"No hay que creer en las encuestas o no hay que creer en la felicidad"
La manera de ser colombiano de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez tiene una buena mezcla de autocr¨ªtica y patriotismo. Se revuelve contra la imagen de su pa¨ªs como paraiso de narcotraficantes, sobre todos por dos razones: porque responsabiliza del problema del uso no cultural de la droga a los pa¨ªses desarrollados que dirigen la demanda, especialmente Estados Unidos, y porque sabe que Colombia es infinitamente m¨¢s que una plantaci¨®n de coca.Cuando se adentra en los problemas sociales del narcotr¨¢fico, el escritor llega enseguida a la conclusi¨®n de que no hay peor desgracia que la del dinero f¨¢cil, que no hay barreras para la gente que ve la oportunidad de resolver su vida de una vez para siempre. Y lo dice con autoridad: "Yo tengo dinero, pero a m¨ª nadie me ayud¨®. Y nunca me gan¨¦ un, peso que no haya sido con la m¨¢quina de escribir".
Elogia la inmensa capacidad para la pachanga" de sus compatriotas y la ilustra con una paradoja demosc¨®pica: la inmensa mayor¨ªa de los colombianos critica la situaci¨®n del pa¨ªs, pero las encuestas dicen que son felices. "La conclusi¨®n es clara: no hay que creer en las encuestas o no hay que creer en la felicidad"..
Canciones de atasco
Hace m¨¢s de un a?o que se instal¨® en Cartagena de Indias, una ciudad amurallada y caribe que inmortaliz¨® con Del amor y otros demonios. Aunque sus casas le esperan abiertas en otros lugares del mundo, especialmente en M¨¦xico, vivir en Colombia le trae satisfacciones espirituales y una frustraci¨®n: ya no puede cantar al volante, porque ya no conduce' En Colombia se mueve necesariamente con ch¨®fer y agentes de seguridad. Todav¨ªa se acuerda de los fenomenales atascos de Ciudad de M¨¦xico, que le permit¨ªan entregarse en solitario a las canciones.
. Como no pod¨ªa ser menos en un avezado militante de la inform¨¢tica como Garc¨ªa M¨¢rquez, sale a la calle con tel¨¦fono m¨®vil y agenda electr¨®nica en su bolso de mano. La fama le ha tra¨ªdo beneficios, pero le ha dejado un gran inconveniente: all¨¢ por donde pasa crea un problema de orden p¨²blico. "Me encantar¨ªa ir con ustedes a hablar con las fuentes. Pero si lo hago, todo se nos ir¨¢ en aut¨®grafos y fotos
dice a los periodistas en su taller de reportaje. De hecho, una de sus grandes aficiones, el cine, casi le resultaba vedada. Los miembros de la seguridad ten¨ªan que adelantarse para controlar la situaci¨®n, ¨¦l entraba cuando apagaban las luces y sal¨ªa antes de que las encendieran. Sac¨® conclusiones y se acaba de construir una peque?a sala de proyecciones en su casa de Cartagena.
El autor de Cien a?os de soledad dedica algunas madrugadas a su m¨¢s vieja pasi¨®n, la lectura. "Si me acuesto temprano me despierto a las dos de la madrugada. Entonces leo, porque no me puedo poner a trabajar. Uno se siente muy solo a esas horas".
Babelia
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