El turno de Siria
EL ASESINATO de Isaac Rabin no ha hecho girar la br¨²jula del conflicto de Oriente Pr¨®ximo hacia la guerra, como tal vez persegu¨ªan los magnicidas, sino hacia el compromiso. El nuevo primer ministro israel¨ª, el tambi¨¦n laborista Sim¨®n Peres, ha dado un nuevo impulso al proceso de paz cumpliendo escrupulosamente el acuerdo de retirada militar de seis localidades cisjordanas (s¨®lo queda Hebr¨®n), abriendo el camino a la celebraci¨®n en enero de las primeras elecciones palestinas y creando el clima propicio, de flexibilidad y pragmatismo, capaz de abrir una negociaci¨®n total con el principal enemigo, Siria, centrada en la devoluci¨®n de los altos del Gol¨¢n (conquistados en junio de 1967) a cambio de una paz estable.Tambi¨¦n el presidente sirio, Hafez el Asad, que hab¨ªa convertido en el gran designio de su vida la lucha a muerte contra la "entidad sionista", se ha convencido de que ¨¦sta no es ya la hora de la intransigencia, sino la de sacar el mejor provecho posible del di¨¢logo con el enemigo, por odiado que siga siendo. La Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢ en el desv¨¢n, y, sin el apoyo militar que Mosc¨² prestaba, resulta ut¨®pico pensar en emprender ninguna aventura b¨¦lica con m¨ªnimas posibilidades de ¨¦xito. El maltrecho frente ¨¢rabe no existe como tal, y es impensable una nueva coalici¨®n antiisrael¨ª despu¨¦s de los compromisos que el Estado israel¨ª ha alcanzado con Egipto, Jordania y la, OLP. Adem¨¢s, de la mano de Siria, la paz con L¨ªbano puede caer como fruta madura, si Israel accede a retirarse del sur de este pa¨ªs y acepta que Asad consolide su protectorado a cambio de garantizar la seguridad de la frontera desactivando a los diversos grupos antiisrael¨ªes, con Hezbol¨¢ a la cabeza.
El tercer personaje de esta obra dram¨¢tica que ojal¨¢ tenga final feliz es el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, apoyado por su secretario de Estado, Warren Christopher, que hace unos meses parec¨ªa tener la carta de despido en el bolsillo y que ahora cuenta con una bien ganada fama de negociador h¨¢bil, pragm¨¢tico, flexible y firme. Ambos son referencias claves para explicar c¨®mo se intentan resolver los grandes conflictos mundiales en los tiempos de la superpotencia ¨²nica.
Para avanzar hacia el compromiso hac¨ªa falta una convergencia de intereses. La hay. Siria quiere recuperar el Gol¨¢n y dejar de ser un pa¨ªs maldito para Occidente y, sobre todo, para EE UU, que durante tanto tiempo le ha situado en lugar de honor de la lista de pa¨ªses impulsores del terrorismo internacional. Israel quiere la paz, y no s¨®lo con Siria, sino tambi¨¦n con el conjunto del mundo ¨¢rabe, excepci¨®n hecha, si acaso, de los irreductibles Irak y Libia. Desea dejar de estar rodeado de enemigos y garantizar su seguridad con algo m¨¢s que una fuerza militar prestada.
El di¨¢logo a puerta cerrada que se desarrolla en el Estado norteamericano de Maryland, bajo la f¨®rmula Dayton, con mediaci¨®n norteamericana, ha roto algunos tab¨²es. Los enemigos han cenado juntos, se han hablado y se han escuchado. De hecho, no vuelven a casa para consultas, como esta a previsto para despu¨¦s de los tres primeros d¨ªas de conversaciones, sino que continuar¨¢n dialogando informalmente. Es un primer paso. Tampoco hay que echar las campanas al vuelo. No cabe esperar resultados tan r¨¢pidos y espectaculares como los alcanzados en Ohio cuando EE UU. tom¨® cartas en el asunto. En aquel caso, Richard Holbrooke lleg¨® a poner en el fiel de la balanza la amenaza de una imponente fuerza militar cuyo poder ya hab¨ªa quedado de manifiesto con los bombardeos de la OTAN. No se llega aqu¨ª tan lejos. El contexto geoestrat¨¦gico ni siquiera lo permite.
El proceso ser¨¢ largo, lleno de obst¨¢culos, pero ya no es un sue?o pensar para 1996 en una conferencia formal de paz. El clima, por vez primera desde que se iniciaron los contactos, en ocasiones no reconocidos, entre Siria e Israel, es de optimismo, aunque habr¨¢ que superar muchas dificultades, empezando por las presiones del frente interno radical del Estado israel¨ª. Por eso hay prisa. En 1996 se celebrar¨¢n elecciones, y la coalici¨®n derechista Likud, opuesta, al menos ahora, al proceso de paz, tiene grandes posibilidades de ganarlas. Si para entonces el trato con Damasco no est¨¢ cerrado, el peligro de vuelta atr¨¢s ser¨¢ enorme. Y lamentable.
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