Una espl¨¦ndida Butterfly
Se llen¨® el teatro de La Maestranza para seguir y aplaudir el montaje de Madame Butterfly, de Puccini, en la coproducci¨®n del coliseo sevillano y el Coven Garden de Londres.Madame Butterfly supone el primer gran giro exotista del verismo pucciniano, aunque en la obra encontremos mucha m¨¢s sustancia del compositor italiano que servidumbre a los imperativos musicales japoneses por m¨¢s que aparezcan seis o siete temas aut¨¦nticos, pero insertos en el pensamiento y el estilo del melodrama. Lo que s¨ª existe en la tr¨¢gica historia de Cio-Cio-San es una sutil cristalizaci¨®n sonora de lo japon¨¦s tal y como se entend¨ªa en Occidente a principios de siglo, y Puccini la realiz¨® con gran originalidad a trav¨¦s de una temperatura l¨ªrica y una inteligencia instrumental sorpresiva.
No digamos nada sobre lo mil veces sabido: la naturaleza teatral del arte pucciniano, de tal efectividad que acaba por introducir a todos en la convencionalidad del novel¨®n de, John Long, teatralizado por David Belasco y convertido en libreto por Illica y Giacosa. En Butterfly, Puccini nos da una de las figuras femeninas que jalonan su producci¨®n oper¨ªstica, pero sucede que en toda la obra no hay otro personaje que interese, como no sea la sufriente bondad del c¨®nsul americano turbada por la conducta de su compatriota y amigo el teniente de la Marina de los Estados Unidos Pinkerton, personaje antip¨¢tico hasta la irritaci¨®n, al que Puccini hizo, sin embargo, dos bell¨ªsimos regalos musicales: su participaci¨®n en el d¨²o de amor con la protagonista y el Addio fiorito asil.
Una soprano norteamericana, nacida y formada en Ohio, encarn¨® la Butterfly con una riqueza de matices vocales y expresivos fuera de lo com¨²n. Con sus medios, grandes y coloreados, y con su saber consigui¨® lo m¨¢s deseable en el teatro: credibilidad. El tenor italo-brasile?o Antonio Lotti le dio respuesta a tono, incluso en el dif¨ªcil matiz de su personaje que encarna la mentira frente a la verdad total de Butterfly. Como siempre, el bar¨ªtono barcelon¨¦s Vicente Sardinero supo enaltecer al c¨®nsul gracias a sus acentos, su materia y su l¨ªnea llenos de nobleza. En realidad parec¨ªa un tipo m¨¢s importante que lo que es en el libreto de la obra.
Todos los dem¨¢s sirvieron al conjunto para que funcionara con equilibrio y naturalidad tanto la m¨²sica como la dramaturgia, y muy en especial la mezzosoprano Tamara Kaufman en la t¨ªmida y fiel Suzuki. El resto del reparto no tiene mayor importancia si cumple bien, como sucedi¨®, pero puede molestar si se quiebran sus intervenciones en relaci¨®n con la t¨®nica general.
Excelente y matizado hasta lo po¨¦tico el coro de Sevilla que dirige Vicente La Perla, y_justa, brillante y matizada la Real Orquesta Sinf¨®nica, un instrumento que hace historia en el sinfonismo sevillano. Sin gran prurito de novedad, los escenarios y figurines de Sophie Fedorovitch estilizan y hasta lacan concepciones tradicionales, y en la misma l¨ªnea se movi¨® la direcci¨®n esc¨¦nica de Richard Gregson y la creativa iluminaci¨®n de John B. Read. Con todo, merece una gran cita de honor el maestro Vjekolav Sutej, cuyo trabajo en Sevilla cuenta como aportaci¨®n muy importante a la actual realidad musical de Sevilla.
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