El nuevo pellejo del desollador nost¨¢lgico
Veteranos matarifes y mondongueros del matadero clausurado 'estudian' para ordenanzas y conserjes
Empec¨¦ a ir al matadero a los cuatro a?os, cuando llevaba la comida a mi padre y mi abuelo". Para Enrique Izquierdo, de 55 a?os, el cierre del matadero e Madrid es una tragedia que compara con la p¨¦rdida de sus ra¨ªces. Es una cuesti¨®n de sangre. "No exagero si digo que esto lo hemos vivido como la muerte de un padre. Si supieran cu¨¢nto hemos llorado y el miedo que tenemos a un nuevo trabajo nos entender¨ªan. Son los nervios a lo desconocido y la pena de dejar algo que es, sencillamente, nuestra vida".Son 210 los matarifes y mondongeros [los encargados de elaborar la casquer¨ªa] que han abandonado el matadero clausurado hace 10 d¨ªas por el Ayuntamiento. De ellos, 90 terminaron ayer un curso de reconversi¨®n que el municipio program¨® para que se adapten, de la forma menos traum¨¢tica posible a sus nuevos empleos como conserjes y ordenanzas.
El resto -sin necesidad de cursillos de adaptaci¨®n- han sido recolocados como fontaneros, electricistas o socorristas del Samur, seg¨²n sus afinidades y conocimientos. "A todos nos preguntaron si quer¨ªamos entrar en el Samur, pero est¨¢ claro que a mi edad no puedo subir y bajar escaleras con una camilla a cuestas", explica Juan Morales, de 60 a?os, que ser¨¢ ordenanza en una junta municipal. De los empleados del matadero, 34 se han acogido a la jubilaci¨®n anticipada.
Un clan
"Tenemos miedo. No sabemos c¨®mo nos recibir¨¢n en nuestros nuevos trabajos, si sabremos acoplarnos, si lo haremos bien. Son demasiados a?os juntos haciendo lo mismo". Los trabajadores del matadero son una especie de clan. Unidos durante a?os por un trabajo cuyas tripas s¨®lo ellos comprenden, tienen sus c¨®digos y lenguaje. "Este mundo es como el de los toros, engancha. Si le coges afici¨®n, es para toda la vida, nace de dentro".Han crecido desollando vacas, corderos y cerdos y se muestran sin reparos como una verdadera familia. Todos se conocen desde adolescentes, heredaron el oficio de padres y abuelos y han sufrido la precariedad de su trabajo hasta que en 1985 se regularon sus horarios y se modernizaron las instalaciones. "Hemos trabajado durante a?os de sol a sol, sin duchas, sin lavabos, sin calefacci¨®n. Y eso une mucho".
Aseguran que hasta el ¨²ltimo d¨ªa se han dejado el pellejo por su trabajo, un oficio "como otro cualquiera" que acaba apasionando. "A los 14 a?os, cuando entramos, lo pasamos mal. No es f¨¢cil acostumbrarse a tanta sangre y tanta v¨ªscera. Al principio siempre es duro, pero luego no puedes dejarlo".
Ahora, matarifes y mondongeros han aprendido c¨®mo tienen que comportarse al otro lado de una ventanilla o en la entrada de una junta municipal o un colegio p¨²blico. Aunque sus sueldos se mantendr¨¢n, los horarios ser¨¢n diferentes: "M¨¢s horas por menos esfuerzo f¨ªsico", apuntan.
Jes¨²s R¨ªos, de 58 a?os, mondongero, es el ¨²nico que seguir¨¢ en el matadero (s¨®lo se cierra la l¨ªnea de sacrificio). Lo har¨¢ como conserje. Entr¨® como aprendiz a los 14 a?os y hoy es el delegado sindical de UGT en el desaparecido centro. Su abuela fue mondoguera como ¨¦l -"antes era normal que las mujeres trabajaran aqu¨ª", explica- El jueves, sus compa?eros de sindicato -mayoritario en el Matadero- organizaron una gran comida de despedida en unos salones de la calle de la Reina Victoria. "No voy a poder probar bocado. Desde que cerraron tengo un nudo en el est¨®mago", dice Miguel Cobos, de 58 a?os (44 de ellos en el centro de carne). "Como sindicato seguiremos juntos", a?aden. "Y nos veremos en las bodas de las hijas".
La disgregaci¨®n es uno de los aspectos que m¨¢s les afectan. "Precisarnente el que sean un grupo tan unido es lo que genera su miedo a adaptarse bien en otro trabajo", explica una de las encargadas de formaci¨®n del Ayuntamiento que ha trabajado en los cursos de reconversi¨®n. "Creen que en el resto de los trabajos la gente tambi¨¦n est¨¢ tan unida, y por eso piensan que de alguna manera no ser¨¢ f¨¢cil que los acepten. El temor al rechazo existe", a?ade la profesora. Los cursos -impartidos a grupos de no m¨¢s de 20 personas- han servido sobre todo para que los trabajadores pierdan ese miedo a su nuevo destino y para que aprendan las reglas b¨¢sicas que requiere el trato con el p¨²blico. "En el Ayuntamiento nos han prometido que si no nos adaptamos bien nos cambiar¨¢n", aclara un matarife. Para ellos, el comportamiento del consistorio ha sido el correcto. La colaboraci¨®n de sindicato y municipio ha tenido esta vez un fruto. S¨®lo vierten una queja: "Nos han tenido una semana en vilo sin saber nuestros nuevos destinos. A lo mejor parece poco, pero para nosotros ha sido mucho tiempo".
El matadero de Madrid, que seg¨²n el Ayuntamiento se ha cerrado por sus p¨¦rdidas econ¨®micas en los ¨²ltimos tiempos (800 millones al a?o), naci¨® en 1918. Situado en un hermoso edificio industrial de Arganzuela, sus trabajadores -por cuyas manos pasaban al d¨ªa 400 vacas, 2.350 corderos y 600 cerdos; el 10% de la carne que se consume en Madrid- todav¨ªa recuerdan las quejas de los vecinos por el mal olor que desprend¨ªa el centro. "El quemadero ol¨ªa mal. Pero no la sangre, la sangre no huele", dice Angel Campos, un matarife grande y fuerte. Sobre la supuesta ilegalidad del cierre [el Ayuntamiento no cont¨® con la autorizaci¨®n del Gobierno de la Comunidad], los trabajadores no opinan. "Para nosotros es un tema zanjado".
El jueves, la comida de despedida acab¨® como ellos presagiaban: a l¨¢grima viva. "No fue una celebraci¨®n, fue un entierro", coment¨® ayer Jes¨²s R¨ªos. "Nos hemos prometido repetirla en la misma fecha el pr¨®ximo a?os, pero ya qui¨¦n sabe".
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