En el s¨¦ptimo aniversario de la'fatwa'
Hoy hace siete a?os que el Gobierno de Ir¨¢n decidi¨® suprimir una novela y silenciar a su autor. Se evocaron conceptos religiosos medievales -herej¨ªa, apostas¨ªa, "sangre impura"-; pero los medios utilizados para su propagaci¨®n y ejecuci¨®n -medios de comunicaci¨®n y terrorismo internacionales- eran cualquier cosa menos medievales. El ataque contra Versos sat¨¢nicos fue ultramoderno, original, despiadado y continuado. Y fracas¨®.La novela anatematizada, el libro que hab¨ªa que borrar de la historia, se puede comprar libremente en veinte idiomas. En su largo retorno desde el mundo del esc¨¢ndalo al de los libros, Versos sat¨¢nicos ha sobrevivido gracias al gran valor y altura de miras de libreros y editores, y de miles de individuos y organizaciones unidos en una decidida campa?a de defensa.
Tambi¨¦n ha sido defendido por centenares de intelectuales y lectores musulmanes de muchos pa¨ªses. Me han dicho que se estudia en Damasco. La voz tranquila de aquellos a los que gust¨® esta novela est¨¢ sustituyendo al furioso ruido de aquellos que la odiaban, a menudo -si no ¨²nicamente- bas¨¢ndose s¨®lo en lo que hab¨ªan o¨ªdo.
En cuanto a su autor, ha continuado publicando y expres¨¢ndose con claridad; as¨ª que al menos podemos convenir en que no ha sido silenciado.
Tambi¨¦n he intentado salir de las sombras en las que estuve confinado durante una ¨¦poca. Seguir escribiendo y vivir m¨¢s a la luz del d¨ªa ha sido mi forma de demostrar que no me han intimidado. Algunos comentaristas me han criticado por dejarme ver en p¨²blico: deber¨ªan considerar cu¨¢l hubiera sido el mensaje si hubiera permanecido invisible. ?Acaso queremos decir al mundo que las fatwas funcionan?
En los ¨²ltimos meses he viajado a una docena de pa¨ªses (debo a?adir que no ha sido a expensas del contribuyente brit¨¢nico) y me he encontrado con un clima de cauta alegr¨ªa entre lectores, libreros e incluso periodistas. Y hay algo de lo que debemos alegramos con cautela: el fracaso de la amenaza y la frustraci¨®n de los objetivos principales de la fatwa no se han conseguido gracias a la intervenci¨®n de los Estados o de los estadistas. Es algo que hemos hecho todos juntos. Nosotros, los lectores, la informal francmasoner¨ªa internacional de los amantes de los libros, con nuestros apretones de manos a escondidas, nuestras redes ocultas, nuestras pr¨¢cticas secretas; con nuestra terca, malintencionada, cegata y manchada de tinta voluntad. ?No es lamentable que los que tienen el poder real hayan conseguido tan poco y los no poderosos tanto?
Porque la fatwa no ha sido cancelada. As¨ª lo ha confirmado recientemente en Noruega un enviado iran¨ª. Los gobernantes iran¨ªes siguen afirmando que no pueden hacer nada ni sobre el edicto ni sobre la obscena recompensa financiera por su ejecuci¨®n. Incluso han rechazado la exigencia m¨ªnima de la Uni¨®n Europea: que Ir¨¢n firme un documento garantizando que no ejecutar¨¢ la fatwa y que dejar¨¢ de alentar a otros para que lo hagan.
Esta ¨²ltima iniciativa europea comenz¨® hace un a?o, durante la presidencia francesa de la UE, despu¨¦s de que me presentaran a Chirac y Jupp¨¦ en Par¨ªs. En esos encuentros acordamos: a) que dicha iniciativa no supondr¨ªa una alternativa a la cancelaci¨®n de la fatwa, pero que se ver¨ªa como un paso hacia ella; b) que si se lograba, le seguir¨ªa un largo periodo de control, quiz¨¢ dos a?os durante los cuales Ir¨¢n estar¨ªa a prueba; c) que Ir¨¢n no recibir¨ªa ninguna recompensa por aceptar, dig¨¢moslo as¨ª, portarse con normalidad; y d) que si Ir¨¢n se negara a firmar, neg¨¢ndose as¨ª a renunciar a la posibilidad de ataques terroristas contra ciudadanos de la UE, sufrir¨ªa "consecuencias diplom¨¢ticas y econ¨®micas".
En junio de 1995, en Par¨ªs, despu¨¦s de hacer creer a todo el mundo, franceses incluidos, que el trato estaba hecho, Ir¨¢n se neg¨® a firmar.
Bajo la presidencia espa?ola continuaron, sin ¨¦xito, las conversaciones en Nueva York y Madrid. La propuesta de un intercambio de cartas qued¨® en nada. La actual presidencia italiana de la UE ha emitido un comunicado declarando la fatwa "sin fuerza legal", pero se trata de una declaraci¨®n unilateral. Y, como quiz¨¢ se pod¨ªa prever, no hay ning¨²n indicio de que se vaya a cumplir la amenaza de "consecuencias diplom¨¢ticas y econ¨®micas".
Es cierto que los iran¨ªes han dicho repetidamente que la cuesti¨®n de la fatwa "ha terminado", "est¨¢ resuelta", es "una vieja historia", "letra muerta". El domingo pasado en Londres, dijeron que un diplom¨¢tico iran¨ª, del que no dieron el nombre y que "hablaba en nombre del Gobierno de Rafsanjani", me hab¨ªa "dado garant¨ªas" de que Ir¨¢n no enviar¨ªa nadie a matarme y que, por tanto, pod¨ªa "reanudar una vida normal".
En los ¨²ltimos nueve meses, el presidente Rafsanjani, el ministro de Asuntos Exteriores, Belayati, y el portavoz de los majtis y probable pr¨®ximo presidente, Nateq Nouri, han hecho declaraciones similares. Hay que reconocer que se trata de un cambio de melod¨ªa que debe ser bienvenida. Pero la negativa a llevar esta larga crisis mundial a una conclusi¨®n formal, firmada y sellada debe hacemos ser esc¨¦pticos sobre la credibilidad del que la canta.
El eje de la cuesti¨®n no es que yo pueda o no "reanudar una vida normal", sino que el Estado de Ir¨¢n, en un edicto emitido por su jefe de Estado y respaldado repetidamente por todos sus dirigentes, se embarc¨® en una l¨ªnea de censura mediante el terrorismo de Estado cuyos objetivos eran los pueblos libres de otras naciones. Fue una empresa grave y criminal. Y recordemos que la fatwa se cumpli¨®: el traductor japon¨¦s de Versos sat¨¢nicos, Hitoshi Igarashi, fue asesinado; al traductor italiano, Ettore Capriolo, le atacaron, y a William Nygaard, el editor noruego de la novela, le dispararon. Felizmente, los dos se recuperaron.
La Uni¨®n Europea se ha comprometido solemnemente a solucionar este problema. Les invito a que lo hagan con extrema urgencia. Nosotros, como ciudadanos, hemos hecho ya todo lo que pod¨ªamos hacer para defender la libertad y contra la intimidaci¨®n. Es hora de que, despu¨¦s de siete a?os, nuestros dirigentes sigan nuestro ejemplo.
14 de febrero de 1996
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