L¨ªderes para recalificar el bienestar
Nos pusimos a hablar de carisma hasta confundirlo con aquel lunar que luc¨ªan algunas vicetiples. En casinos y asociaciones recreativas se reclaman l¨ªderes carism¨¢ticos para sacar el pa¨ªs adelante. Esta simplificaci¨®n supone un dilema tan insoluble como irreal: nos ver¨ªamos exclusivamente entre el l¨ªder vigoroso que dice "seguidme" y el pol¨ªtico sin visi¨®n que sigue lo que dicen las encuestas. Concebimos el l¨ªder como un tipo intenso y resuelto que avanza por las calles reclutando descamisados, tenderos o j¨®venes idealistas, con el efecto electrizante de su mirada o de su potencia oratoria. Insistimos en la noci¨®n de que basta que un pol¨ªtico se lance al ruedo con una idea poderosa para que el pueblo le siga en la carrera de obst¨¢culos. En realidad, no va a participar en una gincana quien prefiera estarse tranquilo en casa, por atractivo que sea el mapa del tesoro.En su estudio sobre el liderazgo, Garry Wills afirma que resulta irrelevante un l¨ªder cuyas cualidades no se asemejen en algo a las de sus seguidores potenciales. Si el primer requisito de un l¨ªder es tener quienes le secunden, el liderazgo es cuesti¨®n de actividad mutuamente determinativa, tanto por parte del l¨ªder como de sus seguidores. Fundamentalmente, debe haber acuerdo respecto al objetivo final: no es otra la raz¨®n de la existencia de los otros dos elementos, el l¨ªder y sus seguidores. Uno no se somete a la iniciativa de su l¨ªder, sino que la comparte. Ah¨ª est¨¢ la definici¨®n que da Garry Wills: "El l¨ªder es alguien que moviliza a otros hacia un objetivo que ambas partes comparten". El l¨ªder debe saber ver las cosas como las ven sus seguidores si quiere que realmente le secunden. En definitiva, si el l¨ªder conduce a sus seguidores hacia alg¨²n gran logro, es precisamente porque esos seguidores eran capaces de tal tipo de respuesta.
En pol¨ªtica, aunque sea fin de si¨¨cle, queda archivado el prototipo del l¨ªder como superhombre, una concepci¨®n que corresponde a la sociedad patriarcal, pero no a un mundo en el que las Bolsas se alternan en los husos horarios para operar las 24 horas. Se requiere fortaleza ps¨ªquica, capacidad de an¨¢lisis, destreza comunicativa y, a poder ser, honestidad y otras muchas cualidades, pero en estos momentos no hacen falta l¨ªderes para ganar una guerra o afrontar el imperialismo sovi¨¦tico, sino para disciplinar a fondo el Estado del bienestar. Desde luego, habr¨¢ pol¨ªticos que sepan c¨®mo hacerlo, pero ah¨ª todav¨ªa no existe ese nexo clave del liderazgo, el m¨ªnimo de convicci¨®n compartida entre un l¨ªder y sus seguidores potenciales. Vence a todos los contribuyentes el miedo al salto sin red, el temor a perder la protecci¨®n del Estado, el s¨ªndrome del desamparo social. Vence la ret¨®rica de la dependencia por falta de una verdadera traslaci¨®n ideol¨®gica. No veo quien quiera compartir un discurso de sangre, sudor y l¨¢grimas si se trata de reducir las pensiones, eliminar subsidios, privatizar la sanidad y reducir sus inmensas burocracias correspondientes, coros y danzas.
Si no hay l¨ªderes que se decidan por el mensaje de una reforma radical del Estado providencia ser¨¢ porque ven que muy poca gente estar¨ªa dispuesta a compartir su buena nueva, votarles y mantenerles en el poder con su adhesi¨®n. Todo eso ya no concierne tan s¨®lo a quienes pens¨¢bamos que nunca fue bueno que el Estado sustituyese a los individuos a la hora de tomar casi todas las decisiones en cuesti¨®n de sanidad, educaci¨®n o seguridad social. Ahora se trata de algo mucho m¨¢s primario: la impracticabilidad de sostener d¨¦ficit y endeudamiento que son la consecuencia directa de gastar mucho m¨¢s de lo que se pod¨ªa. Se gasta demasiado, desde luego, y se gasta mal. Hayek dec¨ªa que el Estado del bienestar tiene un impulso intr¨ªnseco que lleva hacia un punto sin retorno. Reducir el Estado del bienestar es un m¨¦todo imprescindible para competir, y competir -algo tan feo, seg¨²n las filosof¨ªas del anticonsumismo y del buen salvaje- no es un capricho de los tiempos, sino una de las pocas garant¨ªas tangibles de crecimiento, prosperidad y bienestar sostenible.
Los liderazgos operan por conexi¨®n rec¨ªproca de dos voluntades: de quien es l¨ªder y de quien quiera secundarle. Entre ambas debe existir la coincidencia de un objetivo, que el l¨ªder ayuda a perfilar y modular como pol¨ªtica. Para la recalificaci¨®n del bienestar p¨²blico todav¨ªa se carece de ese campo magn¨¦tico compartido, y quiz¨¢ por eso algunas naciones se sumen en raras perplejidades, sin que a derecha e izquierda los partidos pol¨ªticos se arriesguen a hablar con claridad.
Cuando Hillary Clinton acudi¨® a testificar ante el gran jurado, una pancarta de protesta dec¨ªa: "Es la ¨¦tica, est¨²pido". Se refer¨ªa de forma ir¨®nica al lema "es la econom¨ªa, est¨²pido", que los asesores impusieron al Clinton candidato. Luego Clinton ha probado con la pol¨ªtica exterior, con el cuestionamiento de los poderes federales y con la apolog¨ªa de la cohesi¨®n familiar. Alguien habr¨¢ que diga en la tertulia del casino que lo que nos pasa es que no sabemos lo que queremos.
es escritor.
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