Una de taxistas
He aqu¨ª una historia de taxistas, sin trama ni moraleja, tan sutil cuanto extrema, real como la vida misma, ocurrida en este Madrid contradictorio e inesperado que vivimos.Tom¨¦ un taxi:
-Ll¨¦veme a la Real Academia, si tiene la bondad.
-?Qu¨¦ academia dice?
-La Academia de la Lengua.
-Ja, ja, ja. ?La lengua, se pone! Oiga, que yo no le doy a la lengua; yo, aqu¨ª, calladito.
-No me ha entendido: la Real Academia de la Lengua Espa?ola. Es un edificio.
-?Y por d¨®nde queda eso?
-CalleFelipe IV.
-Ni me suena.
-Est¨¢ cerca de los Jer¨®nimos, m¨¢s o menos.
-?Ah! La carrera de San Jer¨®nimo. Perfecto. ?Qu¨¦ n¨²mero, aproximadamente?
-No la Carrera, la iglesia de los Jer¨®nimos.
-Bueno es que yo en iglesias no estoy muy puesto.
-A ver si logramos entendernos: entre el Retiro y el Museo del Prado.
-?Museo el Prado? Pues si le digo la verdad, eso de museo me suena.
Fuimos al fin, y llegamos, porque uno hac¨ªa de pr¨¢ctico, indicaba a babor, a estribor o avante toda seg¨²n correspondiera y el taxista segu¨ªa disciplinadarnente el rumbo. "Es que soy un poco nuevo en el taxi", se justific¨®. Menos mal que lo dijo: no se me habr¨ªa ocurrido.
Pasaron 24 horas. Tom¨¦ un taxi:
-A la Real Academia, tenga la bondad.
-Eso est¨¢ hecho: Felipe IV. Ayer, ?sabe?, llev¨¦ all¨ª a Buero Vallejo. Por cierto: ?es usted acad¨¦mico?
-No.
-?Y poeta?
-Tampoco.
-Yo s¨ª. La poes¨ªa me apasiona. Tengo una buena biblioteca de poes¨ªa. M¨¢s de 200 vol¨²menes. Sobre todo, de Miguel Hem¨¢ndez, que es mi favorito. ?Ese hombre! Lo que vivi¨® y lo que pas¨® desde pastorear cabras en la Orihuela natal hasta su dram¨¢tica muerte. Cuando le hicieron aquel homenaje en Madrid -habl¨® entonces Tierno Galv¨¢n, que estuvo inmenso- hasta se me saltaron las l¨¢grimas. Vientos del pueblo es una obra sentida y vivida, que te llega al alma. En El rayo que no cesa hay sonetos llenos de amor. Perito en lunas tiene reminiscencias de G¨®ngora. ?Ha le¨ªdo No cesa y El silbo vulnerado?, ?no?, pues deber¨ªa hacerlo. Desde luego -debe de ocurrirles a todos los poetas y novelistas- se nota en su obra c¨®mo fue cambiando a lo largo del tiempo. Ya ve, de cat¨®lico convencido a militante del Frente Popular. Neruda y Aleixandre le influyeron mucho. Tambi¨¦n la guerra civil y, desde luego, la c¨¢rcel -donde muri¨®, el pobre-, como puede apreciarse en Cancionero y romancero de ausencias; una obra que releo frecuentemente, y cada vez me emociona m¨¢s. El taxista ilustraba su discurso apoyando los juicios de valor con versos del poeta glosado.
-?Es usted un literato metido a taxista? -le pregunt¨¦.
-Soy un taxista metido a literato -respondi¨®-. Mejor dicho: un poeta. La poes¨ªa es sentimiento y para ejercitarlo da igual el taxi que otro oficio. El pensamiento vuela. He escrito algunas cosillas y le voy a dar para leer un par de ellas.
Llegamos, sin necesidad de br¨²jula ni derrota. Un servidor estaba fascinado y a¨²n no hab¨ªa puesto pie en el umbral de la Academia, ya hab¨ªa le¨ªdo las creaciones del taxista: sendos poemas al dolor por la muerte de seres queridos.
Noche y d¨ªa, cielo y tierra, miel y salaz¨®n, blanco y negro, tierra y mar, fuego y hielo eran aquellos dos taxistas, personajes ins¨®litos del Madrid contradictorio e inesperado. Algunos habr¨ªan preferido la tercera v¨ªa: un taxista profesional que te lleve a donde vas, pronto, seguro y con la boca cerrada.
Pero para los gustos se han hecho los colores. Y uno prefiere estas sorpresas que ponen alma a la ciudad impersonal y dura, reales como la vida misma, sin trampa ni cart¨®n.
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