?Listas abiertas y desbloqueadas?
La pol¨¦mica sobre nuestro sistema electoral y, especialmente, sobre la estructura y la confecci¨®n de las listas resurge, una y otra vez, cuando se acercan nuevas elecciones. En general, se acusa al sistema actual de listas de ser la causa principal del alejamiento entre los electores y los elegidos. Y tambi¨¦n de ser una de las causas de la p¨¦rdida de prestigio de los partidos pol¨ªticos. Una parte de esta acusaci¨®n es cierta, sin duda alguna. Pero s¨®lo una parte. Estos distanciamientos tienen otras causas, algunas de ellas m¨¢s poderosas que el sistema electoral.Para bien y para mal somos tributarios de una determinada historia y de una determinada cultura pol¨ªtica. Nuestro sistema electoral se ha formado y desarrollado en unas circunstancias muy particulares y es imposible hacer un balance de sus resultados y de sus insuficiencias sin tener en cuenta una serie de factores que han actuado sobre ¨¦l y, en algunos casos, lo han deformado. As¨ª, por ejemplo, se habla mucho de las listas y de sus defectos, pero las elecciones legislativas y las auton¨®micas est¨¢n marcadas esencialmente por la confrontaci¨®n medi¨¢tica entre los candidatos a presidente del Gobierno o de la comunidad, una figura que no existe en la legislaci¨®n electoral ni se contempla as¨ª en la Constituci¨®n.
Quiero decir con esto que muchos de los defectos que se imputan al sistema electoral no se deben estr¨ªctamente a ¨¦l sino aun conjunto de causas en las que se rnezclan reminiscencias y usos del pasado, debilidades y rigideces de los propios partidos, prepotencias de los grandes medios de comunicaci¨®n, restos de una cultura pol¨ªtica personalista en la que s¨®lo cuentan los grandes l¨ªderes, falta de una tradici¨®n de participaci¨®n activa de los ciudadanos en la cosa p¨²blica, resultado todav¨ªa, precario de los intentos de movilizaci¨®n y de organizaci¨®n al margen de los partidos, como las ONG, dificultades para hacer surgir una nueva pr¨¢ctica y w.ia nueva organizaci¨®n sindica les, restos de la vieja mentalidad centralista, etc¨¦tera.
Tampoco tienen mucho que ver las listas y el conjunto del sistema electoral con la crispaci¨®n y la extrema dureza de nuestra vida pol¨ªtica. S¨ª tienen que ver, en cambio, otros factores, y muy especialmente uno, a saber: la divisi¨®n radical entre Una derecha hist¨®ricamente prepotente acostumbrada a gobernar siempre y que s¨®lo se concibe a s¨ª misma como fuerza de gobierno o, m¨¢s exactamente, como la ¨²nica fuerza de, gobierno, leg¨ªtima, y una izquierda acostumbrada a la marginaci¨®n que apenas ha gobernado y cuando lo ha hecho, como en los ¨²ltimos trece a?os, ha sido con la Sensaci¨®n de estar como realquilada en territorio ajeno, en el seno de unos aparatos de Estado que no estaban hechos para ella. Por eso las contiendas electorales son todav¨ªa tan duras y crispadas, por eso la pelea electoral a¨²n no es entre adversarios sino entre enemigos. Por eso aqu¨ª es impensable que los miembros de un mismo Gobierno o de un mismo partido puedan defender posiciones radicalmente contrarias y seguir conviviendo en ¨¦l. O que se pueda formar una gran coalici¨®n entre las dos, principales fuerzas pol¨ªticas. O incluso que se pueda intentar seriamente una coalici¨®n con otras fuerzas menores. Es dif¨ªcil saber, por consiguiente, d¨®nde est¨¢ la causa y d¨®nde. el efecto, si el sistema electoral bloquea la vida pol¨ªtica o si esta cultura pol¨ªtica bloquea el sistema electoral y eleva su rigidez a un grado extremo.
Sin embargo, es cierto que hay muchas cr¨ªticas contra el sistema electoral y muy particularmente contra las listas y su elaboraci¨®n. Lo que se critica de las listas es que sean cerradas y bloqueadas, y lo que se critica de su elaboraci¨®n es que se decidan por las c¨²pulas de los partidos. Hay que decir al respecto que, si al principio se opt¨® por las listas cerradas y bloqueadas, fue porque nuestra democracia se pon¨ªa en marcha con unos partidos pol¨ªticos d¨¦biles y biso?os, que carec¨ªan de cuadros calificados y de experiencia, y hab¨ªa que arbitrar un sistema que fortaleciese a los partidos, que consolidase sus estructuras internas y que favoreciese su extensi¨®n por todo el territorio espa?ol de la manera m¨¢s homog¨¦nea posible. Y aunque es evidente que las circunstancias de hoy no son las de entonces, tambi¨¦n lo es que este problema en buena parte sigue subsistiendo.
?En qu¨¦ puede consistir la posible soluci¨®n? Abrir las listas significa que cada elector puede confeccionar su propia lista con candidatos de las diversas listas que se presenten. Desbloquearlas significa que cada elector puede variar el orden en que est¨¢n situados los candidatos dentro de cada lista. Abrir las listas significa, por consiguiente, cambiar de arriba a abajo el sistema electoral. Desbloquearlas, introducir una leve reforma.
Personalmente, creo que, teniendo en cuenta la estructura y, sobre todo, la cultura pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs, la apertura total de las listas nos podr¨ªa llevar a un aut¨¦ntico caos, con mayor¨ªas y minor¨ªas ins¨®litas y con serios problemas de funcionamiento del Parlamento. Por consiguiente, creo que hay que descartarla totalmente.
Desbloquear las listas puede significar un elemento de renovaci¨®n que puede dar satisfacci¨®n a una parte de los electores y hacerles sentirse m¨¢s creadores y m¨¢s art¨ªfices directos del proceso electoral. Pero tambi¨¦n puede tener efectos negativos y complicar todav¨ªa m¨¢s las cosas. Una lista desbloqueada, por ejemplo, puede provocar una fuerte confrontaci¨®n entre los propios candidatos de una misma lista, porque, adem¨¢s de defender con mayor o menor ardor el mismo programa, cada candidato luchar¨¢ contra los que le precedan en la lista para desbancarlos y ocupar su lugar. De hecho, este sistema funcion¨® en Italia y, no dio ning¨²n resultado positivo.
Pero es que, adem¨¢s, ya hemos experimentado algo parecido a un sistema de listas abiertas y desbloqueadas: me refiero al sistema de elecci¨®n de los senadores. Pues bien, la experiencia ense?a que los resultados del Senado no difieren mucho de los del Congreso. Y todo el mundo sabe que en las listas de candidatos al Senado tiene una importancia decisiva el orden alfab¨¦tico de los candidatos, pues una parte muy significativa de los electores vota sistem¨¢ticamente a los tres primeros de la lista general y ¨²nica, o sea, a los que tienen apellidos que les colocan alfab¨¦ticamente en los primeros lugares. En definitiva: en las candidaturas al Senado o se vota en bloque lo que proponen los partidos o se vota mayoritaria
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