N¨¦stor
En la tragic¨®mica atm¨®sfera de la delegaci¨®n barcelonesa de la Escuela Oficial de Periodismo -XVIII a?os de R¨¦gimen Milenario o de Paz, seg¨²n se prefiera-, la llegada de N¨¦stor Luj¨¢n era esperada como un regal¨® del esp¨ªritu. Era el profesor que ven¨ªa a hablarnos de novelas norteamericanas prohibidas, del arte de fumar en pipa o de los men¨²s m¨¢s gloriosos de la gastronom¨ªa universal. De su chistera de hombre enciclop¨¦dico sal¨ªan los saberes plurales, inagotables, liberales, libertinos; tan fabuloso lector como narrador de lo mucho que sab¨ªa, se proclamaba partidario de la felicidad en libertad. En una ¨¦poca en que se dec¨ªa que no hab¨ªa maestros, yo ten¨ªa los cuatro puntos cardinales bien cubiertos: el saber po¨¦tico de Jos¨¦ M. Valverde, el rigor ideol¨®gico de Manuel Sacrist¨¢n, los horizontes l¨²dicos de N¨¦stor Luj¨¢n y las orientaciones literarias de Jos¨¦ M. Castellet, siempre entre dos fidelidades, precursor de la ¨¦tica y la est¨¦tica de la infidelidad.Me costo mucho atravesar la calle que separa la condici¨®n de alumno de la del profesor y hasta mucho a?os despu¨¦s, much¨ªsimos, no me sent¨ªa c¨®modo cuando aquellos me planteaban una relaci¨®n de t¨² a t¨². Hab¨ªa tenido ocasi¨®n de cohabitar con Sacrist¨¢n en una c¨¦lula comunista para dos, de convivir con Valverde en un estrictisimo seminario para aprendices de escritura, de contar con el respaldo cr¨ªtico de Jos¨¦ Maria Castellet, pero siempre guard¨¦ un espacio en mi, memoria para N¨¦stor, que me hab¨ªa ense?ado a fumar en pipa, a leer a Scott Fitzgerald y a distinguir, entonces te¨®ricamente, entre un Oreiller de la bella Aurore y un Pastel de Yorkshire. N¨¦stor Luj¨¢n ha muerto y con ¨¦l desaparece una enciclopedia viva, l¨²dica, partidaria del para¨ªso en esta vida, entre los humos de un Partag¨¢s de la serie Grand Connaisseur.
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