Isabel Coixet borda una delicia de humor y poes¨ªa en 'Cosas que nunca te dije'
Bruce Willis y Terry Gilliam defienden como gorilas la indefendible '12 monos'
Tras el respiro de un intenso y muy bien hecho western chino dirigido por He Ping, El valle del sol, la competici¨®n recuper¨® el aburrimiento nuestro de cada d¨ªa con Portland, poquita cosa a ras de suelo dirigida por el dan¨¦s Niels, Arden Oplev; y se sumergi¨® de nuevo en el subterr¨¢neo con el infame barullo de 12 monos, dirigido (rematadamente mal) por el confuso tenebrista Terry Gilliam e interpretado por Bruce Willis (que horas despu¨¦s regal¨® un recital de m¨²sica pop, que se le da mucho mejor que el cine) y Brad Pitt, inconcebible candidato a un Oscar por su simiesca composici¨®n. Por la noche, en el Atelier del Panorama, el verdadero cine volvi¨® a la pantalla con el delicioso trenzado de humor, desgarro y poes¨ªa Cosas que nunca te dije, escrita y dirigida en Estados Unidos por la espa?ola Isabel Coixet.
Los espa?oles sab¨ªamos poca cosa, de esta joven cincasta catalana. En realidad, hab¨ªa poco que saber: escribi¨® guiones de comics para Bruguera y art¨ªculos sobre cine en Sal Com¨²n y Fotogramas, dirigi¨® en 1987 a Emna Su¨¢rez y Fernando Guill¨¦n en Demasiado viejo para morir J¨®ven y, despu¨¦s de que ¨¦ste su primer largometraje pasara a engrosar el almac¨¦n. del malditismo espa?ol -este cronista no ha tenido ocasi¨®n de verlo-, se dedic¨® a hacer miniaturas de cine publicitario en una agencia de Barcelona.Ah¨ª acaba el rastro de su nombre, hasta que hace cinco a?os Coixet se fue a afinar su oficio a una escuela de cine estado unidense y el a?o pasado logr¨® all¨ª convencer a un pu?ado de excelentes int¨¦rpretes para que dieran rostro en la pantalla a los personajes de un gui¨®n que escribi¨® durante su estancia en Oregon. Probablemente le bast¨® para embaucar a estos profesionales en un trabajo sin salario la infalible tarjeta de presentaci¨®n que es la filigrana de ese guion, una pieza de escritura cinematogr¨¢fica tan bien intuida, graduada y dialogada que merece entrar en la antolog¨ªa d¨¦ la imagen sobre el papel. Con aportaciones caseras, algunas ayudas oficiales en Estados Unidos y lo que hab¨ªa entre la pelusa del bolsillo de una peque?a productora que ella contribuy¨® a fundar y que tiene el pintoresco nombre de Eddie Saeta, Coixet logr¨® reunir los 100 millones cortos de pesetas -aproximadamente la mitad de lo que cuenta una producci¨®n media espa?ola- que necesitaba para hacer frente a las cuatro semanas de rodaje y las dos de montaje de, Cosas que nunca te dije.
Un enfermo cr¨®nico
Despu¨¦s de ver en la pantalla-el riqu¨ªsimo resultado art¨ªstico de esa escasez inmediatamente des pues de haber visto la miseria que aportan a la imaginaci¨®n cinematogr¨¢fica los 40 o 50 millones de d¨®lares -unas 60 pel¨ªculas como la de Coixet- que se ha tragado la monstruosa y trivial fantochada de 12 monos, hay que deducir con rabia y con pena que algo atroz, deforme y est¨²pido est¨¢ ocurri¨¦ndole al cine, que le convierte en un enfermo cr¨®nico, y no ¨²nicamente de caspa.
