90 coleccionistas prestan sus obras al Museo de Arte Moderno de Par¨ªs
Givenchy, Delon y Hechter, entre los propietarios de las 1.100 piezas
Passions priv¨¦es. Bajo ese t¨ªtulo, que pudiera servir para una antolog¨ªa de textos er¨®ticos, se descubren 90 coleccionistas franceses o, mejor dicho, el objeto de las pasiones privadas de 90 de ellos. En el Mus¨¦e d'Art Moderne de Par¨ªs, hasta el 24 de marzo, podr¨¢n ver se 1.100 obras de arte moderno y contempor¨¢neo propiedad de coleccionistas particulares galos.
Los nombres de los artistas representados -Van Gogh, Schiele, Brancusi, Arp, Gabo, Magritte, Kandinsky, Mondrian, Picasso, L¨¦ger, De Koonig, Judd, Raysse, Mir¨®, Bonnard, Boltanski, C¨¦sar, Buren, Soulages, Alechinsky, Ernst, Bacon, Poliakoff, De Chirico, Dubuffet, Schwitters, Giacometti, Warhol, Balthus, Arman, Fontana o Merz, entre otros- aparecen unidos a los de los modistas Saint-Laurent y Givenchy, el comerciante Pinault, los productores y cineastas Claude Berri y Marin Karmitz, el actor Alain Delon, el banquero Jean-Marc Vern¨¦s o el industrial Daniel Hechter.Las colecciones no se exhiben en su integridad; se ha evitado el mezclar las obras de proveniencia distinta; nada identifica a los propietarios y prestatarios de los cuadros y esculturas. Sin embargo, el reto del Mus¨¦e d'Art Moderne consiste en demostrar que s¨ª existe un "coleccionista franc¨¦s" y que sigue conservando algunas caracter¨ªsticas propias que le distinguen de los grandes coleccionistas estadounidenses, japoneses o americanos.
Preferencias
Una de las caracter¨ªsticas distintivas es la tendencia a preferir el arte de su propio pa¨ªs. Seg¨²n el galerista Marc Blondeau, "el franc¨¦s es muy individualista, no se mantiene fiel a un solo marchante o a un grupo de artistas, como s¨ª lo hacen los alemanes y estadounidenses".' Seg¨²n Alain Cueff, "los gestos de ostentaci¨®n a la americana son considerados de mal gusto y en contradicci¨®n con la m¨¢xima campesina que aconseja que 'para vivir feliz, hay que vivir escondido".Los distintos coleccionistas que han cedido sus obras, para la exposici¨®n admiten que la necesidad de mantener su identidad secreta tiene que ver con dos miedos: al fisco y a los ladrones. Uno de ellos confiesa "sentir placer al ver mis obras colgadas en un museo"; otro confiesa que "Ias exposiciones aumentan el valor de las obras que figuran en ellas"; un tercero hace una lectura psicoanal¨ªtica del gusto por el secretismo y habla de "la banalidad que caracteriza la decisi¨®n de coleccionar". La mayor¨ªa de ellos viven con sus obras, las tienen colgadas en los muros de sus casas, casi todos se ocupan ellos mismos de su colecci¨®n, acuden a la FIAC, a Basilea, a la Bienal de Venecia o van a la Feria de Colonia. Algunos son figuras asiduas de las subastas, pero la mayor¨ªa prefieren el trato directo con el artista o el galerista. La crisis especulativa de los a?os ochenta no les preocupa, porque "s¨®lo ha hecho desaparecer de nuestro mundo a los que iban a visitar las galer¨ªas como quien va al casino".
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