El Atl¨¦tico se vac¨ªa el coraz¨®n
El l¨ªder supera sus problemas ante el Tenerife con un ejercicio de casta
El Atl¨¦tico necesit¨® vaciarse el coraz¨®n, para doblegar al Tenerife. Hu¨¦rfano de dos de sus mejores futbolistas -Kiko y Caminero-, colocado sobre un escenario maltrecho, y amenazado por un adversario valiente que fue creciendo a la misma velocidad que el minutero, al l¨ªder no le qued¨® otra salida que dejarse el alma para conquistar los tres puntos. El ejercicio de casta, la sesi¨®n de sobreesfuerzo, le vali¨® para salir del Calder¨®n una tarde m¨¢s con el zurr¨®n lleno. Tambi¨¦n, una pizca de suerte.El campe¨®n de invierno apareci¨® con aire autoritario y paso firme, avanzando que ten¨ªa solventados y resueltos todos los temores que le consum¨ªan en las horas previas. No estaban Kiko y Caminero para gotear su buen f¨²tbol de costumbre y el c¨¦sped prohib¨ªa cualquier amago de florituras. Pero el Atl¨¦tico pasaba por encima de todas estas cuestiones. Conservaba el orden, el entusiasmo y la decisi¨®n habitual; miraba permanentemente hacia la porter¨ªa de Ojeda. Adem¨¢s, por entonces, el Tenerife camuflaba sus intenciones y abr¨ªa el partido m¨¢s conservador que de costumbre. El Atl¨¦tico buscaba sin disimulo el primer tanto. Lleg¨® una zapatazo terror¨ªfico de Geli que escupi¨® el larguero. Despu¨¦s, un cabezazo de Penev.
Y en ¨¦sas, comenz¨® a llover. El terreno multiplic¨® su deterioro. A los seis minutos ya ense?aba un estado deplorable, como si el partido llevara jug¨¢ndose desde la nochebuena. El bal¨®n cobr¨® vida. Empez¨® a coger autonom¨ªa propia, a viajar a su antojo. Todo jugaba en contra de la ¨²nica pieza cerebral que manten¨ªan los rojiblancos, Pantic, que sufr¨ªa como nadie sobre un piso tan pesado. La cita se dirigi¨® inevitablemente hacia Simeone.
Al argentino no le echa para atr¨¢s ni un campo de minas. Bucea, galopa sobre el barro, se lanza de cabeza contra un muro de acero o lo que haga falta. Tiene casta, y a ella se agarr¨® el Atl¨¦tico para recibir viento a favor. El primer gol lo apunt¨® en la cuenta de Simeone. Pele¨® un bal¨®n donde nadie lo hace, tir¨® sobre el lodo una de sus carreras generosas y ara?¨® un saque de banda. Una nimiedad que concluy¨® en gol. El bal¨®n cay¨® en sus zapatos, lo puso en la esquina contraria y por all¨ª aterriz¨® Juan Carlos, el debutante, para estrenar el tanteo. El gol dej¨® una lectura paralela: lleg¨® a bal¨®n parado, la llave preferida de Antic.
El 1-0 impuls¨® ligeramente al Atl¨¦tico, pero realmente jug¨® en su contra: despert¨® al Tenerife. Pudieron sentenciar los rojiblancos en un par de oportunidades, pero tambi¨¦n tuvo que entrar a escena Molina. Para cumplir la cuota de vanidad que se reserva para s¨ª en cada partido. Antes del descanso ya hab¨ªa sacado su mano milagrosa por dos veces.
La segunda parte trajo la cuesta abajo de los de casa. El Tenerife se hizo con el bal¨®n y empez¨® a visitar con demasiada frecuencia la porter¨ªa de enfrente. Juanele, Hapal, Aguilera... El Atl¨¦tico ve¨ªa cada vez m¨¢s cerca de su cocina al enemigo. Y as¨ª, en un despeje manso, irrumpi¨® el empate. Fue un gesto magn¨ªfico de Juanele, que durmi¨® una pelota envenenada y la mand¨® al rinc¨®n de arriba. S¨®lo all¨ª no llegaba la mano de Molina.
El 1-1 present¨® otro partido. El Atl¨¦tico, que se cre¨ªa ya con el triunfo en el bolsillo, tuvo que tirarse arriba. Y de paso abrirse en bandeja al contragolpe isle?o. Heynckes, lejos de firmar el empate, y pese a perder a Jolcanovic por expulsi¨®n, arroj¨® al campo a gente ofensiva de refresco para ganar el partido. El encuentro se mov¨ªa sobre el alambre, cargado de incertidumbre.
Sali¨® L¨®pez en el bando local para dar empuje. Y luego, con Simeone exhausto, Biagini entr¨® para meter electricidad. Pero la cita segu¨ªa con mala pinta para el Atl¨¦tico, cada vez m¨¢s nervioso y con menos ideas. Para colmo, Penev completaba otra actuaci¨®n desesperante, s¨®lo provista de infracciones propias.
El Atl¨¦tico convirti¨® el ¨²ltimo tramo en un asedio sobre Ojeda. Busc¨® la victoria con la cara descubierta. Y finalmente la encontr¨® en una jugada embarullada (reclam¨® falta el Tenerife), en una nueva acci¨®n a bal¨®n parado. Las favoritas de Antic.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.