Pura diversi¨®n
A la mayor¨ªa de los espa?oles les viene a la cabeza un vaso grande, con una h¨¦lice dentro, cuando leen la palabra batidora. Y si dices caballo, se representan mentalmente un cuadr¨²pedo. La gente est¨¢ acostumbrada a atribuir un sentido a los sonidos articulados, incluso a los, m¨¢s dif¨ªciles, como Cosculluela. Pero si pronuncias la palabra Maastricht la mayor¨ªa de los ciudadanos se queda en blanco o piensa en el ruido de una s¨¢bana al desgarrarse.El caso es que daban en La 2 un programa electoral sobre Maastricht, as¨ª que era el momento de enterarse de una vez por todas de lo que era aquello y dejarse de s¨¢banas. Por fin, entre tanta palabrer¨ªa in¨²til, surg¨ªa un debate t¨¦cnico al que hab¨ªan anunciado la presencia de representantes de todo el espectro pol¨ªtico. Aquello parec¨ªa La clave de Balb¨ªn y de cuando ¨¦ramos j¨®venes. Incluso hab¨ªa habido antes una pel¨ªcula de la serie Historias del otro lado, lo que quiz¨¢ pudo, no lo niego, contaminar nuestra percepci¨®n de la realidad europea.
Yo, como pens¨¦ que tengo todo el derecho del mundo a padecer el s¨ªndrome de Estocolmo, me puse enseguida a favor del representante del PP, Rafael Arias, al que, m¨¢s que maquillar, hab¨ªan embalsamado para la ocasi¨®n. Fue un horror. A los diez minutos de programa todos los contertulios le ped¨ªan que explicara las cuentas de su partido porque a nadie le sal¨ªan los n¨²meros. Conminado a que expusiera c¨®mo vamos a meter el pie en la horma europea no ya sin que nos duela, sino bajando incluso los impuestos, Rafael Arias se defendi¨® acusando a Solbes de resignaci¨®n. El ministro parec¨ªa, en efecto, rendido al hecho de que dos y dos fueran cuatro, que es lo normal. Yo, sin embargo, prefiero que dos y dos den cinco, incluso catorce, as¨ª que mand¨¦ ¨¢nimos telep¨¢ticamente al del PP, pero debe de carecer de tele, o de pat¨ªa, porque no resolvi¨® el problema. No obstante, al final aclar¨® que cuando lleguen al poder har¨¢n un pacto de austeridad. Es cierto que lo, desarroll¨® brevemente, pero la imagen que a m¨ª me qued¨®, quiz¨¢ por culpa del maquillaje, es que ser m¨¢s austeros consist¨ªa en que fu¨¦ramos m¨¢s tristes, como si el cambio pol¨ªtico consistiera en inaugurar una Semana Santa con la duraci¨®n de una legislatura, C¨®mo ir¨ªa la cosa de mal para mi defendido que en alg¨²n momento dese¨¦ que hubiera acudido al debate Rodrigo Rato, que por lo menos, cuando no tiene nada que decir, sabe ser cruel con el adversario. Cuando la cosa lleg¨® al paroxismo, esquina a Maastricht, mi favorito acus¨® al representante del Gobierno de no haber privatizado bastante. Quiz¨¢ no hab¨ªa visto la entrevista de Canal + en la que Aznar reprochaba a Gonz¨¢lez que le dejara tan pocas empresas por vender.
Me fui a la cama hecho polvo, claro, aunque sin s¨ªndrome de Estocolmo, una cosa por otra. Lo malo es que desde entonces cada vez que oigo la palabra Maastricht me viene a la cabeza el cer¨²leo rostro de Arias Salgado balance¨¢ndose sobre un paso de Semana Santa que me impresionaba mucho de peque?o. As¨ª que me voy a Valencia, a ver a Manolo Escobar en el Mestalla cantando para Aznar. Este trabajo es pura diversi¨®n.
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