A mal tiempo, buena jeta
Hollywood se las ingenia siempre para que no caigan piedras en su tejado aunque granice.Que est¨¢ metido, y cada a?o que pasa m¨¢s dentro, en un pozo seco, los primeros en saberlo son sus acad¨¦micos, que no son tontos. Lo que no est¨¢ tan claro es que sean conscientes de que lo que le est¨¢ ocurriendo a su tinglado es que est¨¢ pagando un costos¨ªsimo peaje por haber degradado el inmenso caudal de talento de sus tradiciones, al ponerlas al servicio de un burdo pan y circo audiovisual.
El gran cine americano viene hoy de fuera de Hollywood y los due?os de ¨¦ste ven c¨®mo los cineastas independientes les siegan la yerba bajo los zapatos. Es comprensible su irritaci¨®n ante ellos, como lo es que intenten llevar al huerto a los que intuyen m¨¢s rentables. De ah¨ª que en las selecciones a los Oscar de los ¨²ltimos tiempos veamos reconocimientos al talento ajeno destinados a coartada de sus barridas hacia dentro.
La lista de este a?o no es excepci¨®n y la presencia de Apollo XIII (rentable y epid¨¦rmica) y Braveheart (interesante, pero nada m¨¢s) en la lista de las cinco mejores pel¨ªculas, acompa?adas de Babe (maravilla australiana), El cartero (cine italiano emocionante y vivo) y Sentido y sensibilidad (inversi¨®n suya, pero absolutamente brit¨¢nica en cuanto creaci¨®n), confirma lo dicho. Tres excelencias ajenas encubren dos brillantes negocios que aportan poca cosa (el primero absolutamente nada) al cine. Y si a esto se a?ade la ausencia de Casino y Los puentes de Madison y, sobre todo, que Mel Gibson aspire a ser el mejor director mientras Martin Scorsese y Clint Eastwood se quedan en casa, parece un chiste, pero no lo es: la barrida queda redonda.Int¨¦rpretes
El cap¨ªtulo m¨¢s convincente del serial de los Oscar es siempre el de la interpretaci¨®n, pues en Hollywood sigue intacto el culto al buen int¨¦rprete: una herencia de su idea, nada descabellada, de que el cine de actor es el verdadero cine de autor. Tienen los acad¨¦micos olfato para rastrear rostros, lo que de paso es una admirable treta para capitalizarlos cuando no son suyos, pues si no lo son los forran de color verde-d¨®lar en un santiam¨¦n y se los llevan. Este a?o tampoco se ha roto este inteligente esmero.
La aparente heterodoxia de meter dentro de los int¨¦rpretes al maravilloso postino Massimo Troisi es uno de esos actos de desprendimiento del gremio californiano en que se percibe una caricia del buen vendedor a su mejor cliente: Europa, sin cuyo p¨²blico el negocio de las majors se vendr¨ªa abajo. Pero proponer como aspirante a un Oscar a un muerto no s¨®lo no es necrofilia, sino un rasgo de buen gusto: se nos avisa de que Troisi sigue vivo, lo que es cierto.
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