La moneda har¨¢ Europa
En su reuni¨®n de Madrid del pasado 15 de diciembre, el Consejo Europeo confirm¨® solemnemente que la entrada en vigor de la moneda ¨²nica ser¨¢ el 1 de enero de 1999.Todo parec¨ªa estar conforme, pero desde hace algunas semanas ha vuelto ha inflamarse el debate, la Uni¨®n Monetaria est¨¢ siendo cuestionada y por todas partes se discute su credibilidad. Es un debate justificado, pues se trata de la mayor reforma monetaria nunca realizada y en la que al menos seis o siete pa¨ªses, habitados por m¨¢s de 170 millones de personas, van a cambiar sus monedas nacionales por una moneda ¨²nica. Pero tambi¨¦n es confuso, pues en ¨¦l se mezclan los aspectos pol¨ªticos, monetarios y psicol¨®gicos del problema. Para clarificarlo, recordemos que se discute sobre dos cuestiones: la fecha de entrada en vigor de la nueva moneda y las condiciones a cumplir por los pa¨ªses participantes.El Tratado de Maastricht zanja la cuesti¨®n de la fecha, pues prev¨¦ dos fechas para la Uni¨®n Monetaria: una fecha a partir de la cual la Uni¨®n Monetaria se hace posible: el 1 de enero de 1997, y otra por la que se convierte en obligatoria: el 1 de enero de 1999. S¨®lo un Estado, Luxemburgo, cumplir¨¢ el 1 de enero de 1997 las condiciones para entrar en la Uni¨®n Monetaria. ?se no ser¨¢ el caso ni de Alemania ni de Francia. Por lo tanto, la Uni¨®n Monetaria no ser¨¢ posible en esa fecha.
Por el contrario, seg¨²n los t¨¦rminos del Tratado de Maastricht, la Uni¨®n Monetaria entrar¨¢ obligatoriamente en vigor el 1 de enero de 1999 para "todos los miembros de la Uni¨®n Europea que cumplan las condiciones necesarias para la adopci¨®n de una moneda ¨²nica".
Esta fecha no puede retrasarse, como algunos imaginan, sin una revisi¨®n del Tratado de Maastricht, aprobado por los Parlamentos o ratificado mediante refer¨¦ndum en los 15 Estados miembros. Si se recuerda lo dif¨ªcil que fue esa ratificaci¨®n es f¨¢cil imaginar los problemas pol¨ªticos casi insuperables que traer¨ªa consigo una renegociaci¨®n y una nueva ratificaci¨®n. S¨®lo Dinamarca y Reino Unido tienen una cl¨¢usula de excepci¨®n.
Los inconvenientes pol¨ªticos de retrasar la fecha ser¨ªan considerables. A partir de 1998, los grandes Estados de la Uni¨®n Europea van a entrar en un per¨ªodo de incertidumbre pol¨ªtica con elecciones generales en Francia y Alemania. Si la fecha se retrasa, no es seguro que los nuevos dirigentes se comprometan a realizar la Uni¨®n Monetaria. En la actualidad, s¨®lo el canciller Kohl tiene la convicci¨®n ¨ªntima de realizar la uni¨®n monetaria. Su presencia es indispensable para el ¨¦xito del proyecto.
Pero sobre todo se dar¨ªa un golpe mortal al proceso de integraci¨®n europea. En un momento en que la Uni¨®n Europea va a tener que enfrentarse a la ampliaci¨®n a 10 ¨® 15 nuevos pa¨ªses, el retraso de la Uni¨®n Monetaria significar¨ªa optar por una organizaci¨®n laxa del continente europeo, y renunciar a la voluntad pol¨ªtica de esa Uni¨®n estrecha, con vocaci¨®n federal, propuesta por Jean Monnet y Konrad Adenauer.
La segunda cuesti¨®n es la de las condiciones que deben cumplir los Estados para adoptar la moneda ¨²nica. Desde el origen del proyecto, esas condiciones emanan de una necesidad: la idea de convergencia. Para poder utilizar la misma moneda, los Estados deben estar en situaciones econ¨®micas vecinas y tendentes a acercarse. Es una idea de sentido com¨²n.
