Uno de los grandes del siglo
Cuando, en 1914, el austriaco Otto Kraus se instal¨® en Las Palmas, pod¨ªa so?ar muchas cosas pero acaso no contaba entre ellas con la de dar al mundo de la l¨ªrica uno de los grandes tenores del siglo: su hijo Alfredo Posiblemente, ni el mismo Kraus Trujillo lo supon¨ªa al formar parte del coro de peregrinos o al sumar su voz a la coral de la Sociedad Filarm¨®nica en sus a?os juveniles.Sin embargo, no pasar¨ªa demasiado tiempo para que el ni?o nacido en, 1927, en el t¨ªpico barrio de La Vegueta, debutara por partida doble en El Cairo, como duque de Mantua, y en Madrid, como Fernando en Do?a Francisquita. Estoy seguro de que ya entonces Alfredo Kraus se hab¨ªa trazado su camino: hacer perdurar la voz que Dios le hab¨ªa dado, ese instrumento dif¨ªcil cual ninguno, y mantenerlo al servicio de la m¨²sica entendida con rigor de pensamiento y preciosismo de estilo.Para la mayor¨ªa del p¨²blico madrile?o la sorpresa se produjo en Do?a Francisquita, con la que la Sociedad de Autores reinaugur¨® el teatro de. la Zarzuela, que hab¨ªa estado a punto de pasar a la historia en todos los t¨¦rminos de la frase, lo que sucedi¨® en la noche del 13 de octubre de 1956, en funci¨®n de gala, con montaje de Jos¨¦ Tamayo, escenario de Burgos, direcci¨®n musical de Od¨®n Alonso y coreograf¨ªa de Alberto Lorca. Con la c¨¦lebre Romanza "por el humo se sabe d¨®nde est¨¢ el fuego", Alfredo Kraus situ¨® la llama en el ardoroso entusiasmo del p¨²blico: hab¨ªa nacido un divo aut¨¦ntico y sabio, tan conocedor de su stradivarius vocal que, despu¨¦s de 40 a?os, sigue en la brecha cosechando triunfos y, por a?adidura, dictando sus ense?anzas en la Escuela Superior Reina Sof¨ªa.Due?o de una t¨¦cnica perfecta, Kraus fue minuciosamente leal al repertorio que mejor le conviene y toda su trayectoria podr¨ªa resumirse as¨ª: recrear en sus or¨ªgenes el belcantismo de uno u otro estilo, en una u otra lengua y, adem¨¢s, conseguir que se le entienda cuanto dice con prurito de acad¨¦mico de la lengua. Inmediatamente Kraus fue Almaviva, Rodolfo, Werther, Hoffmann, Edgardo, Nemorino, Fernando o Don Pasquale. Y contin¨²a siendo todos y cada uno de sus personajes. "Anoche se estren¨® Werther en Par¨ªs", escribi¨® un cr¨ªtico franc¨¦s cuando lo encarn¨® el tenor espa?ol.
Hace bien Alfredo Kraus y hacemos muy bien todos al festejar su carrera cuando todos sus m¨¦ritos y dones permanecen vivos, pues los homenajes cuando son "adi¨®s al pasado" tienen mucho de triste. No sucede igual cuando se alzan como salutaci¨®n optimista al presente cargado de experiencias y pleno de resonancias universales. Kraus sigue, nos da su arte y nos ofrece sus lecciones magistrales cada vez que canta. Tras cuatro d¨¦cadas vuelve a sorprendernos desde un escenario madrile?o.
Babelia
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