La ca¨ªda de New Gingrich
La reciente apertura de los archivos del comit¨¦ republicano de acci¨®n pol¨ªtica (GOPAC, siglas en ingl¨¦s), encabezado por Newt Gingrich desde 1986 hasta su prudente dimisi¨®n -presentada hace poco a causa del pleito de la Comisi¨®n Electoral Federal en relaci¨®n con la manipulaci¨®n ilegal de fondos a favor de Gingrich-, ha acelerado a¨²n m¨¢s la ca¨ªda en picado de la popularidad del pol¨ªtico. Actualmente es el presidente de la C¨¢mara de Representantes m¨¢s impopular de la historia del Congreso. El verdadero esc¨¢ndalo pol¨ªtico del GOPAC no es qu¨¦ la organizaci¨®n haya vertido dinero en la campa?a pol¨ªtica de Gingrich y otras actividades personales suyas, entre ellas el curso de historia en un peque?o colegio universitario de Georgia; esa clase de chanchullo financiero es m¨¢s viejo que Matusal¨¦n. La informaci¨®n incendiaria que han revelado los archivos del GOPAC ata?e al plan gradual de Gingrich para hacerse con el Partido Republicano, The New York Times, una de las principales instituciones moderadas incluida en la lista de objetivos de Gingrich, ha hecho p¨²blico con inusitado placer el sorprendente consejo de Gingrich a sus protegidos de que utilicen las teor¨ªas izquierdistas de Mao Zedong para la guerra de guerrillas como un manual derechista que deber¨ªa ser llevado a la pr¨¢ctica en tres etapas. (En uno de mis art¨ªculos para el EL PA?S me refer¨ª al grupo de Newt como una guerra de guerrillas. ?No sab¨ªa hasta qu¨¦ punto ten¨ªa raz¨®n!).La elitista Administraci¨®n de Bush despreciaba a Gingrich y tambi¨¦n al movimiento neoconservador pr¨®ximo a Reagan; ambos eran considerados como unos extra?os no deseados. En una maniobra indirecta que pas¨® inadvertida (mientras. Bush todav¨ªa era presidente), Gingrich y su grupo reclutaron activamente nuevos adeptos a su ideolog¨ªa (consideraban moribundo al Partido Republicano) y los prepararon para presentarse con un futuro programa republicano diferente. Durante el vac¨ªo creado en el partido cuando Bush perdi¨® las elecciones presidenciales, Gingrich y sus seguidores se hicieron r¨¢pidamente con el poder en el Partido Republicano. En la segunda etapa, como l¨ªderes del nuevo Partido Republicano, los grupos gingrichistas, entonces las facciones m¨¢s poderosas del partido, derrotaron a los dem¨®cratas. Estaban en situaci¨®n de poner en marcha la fase tercera: el plan para ganar el control del Congreso e iniciar inmediatamente un programa radical contra el Gobierno. En el seno del GOPAC, la operaci¨®n se calific¨® de "alta traici¨®n". En t¨¦rminos orwellianos, lo que ocurri¨® fue una revoluci¨®n dentro de una guerra. En t¨¦rminos norteamericanos constituye un movimiento ideol¨®gico y no la pol¨ªtica, normal de un partido pol¨ªtico. Estamos acostumbrados a peleas pol¨ªticas sucias y rastreras y a relaciones p¨²blicas que hacen de pol¨ªticos, pero no al idioma de golpes ideol¨®gicos radicales.
En la cena de gala organizada recientemente en el Hilton por la fundaci¨®n conservadora Manhattan Institute, el humor de los asistentes era menos animado que el a?o anterior. Robert Bartley, redactor jefe de The Wall Street Journal, present¨® a Irving Kristol, el guru intelectual de los neoconservadores, como el heredero ideol¨®gico del senador republicano conservador Barry Goldwater y del intelectual republicano William Buckley, as¨ª como el mentor de Newt Gingrich. No fue muy exacto. La formaci¨®n de Kristol ha sido la de un estudiante trotskista que, a finales de los a?os treinta, luchaba desde su c¨¦lula n¨²mero 1 en el City College contra los comunistas de la c¨¦lula 2. En los a?os cincuenta se convirti¨® en liberal de la l¨ªnea dura durante la guerra fr¨ªa y en los sesenta fue quitado de en medio por la extra?a contracultura de la d¨¦cada.
Kristol descubri¨® el Partido Republicano en la d¨¦cada de los setenta, cuando Reagan dio la bienvenida a sus filas al movimiento neoconservador. La. contribuci¨®n clave de Kristol fue una declaraci¨®n en la que afirm¨® que los republicanos sufr¨ªan de falta de ideas, prensa y fundaciones conservadoras. Se convirti¨® en un genio a la hora de corregir la situaci¨®n., Reagan y los neoconservadores formaban una cuadrilla armoniosa. Con su brillo intelectual nada hollywoodiense, los neoconservadores fortalec¨ªan la imagen simp¨¢tica del actor. De su boca pod¨ªan salir frases con unas sorprendentes palabras en griego antiguo, una r¨¢pida alusi¨®n a Francia durante la monarqu¨ªa de julio de Louis-Phillipe, un saludo a los federalistas por aqu¨ª, otro a los whigs por all¨¢, un r¨¢pido repaso a las virtudes victorianas y, mira t¨² por donde, se hab¨ªa llegado a la econom¨ªa de la oferta.
