La voz de Luis Cernuda
La colecci¨®n Visor de Poes¨ªa ha publicado un disco compacto donde Luis Cernuda lee una selecci¨®n de sus poemas, que se editan en volumen aparte. La grabaci¨®n se produjo en la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico en los a?os cincuenta y no hab¨ªa circulado hasta ahora por Espa?a, al menos en forma accesible. M¨¢s de treinta a?os despu¨¦s de la muerte del poeta llega su voz a la tierra de donde sali¨® un d¨ªa expelido por los desastres de la historia. Como ha llegado tambi¨¦n la voz de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez en otra edici¨®n -disco y libro- de la misma casa editorial.Las furias cainitas no siempre lo destruyen todo. Cernuda sali¨® de su tierra y no pudo regresar; ahora vuelve su voz. Su voz, de timbre atenorado, que dice los versos con impecable fon¨¦tica castellana y donde resulta imposible adivinar el origen andaluz, que s¨ª se adivina, en cambio, en la dicci¨®n de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Vuelve, s¨ª, vuelve la voz de Cernuda diciendo sus versos de gran poeta. Aqu¨ª est¨¢n, entre otros poemas, A Larra con unas violetas y G¨®ngora, esos dos personajes malditos en los que- ¨¦l se reconoc¨ªa all¨¢ en los a?os cuarenta.
Como le ocurr¨ªa a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Cernuda no era un gran int¨¦rprete de sus versos, pero s¨ª un lector estricto, que salvaguardaba su tersa hermosura con la neutralidad de la dicci¨®n. Pocos recitales dio este andaluz reservado, t¨ªmido y altivo; uno de ellos es esta grabaci¨®n, que dura una media hora. Faltaban -todav¨ªa algunos a?os para que leyera sus poemas en California, en San Francisco, cuando se le acerc¨® a saludarle un antiguo soldado de la Brigada Lincoln, que le atestigu¨®, pasado un cuarto de siglo, su intacta fe en el ideario de la libertad por el que se jug¨® la vida en los frentes de Espa?a, y que origin¨® el enorme poema 1936, el de los versos perdurables sobre la lealtad de la memoria: "Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a otros... Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola". El de la afirmaci¨®n moral suprema de que un hombre, "uno tan s¨®lo basta / como testigo irrefutable 1 de toda la nobleza humana
Cuando muri¨® Luis Cernuda, la censura franquista no permiti¨® m¨¢s que la inserci¨®n en la prensa de una escueta noticia de agencia. La realidad y el deseo no era accesible entonces en las librer¨ªas, aunque alguna oficial, como la de la Facultad de Letras de la Universidad de Sevilla, tuviera el suyo por la discreta mediaci¨®n de alg¨²n catedr¨¢tico secretamente liberal y no dispuesto a la sumisi¨®n absoluta al poder ominoso que nos reg¨ªa. Dicen que estas historias hoy no les interesan a los j¨®venes -son las batallitas de pap¨¢-, que en el franquismo hubo de todo, cosas buenas y cosas malas: es de suponer que leer a Cernuda as¨ª, casi como de extranjis, era una de esas cosas buenas. Entre las buenas cosas del franquismo tambi¨¦n deb¨ªan de estar los libros de textos aprobados por la censura eclesi¨¢stica, donde en pocas l¨ªneas se preven¨ªa al lector adolescente contra el aire malsano y la dudosa moral de estos versos, una manera de llamarle maric¨®n al poeta, como si la grandeza de una poes¨ªa se midiera por la naturaleza de las hormonas. Quienes as¨ª se expresaban andan hoy de liberales por la vida, de liberales conservadores -claro- y se quejan mucho de la corrupci¨®n y todo eso. Pero as¨ª iba el mundo entonces, as¨ª iba, con sus cosas, que, ya se ve, no eran buenas cosas.
Ahora en este disco compacto la voz de Luis Cernuda suena liberada de todas esas sombras, de todas esas mediocridades. Uno puede leer los versos acompa?ado por esa voz. Es una experiencia grata mas tambi¨¦n inquietante ("Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a otros"), porque esa grabaci¨®n se produjo a miles de kil¨®metros de Espa?a, en una Universidad extranjera, en los rigores del destierro de un hombre que defend¨ªa, con dignidad moral, que nuestra tierra es el lugar donde nos ganamos la vida pero a cuya mente acud¨ªan, una y otra vez, las tardes de su Sevilla nativa, sus ponientes morados con la luna creciendo por el aire y sus calles y plazas y fuentes secretas por donde pasar hubiera sido para ¨¦l "so?ar despierto". Supongo que ¨¦sta es una de las cosas malas que seg¨²n cierta opini¨®n s¨ª ocurr¨ªan en el franquismo. El hecho es que Luis Cernuda muri¨® de un ataque al coraz¨®n lejos de su tierra y de su ciudad, lejos de sus tardes y sus fuentes, sus plazas y sus calles. Es verdad que el olvido no ha podido con su obra, como ¨¦l tem¨ªa, es verdad. Pero ?qui¨¦n rescata su soledad de desterrado? ?Qui¨¦n redime esa muerte?
Babelia
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