El profesor Solchaga
El ex ministro empieza a dar clases de econom¨ªa en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
Cuatro de la tarde. Aula 312 de la Facultad de Ciencias Econ¨®micas de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), de Barcelona. Lleno total. Un centenar de alumnos de cuarto aguardan inquietos la llegada de su nuevo profesor. "Le vas a pedir un aut¨®grafo", interroga un rubiales con gafas al compa?ero sentado a su lado. "S¨ª, hombre, y qu¨¦ m¨¢s", responde ¨¦ste en plan pasota. Cuatro y cinco. Hace su entrada en clase Carlos Solchaga, con traje azul marino y corbata del mismo color con dibujitos. Sube a la tarima. Revuelo. Mireia, habladora y pizpireta, no puede reprimir el comentario: "No es demasiado guapo". Lo observa de pies a cabeza y vuelve a la carga: "Tampoco me lo imaginaba tan bajito".El que fue ministro de Econom¨ªa y Hacienda entre 1985 y 1993 trabajar¨¢ este trimestre como profesor asociado de la UPF e impartir¨¢ -conjuntamente con la decana, Teresa Garc¨ªa-Mil¨¢- la asignatura econom¨ªa espa?ola, una materia que con toda probabilidad domina a la perfecci¨®n. Ayer se estren¨® como profe. Hac¨ªa 25 a?os que no pisaba un aula de universidad: desde que, en los a?os setenta, dio clases de econom¨ªa en la Complutense de Madrid. En su primer d¨ªa, Solchaga dedic¨® tres cuartos de hora a explicar el programa de la asignatura. En resumen, ser¨¢n 10 lecciones, a lo largo de las cuales el flamante profesor pasar¨¢ revista, a la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola del periodo 1985-1992. De esta etapa, dijo: "Alguna de las culpas, y no s¨¦ si alg¨²n beneficio, sin duda recaen en determinadas decisiones que hube de tomar".
El profesor Solchaga destac¨® que su asignatura tiene una finalidad b¨¢sicamente pr¨¢ctica. "No quisiera", se dirigi¨® a los alumnos, que a esas alturas ya estaban metidos en harina, "que, al acabar los estudios, se sintieran como nos sentimos quienes los acabamos hace unos cuantos a?os, convencidos de que todo aquello que hab¨ªamos estudiado no ten¨ªa ninguna aplicaci¨®n".
A rengl¨®n seguido, y sin abandonar el tono nost¨¢lgico, anunci¨® que iba a detallar el programa de la asignatura, "algo", record¨®, "que en mis tiempos no era muy comun".
"No me gustar¨ªa ser como aquel profesor m¨ªo que cada d¨ªa se sacaba un conejo nuevo de la chistera, porque eso significaba que deb¨ªamos ir a los libros despu¨¦s de la clase, una mala costumbre que espero que no tengan ustedes".
Esta fue una de las pocas -por no decir la ¨²nica- bromas que se permiti¨® durante toda la lecci¨®n. Una broma que dio pie a que Mireia -que hab¨ªa podido, permanecer callada hasta ese momento- comentara, socarronamente a una colega: "Qu¨¦ chico, tan ir¨®nico".
Despu¨¦s de la presentaci¨®n de la materia, y sin tregua, Solchaga se lanz¨® a la teor¨ªa pura y dura. Coloc¨® unas transparencias sobre un difusor de luz y aparecieron gr¨¢ficos con curvas azules y rojas sobre una pantalla colocada frente a la pizarra. Los alumnos, bol¨ªgrafo en ristre, empezaron a emborronar los folios con apuntes y f¨®rmulas.
S¨®lo Mireia -quien finalmente confes¨® que es alumna de tercero y que ¨²nicamente hab¨ªa querido asistir a la clase para ver a Solchaga de cerca y decidir si el pr¨®ximo curso se matricular¨ªa de la asignatura- se permit¨ªa alguna que otra gracia: "No habla como un profesor, habla como un pol¨ªtico", opinaba.
La dicharachera estudiante intent¨® en todo momento charlar en voz baja para no molestar a sus compa?eros de cuarto curso, pero una vez casi no lo consigue. Fue con motivo de una de los latiguillos que el ex ministro comparte con el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez. "Por consiguiente", pronunci¨® Solchaga y Mireia estuvo a punto de caerse del banco. "Ya estamos", alcanz¨® a articular. Unos asientos m¨¢s adelante, una alumna muy interesada en las explicaciones del profesor la reprendi¨®: "Chissssss".
Al acabar, los de cuarto estaban encantados. David reconoci¨® que "es un aliciente" tener a tan famoso profesor, Silv¨ªa encontr¨® la lecci¨®n "rn¨¢sparecida a una conferencia que a una clase". Solchaga se fue sin encender ni un pitillo. O ha dejado el vicio o se lo pas¨® bien. O tal vez hizo caso a la norma de la UPF que proh¨ªbe fumar en clase.
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