El Ulster ,otra vez
EL EJ?RCITO Republicano Irland¨¦s (IRA) ha roto el alto el fuego que hab¨ªa declarado el 1 de septiembre de 1994. El coche bomba que explosion¨® el viernes en Londres amenaza con llevarse por delante una esperanza de paz. Una esperanza que, al menos en lo que respecta al cese de asesinatos sectarios, cometidos por ambas partes, protestantes y cat¨®licos, se hab¨ªa mantenido hasta el momento con bastante rigor.La noticia es mala para todos. Para la minor¨ªa republicana -cat¨®lica- y la mayor¨ªa unionista -protestante del Ulster, que comenzaban a habituarse a vivir en un pa¨ªs que parec¨ªa haber recobrado la cordura; mala para el Gobierno de John Major, que hab¨ªa obtenido su ¨²nico ¨¦xito, interior o exterior, con el acuerdo para celebrar conversaciones de paz sobre el Ulster con Dubl¨ªn, los unionistas y los republicanos, sobre la base de aquella primera concesi¨®n: el alto el fuego del IRA, e id¨¦ntico paso dado a continuaci¨®n por los grupos paramilitares protestantes. Y mala para Irlanda, porque en la pac¨ªfica soluci¨®n del conflicto esperaba cimentar su hist¨®rica reivindicaci¨®n a la reunificaci¨®n de la isla.
1 ' Pero es cierto que algunas de las partes hab¨ªan estado cortejando el desastre en los ¨²ltimos tiempos. Primero, Major exig¨ªa que se produjera el desarme previo de los guerrilleros republicanos para dar curso a esas conversaciones de paz. Las concesiones pod¨ªan haber sido el desarme paralelo de los unionistas, que nadie en Londres ofreci¨®, o tratar de pactar el desarme del IRA paralelamente a la celebraci¨®n de las conversaciones, que tampoco interes¨® al l¨ªder conservador. Luego, el propio IRA, envalentonado por el informe- arbitraje de una comisi¨®n internacional presidida por el ex senador norteamericano George Mitchell, comprendiendo su negativa a entregar las armas, hab¨ªa hecho crecer sus bravuconas exigencias. Y, finalmente, de nuevo Major, al pretender paliar el fiasco para su pol¨ªtica del resultado de aquella comisi¨®n, con su idea de elegir una Asamblea en Irlanda del Norte para contentar a los protestantes, sin cuyos votos dif¨ªcilmente puede mantener su precaria mayor¨ªa en el Parlamento de Westminster.
. La ¨²ltima Asamblea elegida en el Ulster, el Parlamento de Stormont, es de luctuoso recuerdo para la minor¨ªa cat¨®lica, puesto que, con la mayor¨ªa en la C¨¢mara, los unionistas no hac¨ªan sino aplicar la ley del embudo a los cat¨®licos, en beneficios y derechos de toda ¨ªndole, reduci¨¦ndoles, en general, a ciudadanos de segunda clase en su propia tierra. Por ello, sacar la idea de un Stormont bis parec¨ªa en las presentes circunstancias una tomadura de pelo e incluso algo peor: una temeridad destructora.
En toda esta situaci¨®n, la ¨²nica parte que ha jugado paciente y sistem¨¢ticamente a favor de la paz ha sido el Gobierno de Dubl¨ªn, cuyo ministro de Exteriores, Dick Spring, propuso esta semana, vi¨¦ndose venir, quiz¨¢, la cat¨¢strofe, la convocatoria de una reuni¨®n al estilo de Bosnia, es decir, una conferencia general bajo padrinazgo norteamericano, para salir del callej¨®n sin salida creado por la intransigencia republicana y la imprudencia de Major.
El IRA es culpable de no haberse mostrado mas paciente, y sus amenazas de ensangrentar de nuevo el pa¨ªs son de todo punto criminales. Hab¨ªa a¨²n margen de negociaci¨®n, y la eventual teor¨ªa de que rompiendo las hostilidades torpedean la posibilidad de esa Asamblea es un dislate. Pero tambi¨¦n hac¨ªa falta que Major se tomara m¨¢s en serio sus propias propuestas. La esperanza. de una verdadera paz se aleja por momentos de Irlanda del Norte, y ese terrible ejemplo no dejar¨¢ de tener sus efectos en otras latitudes. Por ello, Europa est¨¢ hoy menos unida que ayer.
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