Muerte de un socialista
Hubo un tiempo en que no abundaban los socialistas en la geograf¨ªa espa?ola. Como en el relato de: Asterix, unos cuan tos n¨²cleos reducidos manten¨ªan la militancia, o mejor a¨²n, la llama sagrada en espera de los tiempos, mejores. Casi siempre, el n¨²cleo se articulaba en tomo a unos nombres que se convert¨ªan en emblem¨¢ticos y que acababan por ser conocidos de todos, a pesar de la censura: Redondo, y Rubial en Vizcaya, G¨®mez Llorente y Castellanos en Madrid, los hermanos M¨²gica Herzog en San Sebasti¨¢n. La tenacidad de estos hombres frente a la dictadura, salpicada de riesgos, sirvi¨® de plataforma para el ulterior despegue del PSOE. As¨ª que ETA no s¨®lo ha asesinado a un hombre. Ha pisoteado al mismo tiempo el patrimonio de lucha antifranquista, por la democracia que protagonizaron tantos vascos, socialistas, comunistas o nacionalistas, y que m¨¢s de: una vez consisti¨® en acciones solidarias frente a la represi¨®n sufrida por la propia ETA. Un paso m¨¢s ha sido dado en la senda de la irracionalidad y del crimen pol¨ªtico.Irracionalidad administrada, empero, con criterios racionales. No es ciega la brutalidad que despliega ETA en los ¨²ltimos meses. Su terrorismo es pol¨ªtico, busca ante todo la autoafirmaci¨®n frente a la sociedad civil y los partidos democr¨¢ticos, y como consecuencia, insiste o no en una determinada l¨ªnea de actuaci¨®n de acuerdo con la respuesta obtenida. Sus comunicados son la mejor prueba de esa sensibilidad. El salto hacia adelante del asesinato de Gregorio Ord¨®?ez pudo y debi¨® haber sido un salto en el vac¨ªo, y en cambio gener¨® una disparidad de valoraciones, desembocando en una confrontaci¨®n abierta entre los partidos democr¨¢ticos para mayor satisfacci¨®n de los violentos. Tal ser¨ªa la lecci¨®n principal a extraer de este nuevo atentado: hay que recuperar a toda, costa la cohesi¨®n democr¨¢tica, por encima de criterios necesariamente dispares. Si logra atizar la desuni¨®n, el atentado se vuelve inesperadamente rentable: siembra el miedo en la sociedad, da cohesi¨®n a las propias filas con la demostraci¨®n de fuerza y disgrega al "enemigo". ?Qu¨¦ mejor fruto cabe obtener?
Por ¨²ltimo, serenidad no debe confundirse con actitud impasible. Los asesinatos y secuestros de ETA en los ¨²ltimos meses han ido acompa?ados de una moci¨®n violenta de la juventud radical y de una clara voluntad de acentuar la visibilidad de la propia ETA hasta convertirla en centro hegem¨®nico del imaginario social. Tambi¨¦n aqu¨ª la escalada de las minor¨ªas activas ha ido ascendiendo pelda?o a pelda?o hasta comprobar que la resistencia del ordenamiento jur¨ªdico es pr¨¢cticamente inexistente. Los j¨®venes encapuchados zurran a los portadores del lazo azul mientras, en el mismo d¨ªa de un atentado mortal, creo que fue el 8 de junio pasado, una ciudad se encuentra empapelada de carteles en los cuales, con la firma de KAS, se dice que "los asesinos llevan lazo azul" y se presenta al Rey en primer plano. Un ejemplo entre muchos, para culminar en la exhibici¨®n electoral del v¨ªdeo de ETA, con. el fin de mostrar bien a las claras -"segundos fuera"- qui¨¦n es el sujeto pol¨ªtico en el nacionalismo radical. Pues bien, si estas cosas pueden hacerse con toda tranquilidad, sobran la ley Antiterrorista, la magistratura en Euskadi y el Estado de derecho. No es cuesti¨®n de ilegalizar sin m¨¢s las organizaciones del "sistema ETA", sino de aplicar una legislaci¨®n nada misteriosa para. evitar que suceda lo que en pa¨ªs alguno de la Comunidad Europea -ni en B¨¦lgica, por supuesto- podr¨ªa suceder. Entre la pasada tolerancia de una actuaci¨®n asimismo ilegal del Estado, cuyas responsabilidades resulta hoy m¨¢s que nunca inexcusable depurar, y la impunidad presente, existe un amplio espacio que en una democracia corresponde cubrir al imperio de la ley. De no ser as¨ª, el fascismo y sus cr¨ªmenes seguir¨¢n su ascenso en Euskadi.
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