El d¨ªa de la confesi¨®n
Reconstrucci¨®n de la ma?ana en que Garc¨ªa Escalero narr¨® sus cr¨ªmenes
A las diez de la ma?ana del 22 de diciembre de 1993, Francisco Garc¨ªa Escalero cruz¨® el umbral de la unidad de psiquatr¨ªa del Hospital General Penitenciario. Andaba sin esposas, con un pijama azul claro y el gesto tranquilo. En la habitaci¨®n brillaba una bombilla. Sin que hiciera falta que se lo indicasen, Escalero se sent¨® en una silla y abandon¨® sus manos en el regazo. A su izquierda ten¨ªa al psiquiatra Felipe Rivera de los Arcos, y enfrente, separado por una mesa de formica, a su abogado de oficio, Ram¨®n Carrero Arraz, a dos inspectores del Grupo de Homicidios y a un transcriptor. Los polic¨ªas ya sab¨ªan que Escalero hab¨ªa matado a V¨ªctor Luis Criado Mart¨ª, su compa?ero del Psiqui¨¢trico Provincial, pero quer¨ªan averiguar si estaba implicado en otros asesinatos."Le vamos a preguntar por una serie de muertes. Queremos saber si usted ha participado en ellas", le dijo el inspector jefe de Homicidios, tras informarle de sus derechos. Escalero, sin apagar la mirada, respondi¨® afirmativamente con la cabeza. El polic¨ªa prosigui¨®: "?Conoc¨ªa usted a Angel Serrano Blanco? ?Le mat¨®?".
"S¨ª, le conoc¨ªa y le mat¨¦". El hombre del pijama azul hablaba con voz monocorde. Empezaba en aquella peque?a habitaci¨®n pintada de blanco la confesi¨®n del mayor asesino que jam¨¢s pis¨® Madrid. El inspector jefe se encendi¨® un cigarrillo rubio. Le sigui¨® el abogado con uno negro.
- ?De qu¨¦ conoc¨ªa a ngel Serrano? -insisti¨® el polic¨ªa.
-Le conoc¨ªa porque ¨ªbamos a pedir juntos en una iglesia.
-?Qu¨¦ iglesia?
-No me acuerdo, estaba cerca de Manuel Becerra fluego: [luego result¨® ser la de Covadonga].
-?Desde cu¨¢ndo?
-Dos a?os.
-?Por qu¨¦ le mat¨®?
-Hab¨ªamos bebido. Tom¨¦ unas pastillas. Rohipnol y dos litros de vino.
-?Qu¨¦ pas¨® entonces?
-Me vino la fuerza interior y no era el mismo. Cog¨ª una piedra y le di en la cabeza dos o tres veces. Le sal¨ªa sangre y cay¨® al suelo. Entonces le queme con papeles, peri¨®dicos y mantas.
-?D¨®nde fue?
-En un solar de Arturo Soria, en direcci¨®n a la plaza de Castilla. Antes hab¨ªa un pozo.
La polic¨ªa le facilit¨® papel y l¨¢piz para que dibujase un croquis del emplazamiento. Las palabras de Escalero les hab¨ªan sorprendido. No esperaban tal frialdad y concisi¨®n en un enfermo psiqui¨¢trico. Pero aprovecharon y sacaron la colecci¨®n de fotos. El interrogatorio sigui¨®, durante cuatro horas, en las que Escalero, con monos¨ªlabos y frases cortas, desgran¨® su locura asesina. Hasta 11 cr¨ªmenes reconoci¨® aquella ma?ana (posteriormente a?adir¨ªa otros cuatro).
Despojado de cualquier hilaci¨®n cronol¨®gica, el relato se convirti¨® en un desfile del horror. Como la confesi¨®n del asesinato de Julio Santiesteban, a quien Escalero, acuchill¨® la car¨®tida izquierda y, cuando agonizalba, le cort¨® el pene y se lo meti¨® en la boca.
