El Madrid contin¨²a su proceso de audodestrucci¨®n
El Rayo mantuvo el resultado sin grandes apuros ante la impotencia madridista
Saturno devora a sus hijos: el proceso de canibalizaci¨®n del Madrid contin¨²a imparable. La derrota frente al Rayo precipit¨® la destituci¨®n de Jorge Valdano, el s¨¦ptimo t¨¦cnico del equipo en seis temporadas. La cifra, por alarmante, habla de la falta de rigor, criterio y altura de miras de las recientes directivas madridistas. En algunos casos, la torpeza de la clase dirigente s¨®lo est¨¢ superada por el resentimiento y la crueldad, como ocurre con este hombre, Stampa Jr., que todav¨ªa ayer volv¨ªa a apu?alar a Valdano, cuando el t¨¦cnico estaba ca¨ªdo e indefenso. Gente de este pelaje ha tra¨ªdo la desgracia al Madrid, que camina sin identidad desde hace vanos a?os, sujeto al destino incierto del d¨ªa a d¨ªa, como los clubes de medio pelo. Esa il¨®gica ha llevado al Madrid a su actual estado de postraci¨®n y ha quemado a otro entrenador, un t¨¦cnico singular, capaz de alentar una corriente c¨ªvica y apasionada en el f¨²tbol espa?ol. Pero el proceso de autofagia del Madrid es implacable. Nada puede resistirse a la m¨¢quina de destrucci¨®n de un club ca¨®tico, anticuado y brutal.El partido s¨®lo sirvi¨® para certificar la destituci¨®n de Valdano, sometido al desgaste que provoca la falta de confianza de los dirigentes y goteo de malos resultados. Ten¨ªa raz¨®n Cappa cuando dijo que al Madrid le faltaba un proyecto, la clase de idea generosa y estable que se asocia al Milan, Ajax, Barca o Liverpool, por citar las cuatro referencias indispensables en el f¨²tbol contempor¨¢neo. Metido en un proceso degradatorio, pod¨ªa esperarse una nueva cat¨¢strofe frente al Rayo, porque el Madrid es accesible para cualquiera en estos momentos. Le aprieta la angustia, el mismo horror al vac¨ªo que ha provocado sucesivos desplomes en las ¨²ltimas temporadas. De frente ante la adversidad, el equipo se ha sentido solo y temeroso. Y en estas condiciones es presa de cualquier rival.
En una tarde invernal, extraordinariamente fastidiosa para jugar al f¨²tbol, el Madrid ofreci¨® todos los signos que le han llevado esta temporada al desastre. Todos y cada uno de los defectos del equipo aparecieron multiplicados frente al Rayo, que aprovech¨® la oportunidad de abatir a un equipo desfigurado. Valdano abri¨® toda la baraja y puso en juego a tirios y troyanos, a sus leales y a la facci¨®n cr¨ªtica. Pero la decepci¨®n fue la misma. El Madrid no tuvo recursos ni juego para superar la densa trama defensiva del Rayo. En algunos lleg¨® a sospecharse que falt¨® coraz¨®n. Zamorano, que ha sido un modelo de coraje durante su etapa madridista, dio una impresi¨®n escandalosa de pasividad, de desafecto por un partido que llevaba a su equipo a la ruina.
La alineaci¨®n convocaba a la reconciliaci¨®n. El retorno de Laudrup y el pronto ingreso de Michel tuvo un aspecto atractivo para un gran sector del madridismo, que ha reclamado insistentemente la presencia de estos dos jugadores. El regreso de Alkorta se explicaba desde los descalabros que ha sufrido. la defensa. Pero la pesadilla defensiva prosigui¨®: el, Rayo marc¨® en su primer contragolpe. La inmediata contestaci¨®n de Ra¨²l no impidi¨® que se instalara, en Chamart¨ªn un clima de pesimismo. Cualquiera que llega al ¨¢rea de Buyo, hace un gol.
Los problemas del Madrid comenzaron por la falta de comunicaci¨®n entre los jugadores. Esta vez no vol¨® el bal¨®n hacia el ¨¢rea, como sucedi¨® frente al Espanyol El. equipo intent¨® cuidar la pelota a pesar del dificultoso estado del campo. Sin embargo, el ejercicio con la pelota tuvo un aspecto irrelevante, medio trist¨®n. La pobreza futbol¨ªstica estaba relacionada en gran medida con causas muy simples. Casi nadie entendi¨® la primera regla del juego: tocar y moverse. Varados como paquebotes, los jugadores se obligaban a recibir al pie y de espaldas a la porter¨ªa Para los defensas del Rayo result¨® una ventaja decisiva en su trabajo.La crisis de juego fue relativamente bien asumida por el p¨²blico hasta el segundo gol del Rayo. Hasta entonces, la irritaci¨®n de la hinchada se dirig¨ªa exclusivamente a Fredy Rinc¨®n, que. mantiene diferencias irreconciliables con una afici¨®n que le tiene ojeriza desde el primer d¨ªa. El partido fue un calvario para el centrocampista colombiano, un jugador que no tiene la presencia de ¨¢nimo para soportar la embestida que viene de, la grada. Termin¨® borrado del partido y probablemente del Madrid.
Mientras el personal cuestionaba por activa y por pasiva a Rinc¨®n, el equipo ten¨ªa graves dificultades en otros sectores. La primera parte fue un ejercicio casi en solitario de Redondo. Pero el Madrid pagaba el peaje de la ausencia de juego en las bandas, donde nunca surgieron los laterales. Con el tiempo, el n¨²mero de jugadores por detr¨¢s de la pelota comenz¨® a crecer en la misma proporci¨®n que aumentaban las posibilidades de derrota. Fuera de Redondo, la ¨²nica v¨ªa de desborde estaba en Laudrup, pero su aportaci¨®n fue muy escasa. Laudrup no tuvo peso en el partido. Su inconsistencia era la misma del equipo, que nunca tuvo un aspecto s¨®lido y ganador.
Las referencias del Rayo tambi¨¦n fueron escasas. Convirti¨® dos de sus tres ocasiones y guard¨® su porter¨ªa con bastante facilidad. Nunca se vio en aprietos graves, sobre todo en la segunda parte, que le rindi¨® excelentes beneficios en todos los sentidos. El campo, que era un charco, favorec¨ªa el inter¨¦s defensivo del Rayo, satisfecho con el empate. El resto corri¨® de parte del Madrid, cada vez m¨¢s fatigado. Quedaba la parte reservada a los errores defensivos, que se producen un partido s¨ª y otro tambi¨¦n. Este no fue una excepci¨®n. El protagonista fue Hierro, que entreg¨® mal la pelota junto a su ¨¢rea y permiti¨® el pase. final a Guilherme. As¨ª que Hierro tom¨® el lugar de Rinc¨®n en el banquillo de los acusados. El p¨²blico le silb¨® hasta el ¨²ltimo minuto, en una muestra de la distancia que se ha abierto entre el jugador y una parte considerable de la afici¨®n. Son las consecuencias imprevistas de esta temporada singular, desastrosa para un equipo cada vez m¨¢s torturado por el mal juego y los decepcionantes resultados.
El desenlace del partido result¨® terrible para los madridistas. No les quedaban juego ni fuerzas. Era un equipo que admit¨ªa su condici¨®n de derrotado, superado por los acontecimientos y por la din¨¢mica de un club que prosigue su proceso autodestructivo.
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