Un republicano sentado a mi lado en la gala del Manhattan Institute frunci¨® el ce?o y coment¨® sin venir a cuento que sus compa?eros de partido hab¨ªan ido demasiado lejos. "Las cosas se est¨¢n poniendo feas con la derecha religiosa". Dijo que el t¨¦rmino "conservadores econ¨®micos" que utilizaban para referirse a intelectuales como Kristol ten¨ªa connotaciones antisemitas. Inevitablemente, se desatar¨¢ un conflicto entre la derecha religiosa y los intelectuales urbanos. No est¨¢n hechos el uno para el otro.
Kris tol quiere que sus guerras culturales Sustituyan a la guerra fr¨ªa. Pero insistir en la idea de que la sociedad norteamericana carece de virtudes -algo que, aunque puede que sea cierto, no se puede achacar a un enemigo concreto- no es tan f¨¢cil como luchar contra un enemigo tan c¨®modamente monol¨ªtico como Stalin. Su p¨²blico se inquiet¨® cuando le aconsej¨® no dar dinero a las prestigiosas Harvard, Yale, etc¨¦tera. Su argumento era que las universidades corrompen la natural modestia sexual de los estudiantes por tener lavabos unisex y que los ricos no son conscientes de esta transgresi¨®n. Pero su advertencia contra la modernidad, Picasso y el posmodernismo, realmente es m¨¢s propia de las exc¨¦ntricas y eruditas revistas intelectuales para las que escribieron en su d¨ªa ¨¦l y sus partidarios. No tiene ninguna relaci¨®n con los angustiosos procesos de pensamiento del elector medio norteamericano, que teme ser destruido por la eliminaci¨®n de la Seguridad Social y las subvenciones m¨¦dicas y que ve c¨®mo se reducen sus oportunidades laborales. El gran problema de los republicanos es que no han presentado ning¨²n programa social constructivo en una ¨¦poca en que los ricos se han hecho sorprendentemente ricos y el resto del pa¨ªs sufre. Los electores votan seg¨²n su bolsillo, no seg¨²n virtudes abstractas; en cuanto a los ricos, quieren que su dinero vaya acompa?ado de prestigio.
Cuando, en los a?os cincuenta, el senador Joseph McCarthy cometi¨® el fatal error de ampliar su caza de brujas comunista e incluir en ella tanto al Ej¨¦rcito como a los poderes establecidos, ¨¦stos lo machacaron, aunque tard¨ªamente. A los sectores de los poderes establecidos que incluyen Harvard y Yale (ambas universidades, son canteras de presidentes) y a la "dama de rancia estirpe", The New York Times, no les gusta que se les ponga como sustitutos de los enemigos de la guerra fr¨ªa. Las rebeliones estudiantiles y las modas contraculturales no son serias; lo que si es serio es el fondo de donaci¨®nes de Harvard y el respaldo privado de museos como el Museum of Modern Art. ?stos son temas con los que no puede jugar un ardiente ex trotskista que padece una deformaci¨®n profesional similar a la de algunos ex comunistas, que est¨¢ resentido contra las ideas pol¨ªticas de Picasso, el mal gusto de Mapplethorpe y la cultura pop de Andy Warhol, y que quiere que Estados Unidos abrace las virtudes de la era victoriana, un tiempo y un lugar cuya ¨²nica relaci¨®n con Estados Unidos es el Masterpiece Theatre.
En el curioso potaje conservador radical que incluye a pensadores neoconservadores, ex marxistas y artiller¨ªa pesada como Newt Gingrich -cuyas ideas son una mezcla de ciberespacio y Mao-, a sure?os y a populistas de derechas del suroeste, adem¨¢s, por supuesto, de ala derecha religiosa, el odio a los liberales y al Gobierno es el ¨²nico denominador com¨²n. El atentado de Oklahoma, el asesinato del primer ministro israel¨ª Rabin, la dura cr¨ªtica de Colin Powell al negativo programa social republicano y su consiguiente rechazo a presentarse como candidato a la presidencia han sido pu?aladas pol¨ªticas contra los conservadores radicales. Se han puesto en tela de juicio sus lazos con los extremistas de derechas y el pa¨ªs ha dejado claro que ans¨ªa un candidato a la presidencia centrista y estable, un Roosevelt o un Eisenhower. Doce senadores dem¨®cratas y republicanos -el mayor n¨²mero desde 1896-, descontentos con el Congreso de Gingrich, han dimitido del Senado. Gingrich se ha convertido en un estorbo pol¨ªtico para su partido. La nueva campa?a televisiva de los dem¨®cratas afirma: Un voto para un republicano es un voto para Newt. Clinton prepara el regreso. Pero en un a?o puede pasar cualquier cosa.
Barbara Probst Solomon es escritora y periodista estadounidense.
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