La macrofiesta de la Ifema acaboc¨® on el saqueo del ropero por algunos de los asistentes
Los ladrones dieron el campanazo. La fiesta de Nochevieja celebrada en los recintos de la Ifema, en el parque Juan Carlos I, acab¨® con el saqueo del ropero, donde se guardaban cerca de 10.000 prendas. A las ocho de la ma?ana, hora en que conclu¨ªa el festejo, la gente -impaciente por recoger los abrigos y montar en los autobuses previstos para el regreso a casa- derrumb¨® la entrada del ropero. La multitud, desesperada por la posibilidad de perder ¨¦l autob¨²s, se abalanz¨® sobre los abrigos porque los empleados no daban abasto para entregarlos. Los organizadores no pudieron controlar al p¨²blico.
"Todo era un caos", recordaba ayer uno de los encargados del guardarropa. La gente rebuscaba entre un mar de abrigos despu¨¦s de que la avalancha derribara las mamparas que proteg¨ªan las barras donde se ordenaban las perchas, cada una con su n¨²mero correspondiente. Se suced¨ªan empujones y gritos. En el desorden, muchos no encontraban sus pertenencias. Algunos se resist¨ªan a quedarse sin ellas y se desataron peleas, mientras los aprovechados comenzaban la oleada de robos. Bolsos, abrigos, gabardinas, paraguas y perchas volaron por los aires hasta que cinco dotaciones de antidisturbios -unos 40 polic¨ªas en total- frenaron los desmanes a re querimiento de los organizadores. Los agentes, en un primer momento, llegaron a cargar contra algunas personas, seg¨²n reconocieron fuentes policiales.Ayer por la tarde, al menos un centenar de personas acudieron a la comisar¨ªa de Chamart¨ªn -en un continuo goteo- para presentar denuncias contra los organizadores de la macrofiesta. Muchas hab¨ªan perdido el abrig¨® o el bolso, y tambi¨¦n las llaves del coche y toda la documentaci¨®n. Pero, al menos, hab¨ªan conservado el resguardo del ropero para sostener su denuncia.
El sarao del recinto ferial estaba organizado por los promotores Jos¨¦ Pimentel y Ramiro C¨¢ceres Garc¨ªa, a quienes la polic¨ªa buscaba ayer para que prestasen declaraci¨®n sobre lo sucedido.
La fiesta era una de las siete celebraciones autorizadas por la Comunidad de Madrid para la primera madrugada de 1996. Los asistentes pagaron 6.000 pesetas por la entrada. La polic¨ªa sospecha que el recinto super¨® el aforo permitido. "Ten¨ªan permiso para 9.000, pero hab¨ªa m¨¢s". Seg¨²n uno de los vigilantes jurados de la organizaci¨®n, se llegaron a vender entradas con el n¨²mero 11.000. Todos aquellos que utilizaron el ropero abonaron 200 pesetas. A cambio, recib¨ªan una tarjeta con un n¨²mero.
Seg¨²n los asistentes, la fiesta ya comenz¨® con problemas. "El cotill¨®n prometido [una bolsa con objetos de fiesta] no se nos dio, y para pedir una copa hab¨ªa que esperar media hora", explic¨® Andr¨¦s. Adem¨¢s, las mujeres ten¨ªan que, aguardar hasta una hora en cola para acudir al aseo. "Yo he estado 40 minutos esperando", dec¨ªa ayer Marina, una veintea?era de pelo engominado.
Pero s¨®lo fue al final cu¨¢ndo se desencadenaron los incidentes. La m¨²sica dej¨® de sonar a las ocho de la ma?ana. La gran mayor¨ªa de los asistentes hab¨ªa apurado hasta el ¨²ltimo baile. El p¨²blico se agolp¨® en el ropero para retirar los abrigos. Muchos ten¨ªan prisa por tomar a las 8.30 los autobuses dispuestos por la organizaci¨®n para trasladarles a la plaza de Castilla y la Puerta del Sol. "El servicio de orden fue incapaz de aguantar a la masa que entr¨® a saco", explic¨® ayer uno de los vigilantes jurados.
Juan D¨ªaz, de 20 a?os, uno de los denunciantes, relat¨® por su parte: "La gente s e volvi¨® loca. Se pegaban unos y otros". Juan habl¨® con este peri¨®dico en la comisar¨ªa de Chamart¨ªn tras esperar dos horas para presentar la denuncia. "Lo m¨¢s lamentable es que nadie se hacia responsable de lo que ocurr¨ªa", se quejaba. Otros, como Jos¨¦ Andr¨¦s, de 20 a?os, se enredaron en una pelea al creer que otra persona les hab¨ªa arrebatado la americana. Pero no era verdad, s¨®lo se trataba de una confusi¨®n. "La gente estaba hist¨¦rica y muy nerviosa", cuenta Gabino Rodr¨ªguez. "A mi novia", prosigue, "le quitaron el abrigo y ninguno de los vigilantes nos ofrec¨ªa ayuda. Todos se lavaban las manos".
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