Paquita lleg¨® en la l¨ªnea 37
El padre de una ni?a que naci¨® hace 32 a?os en un autob¨²s reclama las promesas del alcalde
El 9 de octubre de 1963, Francisco Barag¨¹itia, un vigilante municipal de 31 a?os, cogi¨® el autob¨²s n¨²mero 37 en la madrile?a calle de B¨¢rbara de Braganza acompa?ado de su mujer C¨¢ndida y su hija Mari Angeles, de apenas tres a?os. Cuando se baj¨®, en la calle de Montesa, unos minutos m¨¢s tarde, la familia se hab¨ªa incrementado con un nuevo y sonrosado miembro de 3.200 gramos llamado Paquita. El beb¨¦ acapar¨® la atenci¨®n de los madrile?os por esta ins¨®lita manera de llegar al mundo y la prensa titul¨® con un deseo para la reci¨¦n nacida: "Esperamos que todo le vaya sobre ruedas". Nunca en la historia de los transportes p¨²blicos de la capital hab¨ªa ocurrido algo as¨ª y la Empresa Municipal de Transportes (EMT) regal¨® a esta adelantada usuaria un pase vitalicio que Paquita, m¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s, sigue utilizando.En su casa de Vallecas, Francisco, de 63 a?os y jubilado desde hace 18, cuenta el coraje que tuvo que echar aquella fr¨ªa madrugada de hace seis lustros para ayudar a nacer a su hija. La familia viv¨ªa entonces en una pensi¨®n de la calle de Piamonte. C¨¢ndida, la madre -fallecida recientemente- hab¨ªa regresado de C¨¢ceres hac¨ªa pocos d¨ªas. Una comadrona extreme?a le hab¨ªa asegurado que el parto no se presentar¨ªa antes de un mes y la joven embarazada no quer¨ªa estar tanto tiempo fuera de Madrid.
"Mi mujer no sab¨ªa leer ni escribir y no recordaba cu¨¢ndo sal¨ªa de cuentas. La madrugada del d¨ªa 9 de octubre, a las cuatro de la ma?ana, empez¨® a quejarse y a las cinco no pod¨ªa m¨¢s", recuerda Francisco. "La examin¨¦ y comprob¨¦ que la ni?a ten¨ªa pr¨¢cticamente la cabeza fuera. Arrop¨¦ con la gabardina a mi hija de tres a?os, cog¨ª con cuidado a C¨¢ndida y como pude baj¨¦ los cuatro pisos de la pensi¨®n y sal¨ª a la calle a pedir ayuda. El sereno, cuando me vio, corri¨® hacia la Castellana para pillar un taxi. Me temblaban las piernas. Ve¨ªa que la criatura empujaba cada vez m¨¢s y tem¨ªa que se cayera. Hac¨ªa un fr¨ªo terrible y la situaci¨®n era desesperada. Pens¨¦ que mi mujer se morir¨ªa en la acera. No paraba de llorar. De pronto vi que se acercaba un autob¨²s. Me puse delante y casi, me atropella. Le expliqu¨¦ la situaci¨®n al conductor y nos dej¨® subir".
Francisco coloc¨® a C¨¢ndida en el asiento del cobrador. Pidi¨® ayuda a los somnolientos pasajeros que se dirig¨ªan al trabajo. ¨²nicamente viajaba una mujer y se neg¨® a colaborar alegando que jam¨¢s hab¨ªa tenido hijos y no sab¨ªa de qu¨¦ iba la cosa. S¨®lo un joven militar de Aviaci¨®n, que se dirig¨ªa al cuartel, se ofreci¨® voluntario. "Mientras ¨¦l sujetaba a mi mujer yo tiraba despacito de la ni?a. El conductor pregunt¨® a los viajeros si les importaba que se desviara de la ruta para dirigirse al equipo quir¨²rgico de Montesa. Nadie se opuso".
Cuando sub¨ªan por la calle de Recoletos naci¨® Paquita. "Nada m¨¢s salir la criatura, el militar se cay¨® redondo al suelo porque, la verdad, es que el espect¨¢culo no es muy agradable. Yo no sab¨ªa a qui¨¦n atender. A todos los hombres nos deber¨ªan preparar para un caso as¨ª. Yo lo que sab¨ªa era por las pel¨ªculas.- Cort¨¦ el cord¨®n umbilical por la mitad y les hice un nudo. Me quit¨¦ la camisa e hice con ella un tap¨®n para detener la hemorragia de mi mujer. A la ni?a, igual que hab¨ªa visto en las pel¨ªculas, la puse boca abajo, le di unos azotes, y se ech¨® a llorar. Los m¨¦dicos de Montesa se quedaron impresionados: me dijeron que hab¨ªa salvado la vida de las dos. A los tres d¨ªas madre e hija estaban totalmente recuperadas y en casa", relata el padre. El improvisado comadr¨®n, que se define como tranquilo, decidido y previsor, dice que sali¨® todo bien: "Tuve un temple bueno y no me ech¨¦ para atr¨¢s", y a?ade que le gustar¨ªa volver a ver al conductor que tan amablemente se port¨®. Nunca m¨¢s volvi¨® a encontrarse con ¨¦l y no recuerda su nombre. "Pero en la EMT seguro que s¨ª lo saben", puntualiza.
El conde de Mayalde, entonces alcalde de Madrid, decidi¨® apadrinarla, le regal¨® la primera canastilla y la nombr¨® hija adoptiva del Ayuntamiento. Tambi¨¦n le prometi¨®, asegura Francisco, que cuando Paquita creciera le facilitar¨ªan una vivienda y un puesto de trabajo. La ni?a fue bautizada en la iglesia de Las Salesas y aunque el alcalde no fue personalmente a la ceremonia, envi¨® una representaci¨®n municipal. "Despu¨¦s me recibi¨® en audiencia y me reiter¨® las promesas. Me asegur¨® que mi hija iba a quedar protegida", insiste.
Por desgracia, el deseo del regidor y de los periodistas madrile?os de que a Paquita -que tiene 32 a?os y no desea aparecer en este reportaje ni hacer declaraciones- le marcharan las cosas sobre ruedas no se cumpli¨®. "Est¨¢ separada, tiene dos ni?as y no tiene trabajo. La ¨²nica ayuda econ¨®mica con la que cuenta es la m¨ªa", se lamenta Francisco, quien est¨¢ convencido de que las promesa! no tienen fecha de caducidad y sigue luchando para lograr que se cumplan los compromisos municipales. "Hace a?os solicit¨¦ una vivienda para la chica alegando la promesa del conde de Mayalde. Me dijeron que se hab¨ªa perdido el expediente. Hubo quien me contest¨® que si el piso me lo hab¨ªa prometido uno de derechas, pues que se lo pidiera a uno de derechas. Tuve que recurrir al Defensor del Pueblo, quien me dio la raz¨®n, y despu¨¦s de m¨¢s de cien cartas, el Ivima le adjudic¨® a mi hija un piso de alquiler", concluye.
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