Vencer y convencer
LOS POL?TICOS han dispuesto durante 15 d¨ªas de un protagonismo reforzado -en la calle, en los medios- para trasladar sus mensajes y tratar de convencer a m¨¢s gente de la que habitualmente se interesa por los asuntos pol¨ªticos. No es seguro que hayan aprovechado la ocasi¨®n, pero as¨ª sucede casi siempre: al cierre de cada campa?a electoral se generaliza el lamento de que el debate fue demasiado personalista, que no hubo lugar para la confrontaci¨®n directa de programas, etc¨¦tera. Habr¨¢ que concluir que las cosas son as¨ª inevitablemente: que las campa?as son una ocasi¨®n para decidir un vencedor -para eso se convocan justamente los comicios-, pero apenas para convencer de algo a quien no lo estuviera por adelantado.El Partido Popular, que llegaba esta vez avalado por su clara victoria en las elecciones europeas de 1994 y las locales y auton¨®micas de 1995, sal¨ªa como ganador virtual, y de hecho se ha comportado como si ya lo fuera: euf¨®rico en las formas y reserv¨®n en los contenidos. Con el detalle a?adido de que, aun antes de estrenarse como gobernante, Aznar ha sido afectado ya por el mal de altura y se considera el pol¨ªtico m¨¢s injuriado de la Espa?a contempor¨¢nea. En cuanto al programa, no es que no lo tenga. Lo tiene, y de ¨¦l habr¨¢ de responder si gobierna. Pero en campa?a tiende a exponerlo m¨¢s bien poco, limit¨¢ndose a mensajes gen¨¦ricos que no provoquen deserciones ni den ocasi¨®n a una confrontaci¨®n directa con las propuestas de sus rivales.
Los socialistas han sido incapaces de romper esa din¨¢mica provocando algo parecido a una comparaci¨®n entre programas y l¨ªderes. Las entrevistas con Aznar y Gonz¨¢lez sucesivamente emitidas el jueves por TVE han confirmado que fue un error de c¨¢lculo del PSOE negarse a aceptar un debate tripartito. La ventaja comparativa atribuida por ellos a Gonz¨¢lez queda relativizada en ausencia de tales confrontaciones directas. Al no ceder a la presencia de Anguita -mero pretexto de Aznar para evitar el cara a cara-, los socialistas actuaron como si todav¨ªa pudieran imponer condiciones.
El PSOE ha carecido de un mensaje unificador capaz de contrarrestar el del cambio (de mayor¨ªa, de etapa, de caras) que ha ofrecido el PP. Durante estos tres a?os, Aznar, en campa?a desde el primer d¨ªa de la legislatura, ha conseguido identificar el clima de crispaci¨®n, en parte estimulado por su partido, con la larga permanencia de Gonz¨¢lez en el poder. Con independencia del componente ventajista de esa estrategia, lo cierto es que el mensaje del cambio ha encontrado tierra abonada en una opini¨®n p¨²blica muy harta de esc¨¢ndalos, y crispaciones. La idea de pasar p¨¢gina ha atra¨ªdo, junto a los convencidos de antemano, a gentes que simplemente piensan que 13 a?os en el poder ya son suficientes.
La crisis econ¨®mica, tema central del debate en 1993, ha pasado ahora a un relativo segundo plano, pero no es f¨¢cil se?alar qu¨¦ asunto ha venido a ocupar su lugar. El PP ha intentado atraerse a un sector del electorado moderado con la oferta de bajar los impuestos. Aunque luego haya condicionado el ritmo de aplicaci¨®n a la evoluci¨®n del d¨¦ficit, y aunque todos los dem¨¢s partidos -excepto IU- tambi¨¦n hayan incluido propuestas de rebajar el tipo m¨¢ximo del impuesto sobre la renta, ser¨¢ dif¨ªcil disputar a los conservadores esa bandera. El aval de Boyer no basta para cuadrar el c¨ªrculo de bajar impuestos, reducir el d¨¦ficit y mantener el nivel de prestaciones sociales.
El paro sigue siendo, con el terrorismo, la cuesti¨®n que m¨¢s preocupa a los espa?oles, pero ni siquiera la novedosa propuesta, m¨¢s bien te¨®rica, del reparto del trabajo ha prendido. No es, en todo caso, un tema para debatir a gritos en las plazas de toros. En este y otros terrenos, la oposici¨®n cuenta con la ventaja relativa de poder cuestionar la credibilidad de los socialistas para solventar problemas que no han resuelto en 13 a?os o incluso que ellos mismos han provocado. Pero la distribuci¨®n territorial del poder propia del Estado auton¨®mico permite al PSOE contraatacar mostrando la distancia entre lo que el PP predica en campa?a y lo que hace en las comunidades que gobierna: en materia de sectarismo de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, austeridad de las administraciones o respeto a los usos parlamentarios, entre otros. Est¨¢ por ver, sin embargo, el efecto que esa distancia pueda tener a la hora de la definici¨®n del voto.
En todo caso, el juego est¨¢ jugado, y ya s¨®lo falta que la ciudadan¨ªa designe al ganador.
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