Gonz¨¢lez, Aznar y Marruecos
ENTRE PA?SES vecinos, como lo son Marruecos y Espa?a, las buenas relaciones de fondo no son contradictorias con los conflictos y los puntos de vista divergentes sobre intereses muy concretos. El ¨²ltimo, el que Gonz¨¢lez y siete ministros cierran en estas fechas en Rabat, tuvo como origen la aprobaci¨®n de los estatutos de autonom¨ªa de Ceuta y Melilla, vista desde Marruecos como una ruptura del statu quo, y se manifest¨® en 1995 en la dureza de los marroqu¨ªes en la negociaci¨®n del acuerdo pesquero. Esa crisis fue resuelta el pasado noviembre con la firma de los acuerdos pesquero y de asociaci¨®n entre Marruecos y la Uni¨®n Europea (UE), y con la presencia de Filali en la Conferencia Euromediterr¨¢nea de Barcelona. Diversos grupos de presi¨®n y algunos portavoces del PP no comprendieron entonces el inter¨¦s estrat¨¦gico que mov¨ªa al Gobierno espa?ol.En su visita oficial a Rabat como l¨ªder de la oposici¨®n espa?ola, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se comprometi¨® en marzo de 1994 a mantener los ejes de la pol¨ªtica de Estado en relaci¨®n a Marruecos desarrollada en los ¨²ltimos 13 a?os por los sucesivos gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez. Esa pol¨ªtica se basa en aceptar que Marruecos es, por razones geogr¨¢ficas e hist¨®ricas, un socio imprescindible de Espa?a en el Magreb y el mundo ¨¢rabe, con el que hay que procurar sostener las mejores relaciones posibles. Para ello, lo mejor es establecer un tejido de intereses bilaterales que amortig¨¹e las muchas e inevitables crisis.
Sin embargo, pese a las declaraciones p¨²blicas de Aznar y la amabilidad que caracteriz¨® sus encuentros con el rey Hassan II, el pr¨ªncipe heredero Sidi Mohamed y el primer ministro Filali, Rabat contempla con cierta inquietud la posible llegada del PP al gobierno de Espa?a. Por convicci¨®n ideol¨®gica y por electoralismo, los populares han venido sosteniendo una dura actitud en relaci¨®n a Marruecos, manifestada en todos los frentes, desde la reafirmaci¨®n de la espa?olidad de Ceuta y Melilla hasta el apoyo a los intereses corporativos de pescadores y agricultores.
Cuando lleg¨® a La Moncloa, Gonz¨¢lez tambi¨¦n ten¨ªa m¨²ltiples razones -entre otras, la simpat¨ªa por el Frente Polisario y la inquietud por la situaci¨®n de los derechos humanos en el reino jerifiano- para chocar frontalmente con el Marruecos de Hassan II. Pero Gonz¨¢lez, como en otros aspectos, opt¨® por el pragmatismo e impuls¨® una pol¨ªtica destinada a desactivar los conflictos. Esta pol¨ªtica se ha traducido en las visitas de Estado a una y otra ribera del Estrecho, la firma del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperaci¨®n de 1991, y el incremento de la presencia econ¨®mica y cultural espa?ola en Marruecos.
Es ese inter¨¦s el que ha llevado a la delegaci¨®n espa?ola a viajar a Rabat con la voluntad de condonar O reestructurar la deuda de Marruecos y conceder un nuevo cr¨¦dito a ese pa¨ªs. Ante un Magreb del que emergen la amenaza del integrismo isl¨¢mico y la posibilidad de movimientos migratorios masivos, la conveniencia de Espa?a es un Marruecos estable, en buenos t¨¦rminos con su vecino del norte y con el conjunto de la UE. Esa estabilidad y esos buenos t¨¦rminos s¨®lo ser¨¢n completos el d¨ªa que Marruecos, en el marco de sus tradiciones, culmine su democratizaci¨®n y elimine o suavice sus escandalosas diferencias sociales y econ¨®micas.
Sobre Ceuta y Melilla las dos partes sostienen posiciones irreconciliables. Hassan II lleva a?os pidiendo que espa?oles y marroqu¨ªes establezcan una c¨¦lula de reflexi¨®n oficiosa sobre el porvenir de ambas ciudades. Gonz¨¢lez no ha respondido nunca oficialmente a esa propuesta, porque el mayoritario consenso en Espa?a es que no hay nada sobre lo que reflexionar. En cuanto al S¨¢hara occidental, Gonz¨¢lez se ha atenido en los ¨²ltimos 13 a?os a la posici¨®n oficial espa?ola: la soberan¨ªa de la ex colonia no quedar¨¢ establecida hasta que el pueblo saharaui pueda expresarse libremente en un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n.
De llegar al Gobierno, Marruecos ser¨¢, como viene siendo tradicional, una de las grandes asignaturas de pol¨ªtica exterior del PP. ?Ser¨¢ capaz Aznar de hacer el ejercicio de pragmatismo realizado por Gonz¨¢lez? Dada la contradicci¨®n entre el contenido y el tono de sus declaraciones de 1994 en Rabat y la actitud beligerante adoptada por su partido desde la oposici¨®n, en este importante y delicado asunto la posible pol¨ªtica del PP tambi¨¦n sigue siendo un misterio.
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