Felicidad programada
Una vez m¨¢s, desde la gran sala del Musikvereing de Viena, lleg¨® a millones de oyentes, a trav¨¦s de la radio y la televisi¨®n, el concierto de A?o Nuevo dirigido por Lorin Maazel (Neully-sur-Ceine, 1930). La que parece larga tradici¨®n naci¨® en 1939, el a?o en que muere Johan Strauss III, nieto del fundador de la dinast¨ªa e hijo de Eduardo Strauss, quien dedic¨® buena parte de su vida musical a difundir la m¨²sica emblem¨¢tica de la familia.Quiz¨¢ esta fiesta de valses, polcas y marchas tiene su origen en el Congreso de Viena (1914-1915). Pero la ceremonia inaugural del a?o, a la que contribuy¨® de manera protagonista Clemens Krauss, el c¨¦lebre director de las filarm¨®nicas de Viena y Berl¨ªn, se inicia justamente en torno a un suceso hist¨®rico menos sosegado que un congreso: la II Guerra Mundial. La batuta de Krauss, tantas veces aplaudida en Espa?a, tuvo a su cargo el concierto de A?o Nuevo hasta 1945. Al terminar la contienda Krauss fue sometido a desnazificaci¨®n y hubo de dejar el puesto, que tom¨®, por dos a?os, Joseph Krips. De 1948 a 1954 retorn¨® Strauss a la conducci¨®n de la felicidad programada de los vieneses al comenzar cada a?o y a su muerte le sucedi¨® Willy Boskowsky, simp¨¢tico estilista del popularismo vien¨¦s, a quien suceder¨ªan Lorin Maazel por siete a?os, Karajan, Abbado, Kleiber, Mehta y Riccardo Muti en juego alternativo.
Como todas las tradiciones de este tipo, un concierto de primero de a?o se parece a otro como una gota de agua a otra. No s¨®lo se insiste en los autores -la familia Strauss y alg¨²n a?adido como Lanner o Ziehrer-, sino que resulta indispensable el bello Danubio azul, algunas de la m¨¢s conocidas polcas y, para cierre, la Marcha Radetzky, de Strauss el viejo, ritmada por las palmas de los I.500 asistentes. Imprescindibles son tambi¨¦n la salutaci¨®n del maestro y de la orquesta y alguna que otra broma. Esta vez, Maazel cedi¨® la batuta a un instrumentista mientras ¨¦l manej¨® las percusiones (juego de timbres y una enorme claqueta) despu¨¦s de haber asumido alg¨²n solo de viol¨ªn. Para el p¨²blico televidente se a?aden algunas escenas de danza filmadas en el Belvedere o en el palacio imperial que, a decir verdad, es lo m¨¢s edulcorado del espect¨¢culo.
Los filarm¨®nicos tocan los pentagramas straussianos, animan los aires de vals, de polca y de marcha o los fragmentos de opereta, como s¨®lo ellos pueden hacerlo; Maazel, muy entra?ado con el ambiente de la capital austriaca y excelent¨ªsimo conductor, forma bloque con ellos.
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