderes de partidos democr¨¢ticos en las pantallas de las televisiones es otro bal¨®n de ox¨ªgeno para ETA.
Sin ¨¢nimo de culpabilizar en particular a nadie, incurriendo as¨ª en lo mismo que se trata de evitar, debemos ser conscientes de que todos los errores propios son ayudas a ETA, cuyo resultado no querido, pero previsible, se objetiva ahora en las calles de Vallecas o en un comercio de Valencia. Urge restablecer el clima de hace apenas dos a?os. Es necesario que se celebren pac¨ªficas reuniones en Ajuria Enea o en Madrid, siempre que antes alguien haya mediado y puesto paz entre quienes parecen gallos de pelea en corral propio, olvidados de la existencia de la raposa, que, alevosa y sin escr¨²pulos, acecha sus p¨²blicas disensiones para seguir matando. Hay un brocardo latino, tan rotundo y escandaloso que no parece propio del c¨ªrculo racional del Derecho romano cl¨¢sico, lleno siempre de matices luminosos: "Fiat justitia et pereat mundus". No: h¨¢gase justicia para que el mundo no perezca, para que en ¨¦l se pueda vivir en paz, porque la justicia que, para realizarse, arrastra al mundo a la destrucci¨®n no es justa. Y no es en los tribunales, punto final y no inicial, donde ha de resolverse el problema de ETA. Antes lo hemos de resolver nosotros, todos los dem¨¢s, quienes no somos etarras, ni coreamos con alborozo las juveniles quemas de autobuses, ni queremos ser tolerantes con torpes desmanes callejeros de los alevines de asesinos; quienes pensamos que los asesinos son s¨®lo asesinos; quienes creemos en la racionalidad de la disputa democr¨¢tica y no en la violencia en cualquiera de sus formas, que, en el Pa¨ªs Vasco, van desde la manifestaci¨®n agresiva contra los pac¨ªficos hasta la bomba ciega.
El primer paso para luchar contra ETA es que nosotros, todos los dem¨¢s, reconstruyamos este bando, el del lado de ac¨¢ de la raya divisoria, y no lo debilitemos ni con cr¨ªmenes injustificables ni con operaciones autodestructivas, ni con palabras irresponsables, ni con negociaciones precipitadas, porque el precio de todos esos errores, muy diferentes entre s¨ª pero convergentes en sus efectos, se lo cobra ETA en vidas humanas ¨²nica moneda que conocen los terroristas.
O ETA o nosotros, espectadores at¨®nitos de sus cr¨ªmenes, parientes o amigos de alguno de sus cad¨¢veres, y posibles v¨ªctimas futuras de la muerte que ellos administran. Esta es la verdadera divisi¨®n bipartita, la ¨²nica dicotom¨ªa clara. A partir de esa evidencia, si no se cometen los graves errores tantas veces denunciados como repetidos, si se act¨²a siempre con la ley en la mano, y si se avanza en el aislamiento pol¨ªtico y civil del entorno etarra como se hab¨ªa hecho a?os atr¨¢s, la paz ser¨¢ posibl¨¦. De lo contrario, ETA seguir¨¢ matando, porque ¨¦sa es su ¨²nica forma de vivir.
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