El a?o del optimismo
Una ceremonia innecesariamente larga (casi tres interminables horas), ni mejor ni peor de lo que suelen ser las del modelo can¨®nico, las de la Academia de Hollywood; un gui¨®n del acto, de Joaqu¨ªn Oristrell, el escritor m¨¢s en forma del cine espa?ol, que abund¨® en hallazgos pero tambi¨¦n en di¨¢logos perfectamente prescindibles -Nathalie Sese?a a Loles Le¨®n: "Loles; ?a ti qui¨¦n te ha montado mejor?"... para presentar el mejor montaje, claro-; un discurso alentador del presi dente de la Academia, Jos¨¦ Luis Borau, resaltando "la mejor¨ªa del cine espa?ol que ha progresado estrepitosamente" en el ¨²ltimo a?o; un reparto salom¨®nico de premios entre las dos grandes, y justas, acaparadoras denominaciones que no oculta, empero, el claro triunfo de Nadie hablar¨¢ de nosotras cuando hayamos muerto sobre El d¨ªa de la bestia. Tampoco falt¨® el ol¨ªmpico desprecio, otro a?o m¨¢s, por el trabajo de Pedro Almod¨®var, cuya pel¨ªcula, La flor de mi secreto, hab¨ªa acaparado ocho nominaciones y no se llev¨® absolutamente nada. Y conste que esta vez el manchego no se merec¨ªa tama?o olvido. Este balance de urgencia puede resumir a grandes rasgos lo que fueron estos X Premios Goya de la Academia, unos galardones en los que hubo lugar para todo, desde el curioso triunfo de la familia Bardem, con todo merecimiento -Pilar fue la mejor actriz de reparto; Javier, su hijo, el mejor protagonista masculino, y el primo de ¨¦ste, Miguel, obtuvo el premio al mejor cortometraje de ficci¨®n-hasta el detalle entra?able del galard¨®n al mejor secundario, para el inefable, fant¨¢stico veterano Luis Ciges por su trabajo en As¨ª en la tierra como en el cielo.
Desgraciadamente, tambi¨¦n hubo la triste ocasi¨®n para la omisi¨®n del trabajo de los extranjeros en ¨¦l cine espa?ol, ya anunciado por el absurdo olvido de los miembros de la Academia en las nominaciones para la pel¨ªcula m¨¢s implacable del a?o, Tierra y libertad, de Ken Loach, un filme sobre un tema hondamente espa?ol, rodado con capital hispano y en hispanas tierras. El solitario reconocimiento a la extraordinaria revelaci¨®n de Rosana Pastor como actriz novel en el filme fue la ¨²nica, parca, triste. recompensa que ¨¦ste obtuvo. Tampoco se acord¨® nadie de los efectos especiales, soberbios, de la producci¨®n franco-espa?ola La ciudad de los ni?os perdidos; ni de Vittorio Storaro, nominado por la fotograf¨ªa de Flamenco y saludado desde el escenario por el ganador, Javier Aguirresarobe -por Ant¨¢rtida- como el maestro. Ni, en fin, las dos nominaciones del gran Federico Luppi, mejor protagonista y secundario, valieron de nada frente a, respectivamente, Javier Bardem y Luis Ciges. ?Una interpretaci¨®n demasiado localista del oficio?
Pel¨ªcula comprometida
Pero m¨¢s all¨¢ de todo esto, no cabe duda de que los ocho premios de Nadie hablar¨¢... son el triunfo de una pel¨ªcula social y pol¨ªticamente comprometida, una ficci¨®n sorprendente como ¨®pera prima, torrencial, generosa: un triunfo sin reproches. Pero el ¨¦xito de Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, premiado igualmente por el gui¨®n de su filme, y considerado tambi¨¦n mejor director novel, hay que situarlo en la misma coordenada en que se mueve El d¨ªa de la bestia, una segunda pel¨ªcula, que, a pesar de su evidente etiqueta gen¨¦rica, ha servido para demostrar el literal estallido de un talento de la narraci¨®n, Alex de la Iglesia, a quien cabe augurarle un futuro por lo menos tan brillante como el de su competidor D¨ªaz Yanes. Ten¨ªa raz¨®n Borau cuando se congratulaba del descenso de la edad media de los miembros de la Academia: algo se est¨¢ moviendo en el cine espa?ol, algo que viene de manos j¨®venes, y es esto lo mejor que le puede pasar a una cinematograf¨ªa necesitada de p¨²blico, de ofertas diferenciadas, de ficciones solventes. Este a?o, en fin, las cosas parecen estar cambiando: ha llegado tal vez el tiempo del optimismo.
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