1996
Hay quien espera 1996 como el inicio de la segunda transici¨®n, inevitable transici¨®n entre la primera y la tercera. He pasado en Extremadura la noche de fin de a?o, con la retina llena de piedras y encinares, y el est¨®mago ah¨ªto de una cocina verdadera. Vuelvo a Andaluc¨ªa cada vez que quiero recuperar los sentidos, y a Extremadura cuando quiero comprobar que los extremos se tocan. El 1 de enero de 1996 nos asoma a un trimestre de espect¨¢culo electoral, sobre todo el que representa el presidente Gonz¨¢lez. Me recuerda un verso de Poeta en Nueva York., Hay barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos"..El a?o que ha terminado est¨¢ lleno de basuras democr¨¢ticas. Toda. democracia genera basuras, pero ?tantas? Y 1996 promete crueldades sociales porque se acerca la hora de la verdad de la convergencia europea y, lo han dicho los sabios, hay, que concertar las exigencias de una econom¨ªa internacionalizada con el bien com¨²n, desde una perspectiva social y particularizada en cada Estado. A medida que se acerquen, las elecciones, comprobaremos el mal pulso pol¨ªtico compartido porque ser¨¢n las elecciones del miedo, miedo a perder por demasiado, a ganar insuficientemente, a no . aprovechar, el fracaso ajeno. Mientras, poca atenci¨®n tendr¨¢ el mal estado en que ha quedado la divisi¨®n de pode res y la cultura de la militancia pol¨ªtica, a nivel de irracionalidad de hooligans. Pero es posible que desde 1978 no hayamos hecho otra cosa. que aprender a ser dem¨®cratas. Clemente Auger me dijo recientemente que los que nos opon¨ªamos a Franco no est¨¢bamos realmente imbuidos de un ¨¢nimo democr¨¢tico: simplemente se?al¨¢bamos con el dedo la evidencia de la falta de democracia ajena. Quiz¨¢ sea necesario este descorazonador aprendizaje. Quiz¨¢ sea evidente que s¨®lo tienen raz¨®n los d¨ªas laborables.
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