Triunfo de Schubert por mayor¨ªa absoluta
Dos d¨ªas de m¨²sica de c¨¢mara con atenci¨®n especial a Schubert, suponen un alto en el camino de la m¨²sica espectacular y un reposo en la ¨ªntima y sustancia. En el ciclo lieder¨ªstico del teatro de la Zarzuela, Sylvia MacMair y el pianista Roger Vignoles, nos trajeron diversos ejemplos, m¨¢s o menos divulgados, del compositor austriaco, desde la superconocida Trucha (variada por el compositor en un tiempo del Quinteto en la) al espl¨¦ndido Der hirt auf dem felsen (El pastor en la roca), pasando por la romanza de Rosamunda y las canciones italianas.Esta soprano de Ohao, actualmente en primer plano de la l¨ªrica, es una artista vers¨¢til y due?a de muchos atractivos. Practica Monteverdi, Purcell, Gluck o Mozart, pero tambi¨¦n Straviriski, Coridiano, Bernstein o Kern, del mismo modo que nuestra Mar¨ªa Bayo cultiva alternativamente la zarzuela, el lied o la ¨®pera en sus diversos estilos. Posee McNair una voz de sutil encanto, una excelente t¨¦cnica y una mesurada gracia expresiva. Su Schubert quiz¨¢ queda un poco corto de vuelo, si hacemos excepci¨®n del aludido Pastor en la roca, con obligado de clarinete (o violonchelo) en el que junto al excelent¨ªsimo pianista brit¨¢nico Vignoles intervino un clarinetista de alta categor¨ªa, Pascal Moragues, profesor en el Conservatorio de Par¨ªs.
En la segunda parte de su recital, McNair convenci¨® a todos: cant¨® las Tres melod¨ªas (1930) y la Vocalice (1935) de Olivier Messiaen, de manera prodigiosa, como lo hizo con Francis Poulenc en las Metamorfosis sobre Virmorin o en las cuatro canciones de Bizet. El p¨²blico respondi¨® con justificado entusiasmo.
Para los seguidores de Prom¨²sica, toc¨® el d¨²o de viol¨ªn / viola y piano ShIomo Mintz (Mosc¨², 1957, residente en Israel desde los dos a?os) y el lituano Itamar Golan (1970) interpretaron un "todo Schubert": las Sonatinas en re mayor, la mayor y sol menor, de 1816, y la Sonata arpeggione en versi¨®n de viola. El arpeggione, invento del vien¨¦s Johan Georg Staufer, evoca en algo la guitarra por el largo del mango en las seis cuerdas, pero acaso no ser¨ªa recordado sin la sonata que le dedicara Schubert en noviembre de 1824: m¨²sica hermosa, con un adagio central de expresi¨®n rec¨®ndita e intensa y dos tiempos extremos muy contrastados, pero relacionados tem¨¢ticamente.
ShIomo Mintz y su pianista colaborador son int¨¦rpretes en los que la musicalidad no aparece como algo afectivo y un tanto a?adido, sino en la misma sustancialidad de la t¨¦cnica y del estilo. Todas las versiones alcanzaron niveles de excepci¨®n, m¨¢s la de arpeggione quedar¨¢ en el mejor archivo de nuestra memoria, as¨ª como la transcripci¨®n de la melod¨ªa Bau soir, escrita por Debussy en 1880. En estas dos obras, sobre la exclusividad, la belleza sonora y el virtuosismo t¨¦cnico, se a?adi¨® el elemento m¨¢gico que decide siempre la trascendencia de una interpretaci¨®n. El ¨¦xito fue total.
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