Por la gracia de Woody
Woody Allen and His New Orleans Jazz BandNo se presenta todos los d¨ªas la ocasi¨®n de asistir a un espect¨¢culo montado en tomo a una figura encumbrada en una disciplina art¨ªstica que, voluntariamente, se somete a juicio en otra en la que insiste en declararse insolvente. Woody Allen ha ido mucho m¨¢s lejos que los Orson Welles, Spike Lee o Clint Eastwood en su devoci¨®n por el jazz. ?l ha tenido el arrojo suicida de plantarse ante el p¨²blico, desvalido de t¨¦cnica y firme de prop¨®sitos, respaldado por seis estupendos m¨²sicos. Pod¨ªa haberse pasado la noche acorazado tras ellos, pero dio la cara con un desparpajo que su aparente timidez no permit¨ªa augurar.El ¨²nico testimonio discogr¨¢fico que existe de Allen es una divertida rareza, titulada The Bunk Project, que se mofa de t¨¦cnicas digitales y sutiles procedimientos de mercadotecnia. Parece grabada, quiz¨¢ para mayor fidelidad al modelo original, en un cuarto de ba?o de ac¨²stica no particularmente buena, y la poqu¨ªsimo elaborada car¨¢tula se ajusta a lo que bien podr¨ªa ser una sosa foto de carn¨¦ colectivo. As¨ª de directa y f¨¢cil result¨® tambi¨¦n su r¨¦plica en directo. Sentado, como los buenos, desgran¨® junto a sus competentes compa?eros una sucesi¨®n de blues, rags, marchas y canciones poulares de a tres minutos la pieza. El grupo hubiera sonado mucho mejor sin ¨¦l, pero no hubiera tenido ni la mitad de gracia.
Woody Allen (clarinete), Simon Wettenhall (trompeta), Dan Barrett (tromb¨®n y voz), Cynthia Sayer (piano y voz), Eddy Davis (banjo, voz y direcci¨®n musical), Greg Cohen (contrabajo) y John Gill (bater¨ªa)
Teatro Monumental. Madrid, 25 de febrero.
Cuando los ritmos vivos animaban a utilizar registros agudos, Allen mostraba una enternecedora colecci¨®n de intr¨¦pidos trinos que el antiguo te¨®rico del clarinete L. N. Berg hubiera calificado de "ganso satisfecho". El clarinetista parec¨ªa un orador lo cuaz y bullicioso explic¨¢ndolo todo a su manera, un domador de anacronismos encantado de tocar deliberadamente corny con el apoyo de un vibrato, bufo y orgulloso al mismo tiempo, que traicionaba al buen gusto con exquisitos modales. La situaci¨®n mejoraba mucho cuando la melod¨ªa se tomaba solenme; los graves lo disimulaban entonces casi todo y Allen adoptaba por momentos un aire de c¨¢ndida suficiencia, incluso cuando avanzaba con cautela de aprendiz.
Su clarinete sistema Albert, que proporciona un sonido m¨¢s pleno y vehemente que el B?hm, pero acusa ciertos l¨ªmites t¨¦cnicos, soportaba. con estoiciginolas barrabasadas, quiz¨¢ a sabiendas de que en el Nueva Orleans de principios de siglo el desafinar y pifiar notas en aras de la fuerza expresiva era prueba de hombr¨ªa jazz¨ªstica. Si ¨¦se es el caso, hace a?os que no se ve a nadie tan macho como Woody Allen. Entre las curiosidades del repertorio hubo un Mona Lisa alejad¨ªsimo del arquetipo creado por Nat King Cole y hasta un No nos mover¨¢n en las ant¨ªpodas del himno militante.
Hab¨ªa ganas de ver al Allen no cineasta y nadie sali¨® defraudado de esta nueva y audaz idea publicitaria (en estos d¨ªas se estrena su ¨²ltima pel¨ªcula Poderosa Afrodita) que puede crear moda. Quien m¨¢s quien menos coleccion¨® una experiencia ¨ªntima de f¨¢cil relato, como la de haber visto torear vaquillas a Picasso en una fiesta privada o haber ido de daiquiris con Hemingway.
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