Casta de torera buena
Ventorrillo / Lozano, Cervantes, Cristina
Reses de El Ventorrillo: cuatro toros discretos de presencia, flojos y dos novillos con trap¨ªo y casta; sospechosos de pitones.Fernando Lozano: pinchazo -aviso-, pinchazo y bajonazo perdiendo la muleta (silencio); pinchazo hondo, rueda insistente de peones, dos descabellos -aviso-, cuatro descabellos, pinchazo, estocada baja y tres descabellos (silencio). Paco Cervantes: pinchazo, estocada tendida, rueda insistente de peones, dos descabellos, estocada trasera -aviso- y descabello (silencio); estocada, rueda insistente de peones, tres descabellos -aviso- y dobla el toro (palmas y saluda). La novillera Cristina S¨¢nchez: bajonazo descarado perdiendo la muleta (oreja); pinchazo, otro hondo, pinchazo, otro hondo bajo, rueda de peones, pinchazo -aviso-, media ladeada y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio).Plaza de Valdemorillo, 10 de febrero. 4? corrida de feria. Cerca del lleno.
Los matadores de alternativa no daban ni una mientras la novillera sac¨® casta a la antigua, propia de los toreros buenos, y les peg¨® un ba?o.Los matadores apenas pod¨ªan con la encastada nobleza de los toros, o no pod¨ªan nada en absoluto, y la novillera tampoco en los proleg¨®menos de su primera faena -hasta se vio achuchada, sufri¨® un desarme-, pero se recreci¨® la mujer y, casta sobre casta, se hizo con el temperamental novillo a base de pisarle el terreno y templar con mando su codiciosa embestida.
El toreo por redondos lo bord¨® Cristina S¨¢nchez tanto al embarcar a ese novillo como al sexto -que no le iba a la zaga- y a?adi¨® un muleteo de castigo o de adorno instrumentando molinetes por la izquierda y por la derecha ligados a los pases de pecho, ayudados a dos manos, trincherillas, abaniqueos, todo ello a golpe de inspiraci¨®n y ajustado al comportamiento de las reses.
La afici¨®n estaba encantada con el toreo de Cristina S¨¢nchez, que tiraba bien el capote en los lances de recibo, ejecut¨® un quite a la ver¨®nica en el que intercal¨® una inesperada tijerilla, ocup¨® en todo momento su puesto de lidiadora responsable, y s¨®lo baj¨® en el toreo al natural, que prodig¨® en el sexto novillo con m¨¢s valent¨ªa que arte. Su borr¨®n fue la espada: desacierto al manejarla en su segundo novillo; un bajonazo infamante al primero que devalu¨® la oreja, concedida con excesiva generosidad. "Qu¨¦ importa: es una mujer", justificaban algunos espectadores el regalo. Lo cual no explicaba nada y s¨®lo era una improcedente manifestaci¨®n de machismo.
Los papeles parec¨ªan cambiados y los diestros se mostraban pusil¨¢nimes, incapaces de resolver con la gallard¨ªa que se supone en los de su oficio los defectillos de las reses. Fernando Lozano, empe?ado en aliviarse con el pico, toreaba desacompasado y rectificando terrenos. Paco Cervantes, mejor capoteador, que muletero, ten¨ªa perdido el temple, se dejaba tropezar la pa?osa, sufri¨® acosones y desarmes.
Acababa de tomar los trastos
Paco Cervantes para dar cuenta de su primer toro -medio desmochado, por m¨¢s se?as- cuando un pe¨®n le dict¨® a gritos una regla magistral: "?El toque y la voz, Paco!" Y, trasteo adelante, corr¨ªa por el callej¨®n, insistiendo a manera de recordatorio: "?El toque y la voz, el toque y la voz!". Mas por mucho que el oficiante daba toques y pegaba voces, no consegu¨ªa dominar al toro. Evidentemente, el manual de uso de donde hayan sacado la norma no serv¨ªa para nada. Mejor si lo tiran a la basura y le piden prestado el suyo a Cristina S¨¢nchez, que embarcaba con su casta de torera buena la casta brava de los toros, sin necesidad alguna de darles toques y a la chita callando.
Babelia
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