Dilemas morales
Jos¨¦ Barrionuevo niega haber ordenado o consentido el secuestro de Segundo Marey, ¨²nica acusaci¨®n concreta que pesa de momento sobre ¨¦l. Admite en cambio su responsabilidad en el intento de secuestro del etarra Jos¨¦ Mar¨ªa Larretxea. En su declaraci¨®n ante el juez, Ricardo Garc¨ªa Damborenea confundi¨® el secuestro de Larretxea con el de Marey al argumentar que se trataba de un intento de salvar la vida del capit¨¢n de farmacia Mart¨ªn Barrios, secuestrado a su vez por ETA. Tal cosa era imposible porque el reh¨¦n hab¨ªa sido asesinado mes y medio antes.El escritor Rafael S¨¢nchez Ferlosio, en una columna publicada en EL PA?S, aventur¨® la hip¨®tesis de que el lapsus de Damborenea pudo haber estado motivado porque s¨ª hab¨ªa habido un secuestro relacionado con el de Mart¨ªn Barrios: el de los etarras Lasa y Zabala, que ser¨ªan asesinados, y que se produjo tres d¨ªas despu¨¦s del de ese capit¨¢n. Sin embargo, es improbable que as¨ª fuera porque ambos activistas eran miembros de ETA (militar), mientras que los secuestradores de Mart¨ªn Barrios lo eran de ETA (pol¨ªtico-militar). No es veros¨ªmil que la polic¨ªa espa?ola estuviera tan despistada como para no distinguir un mili de un poli-mili.
S¨ª es cre¨ªble, en cambio, que el fallido intento de secuestrar a Larretxea por parte de cuatro polic¨ªas de los GEO tuviera por objeto salvar la vida de Mart¨ªn Barrios. Las circunstancias del intento son muy reveladoras de los dilemas morales a que tuvo que enfrentarse Barrionuevo. La operaci¨®n se produjo el 18 de octubre, cuando estaba a punto de expirar el ultim¨¢tum de los terroristas, que amenazaban con asesinar al secuestrado. De hecho, aparecer¨ªa muerto a la ma?ana siguiente. Seguramente se trataba, por tanto, de una acci¨®n a la desesperada que buscaba parar el reloj de la muerte: la vida de un reh¨¦n garantizaba la del otro. No fue una acci¨®n legal, pero pudo ser una acci¨®n moral. Seg¨²n la famosa reflexi¨®n de Max Weber, la ¨¦tica de la convicci¨®n s¨®lo se preocupa de que no exista la propia contradicci¨®n en la acci¨®n decidida, mientras "que la ¨¦tica de la responsabilidad es aquella que insta a tener en cuenta las consecuencias de tal acci¨®n (o ausencia de acci¨®n). Aunque no siempre las cosas se plantean de manera tan extrema -salvar la vida de un hombre o la propia responsabilidad como ministro-, el terrorismo plantea frecuentes dilemas de este tipo a los pol¨ªticos. Pero si seguramente muchos ciudadanos estar¨ªan dispuestos a admitir que se secuestre a un activista para que los terroristas no maten a su reh¨¦n, ello no significa que el secuestro de ciudadanos por parte de la polic¨ªa pueda convertirse en una actividad legal, o ilegal con impunidad garantizada.
"Si las consecuencias de la acci¨®n realizada seg¨²n la ¨¦tica de las convicciones son malas, el agente de esa acci¨®n no se sentir¨¢ responsable de ellas, sino que las atribuir¨¢ al mundo, a la estupidez de los humanos o a la voluntad divina". Las consecuencias del secuestr¨® de Larretxea fueron malas: no se salv¨® la vida del reh¨¦n y la polic¨ªa espa?ola fue puesta en evidencia, dificultando las relaciones con Francia. Al asumir su responsabilidad en el asunto, Barrionuevo no act¨²a conforme a esa moral escapista descrita por Max Weber, y ello le honra. Pero tambi¨¦n sali¨® mal el secuestro de Marey, y todo lo que vino despu¨¦s, y nadie, tampoco Barrionuevo, ha asumido la responsabilidad derivada de ese desastre. Se ha culpado a Garz¨®n, a la prensa, a la mala suerte. Pero nadie ha reconocido haber tomado la decisi¨®n. Ni siquiera Damborenea, que limita su participaci¨®n al asunto Marey, y esquiva el resto, a la vez que acusa a otros.
La ¨¦tica de la responsabilidad implica asumirla cuando los efectos no son los esperados. Una explicaci¨®n de que nadie se haya atrevido a hacerlo ser¨ªa que, si bien la opini¨®n p¨²blica podr¨ªa llegar a comprender los dilemas morales que el terrorismo plantea a los pol¨ªticos, e incluso a dispensar el recurso a la guerra sucia, dif¨ªcilmente pasar¨ªa por alto que el secreto a ella asociado haya sido utilizado como tapadera de la corrupci¨®n. No s¨®lo callan por miedo. Tambi¨¦n por verg¨¹enza.
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