Feria o vanidad
Empez¨® hace 15 a?os y ha sido tal su ¨¦xito de cr¨ªtica y p¨²blico que muchos se olvidan de que delante de sus palabras m¨¢gicas, Arte Contempor¨¢neo, Arco lleva otras dos, escritas con la prosa del mundo: feria internacional. Unas declaraciones de quien fue en el pasado su directora, la brav¨ªa galerista Juana de Aizpuru, han bastado para hacer saltar algunas chispas; Aizpuru dijo la semana pasada que en los stands de Arco hay demasiado tendero suelto, atento a trapichear su mercanc¨ªa hist¨®rica, sus productos de probada calidad, y cada d¨ªa menos. galeristas dispuestos a presentar e intentar vender lo nuevo, lo arriesgado, lo inseguro.Cumpl¨ª con mi deber de ciudadano amante de las artes y me acerqu¨¦ a la feria el otro d¨ªa, avanzando a codazos entre las legiones de visitantes curiosos como yo. Y cumpl¨ª como se cumple con estas cosas del alma o del arte, como se va anualmente al Festival de Cine de Valladolid o San Sebasti¨¢n, a la feria del. libro de tu ciudad, a la ¨®pera, all¨ª donde se hace temporada Por las sendas del Parque Ferial Juan Carlos I, esa ciudad-fantasma que por las noches debe ser como un barrio metaf¨ªsico pintado por De Chirico, no, supe distinguir entre la muchedumbre ¨¢vida al artista del estudiante, al cr¨ªtico del coleccionista potencial. Arco es una cita obligada para el aficionado, para hombres y mujeres medianamente cultivados, y a medida que se consolida m¨¢s obliga. Al salir del recinto cont¨¦ cuatro autobuses de provincia a los que se sub¨ªan, con sus cat¨¢logos y el rollo del grabado o el p¨®ster reci¨¦n comprado, familias de Albacete y hasta de Huelva, y me han contado que hay agencias que venden viajes a Arco en un paquete donde se incluye el hotel, el tique de entrada a la feria y un buen puesto en la cola del Inocencio X del, Prado.,Confieso que obtuve m¨¢s placer de la gran escultura femenina de Picasso, de los Malevich y Rodchenkos de la galer¨ªa Annely Juda, de las peque?as paredes retrospectivas de Bores o Barcala, que de la instalaci¨®n llamativa pero pavisosa de Chelo Matesanz -un mu?eco de peluche que observa en la tele, Mientras come zanahorias de pl¨¢stico, a la ni?a que tendr¨ªa que estar mir¨¢ndole- ganadora del premio al mejor artista joven patrocinado por Renault y llamado JASP (no es broma). Pero Juana de Aizp¨²ru tiene raz¨®n, Arco es an¨®mala, aunque no creo que mis reparos coincidan con los suyos. Arco es una feria-muestrario, y del mismo modo que nadie pagar¨ªa o se desplazar¨ªa para ver, en una feria de la electricidad o el autom¨®vil, las buj¨ªas de sebo de nuestros ancestros o los carricoches que asustaban a los ni?os del fin de siglo con sus bocinas de pera, su funci¨®n primordial, comercial, tendr¨ªa que ser la de escaparate del arte del futuro, voceadora de la ultim¨ªsima tendencia,, lo nunca visto, el modelo del a?o que viene. ?Qu¨¦ pasar¨ªa entonces? Los colegios no enviar¨ªan en masa a sus ni?os (que dejan la moqueta del recinto perdida de pipas), los coloquios y presentaciones de revistas no tendr¨ªan lugar y s¨®lo los expertos, los viajantes, los mercaderes recorrer¨ªan sin. aprietos stands y corredores, que quiz¨¢ entonces s¨ª ser¨ªan los corredores del poder (adquisitivo).
Y sin. embargo... seguiremos peregrinando a Arco mientras exista Arco. Tenemos muchas ganas de ver lo que aqu¨ª no se vio o no se pudo dar, y lo nuevo depara a veces la emoci¨®n del descubrimiento; al fin y. al cabo, nuevo para la mayor¨ªa fue hace 15 a?os Amat, Sicilia o Susana Solano, nuevo es hoy el mobiliario so?ado en papel de escultor. Juan Mu?oz nuevo Aquerreta hasta que nos lo trajo temerariamente la Galer¨ªa 16, nuevo el holand¨¦s de 70 a?os Bram Bogart, que quiz¨¢ por estar colgado en una galer¨ªa provincial, Italia, no ha suscitado este a?o la atenci¨®n¨®n que su deslumbrante calidad merece.
Porque ¨¦sa es otra. Como pretende ser a la vez exposici¨®n y trastienda (al contrario de lo que pasa en la edici¨®n, con sus Liber, que el escritor no pisa, y sus ferias del libro, donde el editor s¨®lo va a ver cu¨¢ntos ha firmado su autor), Arco est¨¢ secuestrada por los cr¨ªticos-asesores y los muse¨ªstas-compradores, tan a menudo pont¨ªfices imperiosos d¨¦ la. novedad insustancial. Y en el trasiego de intermediarios y hermeneutas, el p¨²blico cara a cara con el artista. Con una gran ventaja en esto de la pl¨¢stica, ya que al llevarla habitualmente la obra de por s¨ª, no hay peligro de que el comprador le pida in situ al autor su firma, esa humillaci¨®n con la que poetas y novelistas han de sellar, de feria en feria, su denominaci¨®n de origen.
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