El Manresa logra el ¨¦xito de los modestos
El conjunto manresano sorprende al Barcelona y conquista en la pr¨®rroga la Copa del Rey
Habr¨¢ que denominarlo efecto Numancia. En t¨¦rminos generales, suceso seg¨²n el cual el peque?o se comporta sin complejos ante el grande y busca la victoria sin renunciar a su estilo. Ni encoje el rostro ni recurre al juego subterr¨¢neo. Hay una sobredosis de motivaci¨®n y mucho sentido com¨²n. El Manresa disput¨® la final de Copa sin sentirse avergonzado por eIlo. Fue fiel a sus estad¨ªsticas y trat¨® de sujetar al rival. Pero hizo algo m¨¢s, un magn¨ªfico ejercicio de sencillez elevada a la categor¨ªa de rigor. Un ejemplo a seguir por sus iguales. El Manresa es el equipo m¨¢s modesto que ha logrado conquistar la Copa del Rey. No era una alternativa. Era un digno y honesto superviviente. Su ¨¦xito sirve de ejemplo para la mayor¨ªa.El Manresa vivi¨® la final recibiendo palmaditas en la espalda. Interpret¨® un papel harto conocido, el del pobre invitado a una gala. Detr¨¢s de las sonrisas, de las felicitaciones un¨¢nimes, hab¨ªa una carga de hipocres¨ªa notable. La gente les se?alaba con el dedo, miraba de reojo para observar alg¨²n detalle irrisorio de su atuendo y comentaba alguna cosa en voz baja. F¨ªjate, Creus en una final a sus 40 a?os. Mira que bien se apa?an con las sobras del Barcelona (Esteller y Lisard Gonz¨¢lez). Oye, ?de d¨®nde ha salido ese Frank? Para el Manresa exist¨ªa una trampa. El problema era doble: ?c¨®mo hacer da?o sin dejar de ser buenos chicos? Recurriendo al efecto Numancia.
Pero el Manresa no es lo que se entiende por un modesto. Se ha instalado en un escal¨®n superior. No alcanza el grado de peque?o burgu¨¦s, pero casi; sencillamente, un equipo de clase media con piso propio, que dispone de un mobiliario completo y toda la gama de electrodom¨¦sticos al uso en perfecto estado de conservaci¨®n. No hay lujos, pero todo est¨¢ limpio, de tal forma que presenta un aspecto impecable. As¨ª es el equipo: Creus se conserva sin arrugas, no hay desperfectos visibles en su peque?a estampa; no es hombre de grandes prestaciones, pero s¨ª de cometer pocos errores. Suyo fue el triple letal. En conjunto, defienden correctamente y atacan con orden. No es un equipo de cinco velocidades, pero no despilfarra.
Pero en una final eso no es suficiente. En una final importa la victoria no las buenas costumbres, cuenta el ¨¦xito no la buena educaci¨®n. La desproporci¨®n era tan evidente que el Barcelona ten¨ªa de su parte el gui¨®n, el reparto de papeles e incluso la elecci¨®n del director. El Barcelona pod¨ªa ser generoso o prepotente, pod¨ªa inclinarse por el espect¨¢culo o plantearse una operaci¨®n de castigo. Pod¨ªa ser, incluso, ¨¦l mismo. ?Por d¨®nde se inclinar¨ªa A¨ªto, por dejar jugar o por acabar la faena cuanto antes?
Quienes conocen a A¨ªto apostaron por la l¨ªnea dura. As¨ª que bastaban unos minutos para situar el partido. Observar detalles. Fijarse en el momento en el que A¨ªto beba su primer sorbo de agua, en su forma de sentarse. A¨ªto contemplaba el juego con las piernas cruzadas durante los primeros minutos. La m¨¢quina funcionaba: de las primeras 11 canastas, 8 fueron triples. El Barcelona tom¨® el mando del partido, pero sin lograr escaparse en el marcador. Su defensa era m¨¢s bien tibia y por ese lado le llegar¨ªan todos los problemas.
Porque el Manresa sabe hacer las cosas sencillas. Sin aparato. Se repliega con orden, econon¨²za sus esfuerzos, apenas pierde balones y selecciona muy bien sus ataques.
Casi siempre sus jugadores tiran en posici¨®n. Al castigo de los triples respondi¨® con entereza. Paso a paso tom¨® el pulso del encuentro para no perderlo nunca. Al descanso, ten¨ªa problemas (51-43), pero conservaba-la esperanza.
El se manej¨® insensible. No perdi¨® los papeles, es cierto, pero permiti¨® que su rival se sintiera en condiciones de igualdad. El partido fue trascurriendo sin diferencias apreciables, con el Bar?a posiblemente convencido de que llegar¨ªa su momento. Sin embargo, acusaba m¨¢s problemas de la cuenta: sus p¨ªvots apenas anotaban y el peso de su ataque tend¨ªa a recaer en Xavi Fern¨¢ndez, que visitaba una y otra vez la l¨ªnea de tiros libres (10 tantos por este camino en la segunda parte). Sin tiempo para rectificar entr¨® en el escenario donde no hay viajes de ida y vuelta. Williams, tuvo la oportunidad de sentenciar antes de que se alcanzara la pr¨®rroga (81-81).
Y en ese nuevo escenario, el Manresa era tan grande como el Barcelona. Tuvo el m¨¦rito de no precipitarse, de dejar que Creus llevara el mando de la jugada con incre¨ªble clarividencia, con ejemplar higiene (5 p¨¦rdidas de bal¨®n el Manresa por 19 del Barcelona). Una por una fue respondiendo a todas las preguntas hasta que lleg¨® la definitiva: 24 segundos por delante y un punto de desventaja (92-91). Sin pesta?ear, Esteller dej¨® pasar el tiempo. Llegado el momento, el Manresa, ejecut¨® la jugada como si actuara en el sal¨®n. Y el bal¨®n lleg¨® al punto convenido. All¨ª estaba Creus a sus casi 40 a?os. Creus y todos los pobres del mundo con ¨¦l.
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