Una siesta a destiempo
El Madrid tuvo grandes momentos, pero permiti¨® la reacci¨®n del M¨¦rida
Una siesta a destiempo puso al Madrid al borde del abismo en M¨¦rida. Todos los m¨¦ritos de su juego` espl¨¦ndido en el arranque del partido y poderoso en el tramo final, quedaron desvirtuados por las vacaciones que se tom¨® despu¨¦s de anotar dos goles. La actitud displicente del Madrid en el nudo central del encuentro anim¨® la reacci¨®n del M¨¦rida, que jug¨® con bravura, y velocidad. Su esp¨ªritu le llev¨® a las puertas de la victoria en un partido que tuvo el, color sepi¨¢ de las fotograf¨ªas viejas: hubo barro bastante ¨¦pica y la deteminaci¨®n general para estar por encima de las adversidades que procuraba el estado del campo.El escenario oblig¨® al f¨²tbol de invierno. El fangal era notable, la clase de lodo pastoso que agarra las botas y retiene el bal¨®n de forma caprichosa. Por tanto, se anunci¨® un partido de corte f¨ªsico, con un gran despliegue para los jugadores. El ejercicio de voluntad de algunos futbolistas fue admirable. Rinc¨®n, por decir uno, se sobrepuso a las adversidades y consigui¨® en varias fases el imposible de sacar brillo a cada una de sus intervenciones. De su mano, el Madrid puso la proa al partido y dio la impresi¨®n de darse una tarde tranquila. Pero definitivamente el Madrid est¨¢ abocado al sufrimiento: arruin¨® su ventaja y acab¨® metido en graves problemas, con un mal resultado y sujeto a cualquier andanada del M¨¦rida en los contragolpes.
Las dificultades del Madrid resultaron sorprendentes despu¨¦s de su brillante presentaci¨®n en el encuentro. El primer tercio del partido fue un mon¨®logo madridista, interpretado esencialmente, por Rinc¨®n y Redondo. El jugador colombiano parece rescatado de su decepcionante rendimiento en los primeros partidos del campeonato. Su interpretaci¨®n del puesto de Volante de ataque fue espl¨¦ndida: ayud¨® a tener el juego en la media, ech¨® un par de capotes defensivos y lleg¨® con facilidad y criterio al ¨¢rea del M¨¦rida.
La buena pinta del Madrid en aquellos minutos se concret¨® en varias ocasiones y en dos goles elaborados por Rinc¨®n y Redondo, como era de ley en aquellas circunstancias. En el primero, Rinc¨®n rebas¨® a un defensor por el callej¨®n del 10 y dej¨® la pelota en el segundo palo, donde apareci¨® G¨®mez para empujar la pelota a la porter¨ªa. Es el segundo del chico y uno de los pocos goles que ha conseguido esta temporada el Madrid con los centrocampistas exteriores. El gol de Redondo reuni¨® todas las cualidades que se le suponen: recuperaci¨®n de la pelota y habilidad en el regate.
No hab¨ªa lugar a las dudas: el, Madrid manejaba el encuentro y s¨®lo quedaba por ver su inter¨¦s por elevar la ventaja. Pero al, Madrid le entr¨® sue?o y se puso a dormir un poco. Se fue del partido en el sentido m¨¢s literal. Cuando volvi¨®, hab¨ªa recibido dos goles y se sent¨ªa seriamente amenazado por los contragolpes del M¨¦rida.La defecci¨®n madridista fue un acto de extraordinaria imprudencia, de equipo, sin instinto matador. El M¨¦rida marc¨® pronto su primer gol, que provoc¨® un efecto euforizante en las filas locales. Con un juego sencillo y vigoroso, el M¨¦rida aprovech¨® especialmente la velocidad de Quique Mart¨ªn para desestabilizar la defensa madridista, que no tuvo demasiada solvencia en este partido. Era m¨¢s posible en ese trecho el segundo gol del M¨¦rida que la reacci¨®n del Madrid. Por eso no sorprendi¨® a nadie el tanto de ?ngel Luis. Sin saberlo, el Madrid estaba, de rodillas y en grave peligro. Pero ah¨ª comenz¨® otro partido.La ¨²ltima media hora fue vibrante. El M¨¦rida se retir¨® r¨¢pidamente a su trinchera y . esper¨® la oportunidad del contragolpe, que lleg¨® en dos ocasiones que pudieron tumbar al Madrid. La primera fue un remate al palo de Quique Mart¨ªn y la segunda a¨²n pareci¨® m¨¢s concluyente: el peInalti a Urbano. Pero Buyo, que hab¨ªa realizado dos acciones barraqueras en la primera parte, se reh¨¢bilit¨® y despej¨® el tiro de Reyes. El Madrid se reh¨ªzo con entereza y buen f¨²tbol. Fue un regreso casi huracanado, con los dientes apretados y el deseo general de recuperar la victoria. La figura de Redondo adquiri¨® ent9nces un car¨¢cter gigantesco. Se jug¨® la vida en cada pelota. Por coraje o por habilidad desbord¨® una y otra vez, aunque ahora no estaba acompa?ado por Rinc¨®n, que pag¨® severamente el desgaste f¨ªsico. La contribuci¨®n de ?lvaro en la banda izquierda tambi¨¦n result¨® sobresaliente. Cada una de sus llegadas era un aviso de gol frente a Leal, que vio ocasiones de todos los colores en su porter¨ªa. El gol era inminente, o eso parec¨ªa. Pero el partido llevaba escrito un corolario de tipo moral: el Madrid, que record¨® sus mejores tiempos durante una hora del partido, se conden¨® a pagar. el precio de su displicencia, o del ataque de sue?o. Qui¨¦n sabe.
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