El Tratado de Maastricht enumera esas condiciones de convergencia, bautizadas por la prensa como los criterios de Maastricht. Hay cuatro: el ¨ªndice de inflaci¨®n, el nivel de los tipos de inter¨¦s a largo plazo, el respeto de los m¨¢rgenes de fluctuaci¨®n de los tipos de cambio y la ausencia de un d¨¦ficit p¨²blico excesivo. Las tres primeras condiciones no plantean dificultades para los pa¨ªses decididos a entrar en la Uni¨®n Monetaria, especialmente para Alemania, Francia y los tres Estados del Benelux. S¨®lo la ¨²ltima condici¨®n, la de un d¨¦ficit p¨²blico excesivo, plantea problemas. El Tratado de Maastricht hace referencia a un l¨ªmite de un 3% del PIB para el d¨¦ficit p¨²blico total de cada Estado. Ni Francia ni Alemania respetar¨¢n ese l¨ªmite en 1996. Alemania prev¨¦ un d¨¦ficit p¨²blico del 3,6% del PIB y Francia un d¨¦ficit ligeramente inferior al 4%. De ah¨ª el escepticismo de la opini¨®n p¨²blica y de los medios financieros sobre la capacidad de nuestros pa¨ªses de respetar los criterios de Maastricht.
Los dirigentes pol¨ªticos franceses y alemanes afirman su determinaci¨®n de tomar todas las disposiciones presupuestarias y fiscales necesarias para respetar los criterios de Maastricht. Pero se encuentra con una nueva dificultad, la desaceleraci¨®n de la actividad econ¨®mica en los dos pa¨ªses. En 1996, dicha actividad ser¨¢ inferior a las previsiones al menos en un 1%, lo que disminuye los ingresos fiscales y aumenta los d¨¦ficit. De ah¨ª el razonamiento de los adversarios de la moneda ¨²nica: va a ser imposible respetar el calendario, pues los Gobiernos no podr¨¢n continuar en su esfuerzo por reducir los d¨¦ficit por miedo a acentuar las tendencias a la recesi¨®n.
Se trata de un juicio precipitado, pues quedan dos a?os antes de verificar la conformidad con los criterios de Maastricht. Hasta entonces puede haber una recuperaci¨®n.
Pero debemos evitar encerrarnos en el rigor doctrinal al que nos empujan los adversarios de la moneda ¨²nica, con la esperanza de hundir el proyecto. El hecho de que todos suframos las mismas disminuciones de los ingresos fiscales o tengamos que tomar medidas similares para luchar contra la desaceleraci¨®n de la actividad econ¨®mica no es una amenaza para la convergencia.
Cuando, en el primer trimestre de 1998, el Consejo Europeo tenga que decidir "cu¨¢les son los Estados miembros que cumplen las condiciones necesarias para la adopci¨®n de una moneda ¨²nica" se basar¨¢ en un texto (el art¨ªculo 104 del Tratado) que le deja un margen de apreciaci¨®n, al precisar que el d¨¦ficit p¨²blico deber¨¢ ser inferior a un valor de referencia, "a menos que esa relaci¨®n haya disminuido de manera sustancial y constante o que la superaci¨®n del valor de referencia sea excepcional y temporal".
Recomiendo que se tengan en cuenta esas disposiciones del Tratado para evitar que una aplicaci¨®n formal de los criterios de Maastricht vaya a contracorriente de la coyuntura y, sobre todo, para impedir que la opini¨®n p¨²blica crea que se la quiere encerrar en una espiral deflacionista, en nombre de los principios sacrosantos de la Uni¨®n Monetaria. Es leg¨ªtimo considerar que si las cifras fundamentales de las finanzas p¨²blicas respetan los criterios de Maastricht, los efectos de la coyuntura sufridos en com¨²n no son contrarios a la convergencia y se pueden considerar con independencia de esos criterios. En resumen, es leg¨ªtimo respetar los criterios de Maastricht a pesar de los efectos negativos de la desaceleraci¨®n del crecimiento econ¨®mico.
Deseo que la Comisi¨®n y el Consejo se preparen para hacer, a comienzos de 1998, una lectura atenta y una aplicaci¨®n juiciosa del Tratado de Maastricht. Dados los valientes esfuerzos de reducci¨®n de los d¨¦ficit p¨²blicos en nuestros pa¨ªses, esta seguridad ser¨¢ suficiente para garantizar a la opini¨®n p¨²blica y a los mercados que se podr¨¢ respetar la fecha del 1 de enero de 1999 para la entrada en vigor de la moneda ¨²nica.
En ese momento, y para todos, la moneda har¨¢ Europa.
Valery Giscard d'Estaing es ex presidente de Francia.[PU] Copyright Global Viewpoint. Los Angeles Times Syndicate.
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