A esta bestialidad le acompa?aron las cometidas con Mario Rom¨¢n Gonz¨¢lez (cr¨¢neo machacado), Mari (decapitada), Juan C¨¢mara Baeza (54 pu?aladas), ?ngel Heredero Vallejo (acuchillado y mutilado), Juan (tres cuchilladas y coraz¨®n arrancado), Mariano Torrecilla Estaire (acuchillado y mutilado) y Lorenzo Barbas Marco (aplastado, apu?alado y quemado). Tambi¨¦n figur¨® el caso de Ernesta de la O Coca, de 45 a?os, a quien Escalero dio por muerta despu¨¦s de violarla, rajarle la cara y molerle el cr¨¢neo con una piedra. [La mujer, la ¨²nica superviviente, denunci¨® los hechos y cont¨® que Escalero, con otro mendigo, la hab¨ªa asaltado en un 7eleven de la avenida de Am¨¦rica. "Eres mi esposa", le murmur¨® el criminal al intentar llev¨¢rsela a rastras del establecimiento. Nada hicieron los vigilantes por salvarla. La mujer, ahora, vive alcoholizada y con el rostro deformado por la agresi¨®n. S¨®lo su padre cuida de ella].
La confesi¨®n puso a disposici¨®n de los polic¨ªas un plano de los pasos de Escalero, un limosnero que desde el 11 de noviembre de 1987, hasta el 19 de septiembre de 1993 mat¨® a mansalva sin que la polic¨ªa sospechase de ¨¦l. Sus v¨ªctimas carec¨ªan de cheques o coches: eran en su mayor¨ªa compinches de su c¨ªrculo de mendigos. V¨ªctimas de un mismo ritual que empezaba con alcohol y pastillas, segu¨ªa con el despertar de la fuerza interior y acababa generalmente con el ataque por la espalda. Pozos como el situado junto al monasterio de Santa Gema Galgani, descampados, y el cementerio de Nuestra Se?ora de laAlmudena completaban el plano.
El cementerio. Un lugar del que al final del interrogatorio Francisco Garc¨ªa Escalero habl¨¦ a petici¨®n propia. Narr¨® entonces el espanto de una ni?ez con tendencias suicidas y atra¨ªda por el camposanto, situado apenas a 200 metros de su casa. Un espacio donde en 1973, en plena juventud, viol¨® a una mujer (lo que le acarre¨® una condena de 60 a?os, de los que pas¨® 11 en prisi¨®n) y donde m¨¢s tarde fundir¨ªa sus aberraciones con los muertos.
De hecho, poco de lo que dijo aquel primer d¨ªa se sal¨ªa de las cl¨¢usulas de la aberraci¨®n. Quiz¨¢ ¨²nicamente el lac¨®nico recordatorio final de su padre, un alba?il muerto cinco a?os antes; de su hermano mayor y del colegio, donde aprendi¨® a leer y a escribir. Una experiencia que pronto qued¨® eclipsada por su adolescencia de peque?o delincuente su ¨²nico trabajo en toda la vida fue de repartidor a los 16 a?os-.
Cuando las respuestas de Francisco Garc¨ªa Escalero llegaron a su fin, hab¨ªan pasado m¨¢s de cuatro horas desde el inicio del interrogatorio. Pocas veces hab¨ªa perdido el hilo el mendigo. S¨®lo en algunas ocasiones, en medio del borbot¨®n de sus palabras, parec¨ªa marearse por su propia narraci¨®n. El ojo derecho, estr¨¢bico, se le iba, recuerda un testigo. Entonces callaba y dec¨ªa sentirse deprimido. No apenado. A las 14.15 se levant¨® la sesi¨®n. En d¨ªas y meses posteriores tuvo continuaci¨®n. Pero aquella ma?ana de diciembre fue la primera y m¨¢s larga confesi¨®n de, Escalero.
Al acabar, el abogado, un polic¨ªa y un psiquiatra fueron a tomarse una cerveza. El letrado pregunt¨®: "?Es inimputable?". La respuesta del psiquiatra fue clara: "No tengo categor¨ªa para definirle".
(Reconstrucci¨®n basada en testigos y el sumario.)
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