Si la escritura de Coixet es un ejemplo de c¨®mo dosificar y en trelazar el tacto y la audacia, el buen gusto y la econom¨ªa expresiva, la imagen y la palabra, la intuici¨®n y la observaci¨®n, su manera de visualizar lo que imagina es a su vez un ejemplo de eso tan dif¨ªcil de encontrar en un (o una) cineasta inexperto que es la proximidad entre lo que quiere (en el papel) contar y lo que (en la pantalla) logra contar. Coixet alcanza -yes emocionante mientras se ve su pel¨ªcula cerrar los ojos un rato para abrirlos y comprobar que entre: lo - escrito -y lo visto no hay ruptura- algo que se parece a un estado de gracia en la realizaci¨®n de su gui¨®n. La pel¨ªcula -no en vano se ha hecho all¨ª- tiene resonancias de lo que ahora llaman corriente minimalista dentro del complejo_ y variad¨ªsinio conglomerado del cine independiente americano. Y los nombres de Jim Jarmush, Gus van Sant y Hal Hartley saltan autom¨¢ticamente en las bocas apresuradas tras ver Cosas que nunca te diie.
Pero, a mi juicio, esos autonriatismos son lo dicho: resonancias, porque la pel¨ªcula lleva dentro la sensaci¨®n de que, embrionariamente (ya se ver¨¢, cuando cuaje y si realmente cuaja) esta cineasta- no s¨®lo tiene voluntad de estilo, sino estilo; de modo que su querer puede, su intentar hace, cosa muy poco frecuente en los novatos de este oficio. Observada con cuidado, la pel¨ªcula se alza sobre esas resonancias y va m¨¢s all¨¢ de ellas. El bordado po¨¦tico entre comedia y melodrama, entre humor y dolor, tiene en esta joya americana del cine espa?ol sello propio e incluso qui¨¦n sabe si ese rasgo de universalidad que poseen algunas obras cuando (sin propon¨¦rselo, instintivamente) proyectan sobre lo que ven lo que hay detr¨¢s de los ojos. Lo que vemos en las calles de una ciudad de Oregon, muy bien puede verse a trav¨¦s del tamiz de la luz barcelonesa.
El Panorama, anoche, se rindi¨® ante la gracia y la verdad que expulsan de la pantalla las im¨¢genes creadas por esta aprendiza y al final se pel¨® las manos con ovaciones interminables, que eran la consecuencia natural del millar de sonrisas que durante hora y tres cuartos abri¨® de oreja a oreja la pantalla del Atelier.
De la monada a la gorilez
El filme chino El valle del sol es un western de tiral¨ªneas, al pie de la letra. La tormentosa historia del vengador que llega a una posada del altiplano que separa a China de las monta?as del Tibet se contempla y se devora con el mismo ritmo hambriento de que contin¨²e que una cabalgada en el desierto de Arizona de Gary Cooper, Randolph Scott y Joel McCrea. Si Coixet nos trajo una moner¨ªa (y enti¨¦ndase esto como una manera de referirme al hilar fino), He Ping nos propuso horas antes una aut¨¦ntica monada (le pel¨ªcula de acci¨®n, por duras que sean algunas de sus im¨¢genes.Pero en esto llegaron el cachas Bruce Willis y el err¨¢tico Terry Grilliam y lo mono se hizo simiesco (con perd¨®n de los sim¨ªos, formidables vividores que se las apa?an igual con o sin simia) y la moner¨ªa se convirti¨® en gorilez, (con perd¨®n de los gorilas, gente cabal donde la haya). Su 12 monos es una pel¨ªcula retorcida y hueca, que confunde la acci¨®n con el ajetreo y que probablemente es tan aparatosa, estridente y estruendosa para que desde el patio de butacas no oigamoslo que en la pantalla se dice, que si se afina la oreja resulta ser un rosario de sandeces.
Estamos ante una especie de Terrninator (cuya primera entrega es una excelente y divertid¨ªsima pel¨ªcula) escrito, realizado e interpretado de manera completamente hist¨¦rica, tal vez para que la trepidaci¨®n de los altavoces y de las (es un decir) im¨¢genes que acompa?an, incapacite al espectador para digerir tanta velocidad sin v¨¦rtebra, tanta prisa sin agilidad.
Un espanto de los que hacen huir de los cines a refugiarse en Mozart y curarse de tanta baba, tanto v¨®mito y tanto tenebrismo opaco e in¨²til. O sea, como El rey pescador, pero mucho peor. Otra delicatessen del cocinero de la programaci¨®n de esta Berlinale, que ma?ana tiene su lunes y, con ¨¦l, las presumibles sorpresas -los optimistas dicen que sustos- de la lista de premios que, a tenor de lo que hemos visto, puede ser muy divertida.
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