Lecciones y contradicciones
Habr¨¢, sin duda, quienes ignoren lo que las urnas han revelado el 3 de marzo y seguir¨¢n empe?ados en propagar interpretaciones sobre la realidad espa?ola, tan coincidentes con sus posiciones previas, profusamente difundidas, como escasamente convincentes para quien se aproxime con rigor y honestidad a lo sucedido en la ¨²ltima fecha electoral.Sin embargo, los ciudadanos se han expresado sin equ¨ªvocos por m¨¢s que los partidarios de la democracia tutelada insistan en despreciar su inteligencia, recurriendo a argumentos, dudosamente democr¨¢ticos, como aqu¨¦llos que se refieren al voto cautivo o al voto irreflexivo para calificar a todo sufragio que no se ajuste a sus expectativas y objetivos, apenas disimulados. He acudido deliberadamente a la expresi¨®n del tutelaje porque algunas de las primeras interpretaciones de los resultados electorales han descansado en la convicci¨®n de que habr¨ªa una franja de ciudadanos -que en ning¨²n caso se corresponder¨ªa con el electorado de la derecha- que supeditaron la libertad en el ejercicio del voto a razones de car¨¢cter exclusivamente clientelares.
Estas interpretaciones no pueden entenderse m¨¢s que como graves reminiscencias, a finales del siglo XX, de la defensa del modelo de democracia censitaria; de las posiciones de quienes, para oponerse al sufragio universal, argumentaban que el voto de un se?or no pod¨ªa valer lo mismo que el de un siervo. Desde la l¨®gica democr¨¢tica debemos afirmar con contundencia que todos los votos valen lo mismo y denunciar a quienes demuestran una alarmante incapacidad para asumir con normalidad" sin dramatismos, que el pueblo es soberano y que en los sistemas de libertades, cuando ¨¦ste se expresa, no cabe desvirtuar sus pronunciamientos intentando establecer diferencias en el ejercicio del voto.
Para mayor alarma, he tenido la oportunidad de leer, apenas unas horas m¨¢s tarde de concluir el proceso electoral, c¨®mo desde las p¨¢ginas de opini¨®n de un peri¨®dico nacional, una ¨ªnclita columnista expresaba su temor "a salir de casa" porque los m¨¢s de nueve millones de votos socialistas "han respaldado la criminalidad del Estado", lo que representa un insulto a los ciudadanos que se han inclinado por esta opci¨®n pol¨ªtica y a la inteligencia.
Apart¨¢ndonos de lecturas tan sesgadas y antidemocr¨¢ticas, lo cierto es que la primera lecci¨®n que arroja el 3 de marzo nos habla de la madurez de un pueblo que, tras soportar un periodo caracterizado por la crispaci¨®n y las tensiones, a pesar del evidente deterioro experimentado durante esta etapa en la vida p¨²blica de nuestro pa¨ªs, ha optado por respaldar la pol¨ªtica democr¨¢tica concurriendo masivamente a las urnas y dando la espalda a la posibilidad de la desafecci¨®n o del mero desencanto. Es evidente que una participaci¨®n tan elevada indica que al pueblo espa?ol le interesa la pol¨ªtica y el futuro de su pa¨ªs y, cuando es convocado, acude mayoritariamente a las urnas. Debo reconocer que, de alg¨²n modo, asombra tan abrumadora prueba de civismo democr¨¢tico por parte de un cuerpo electoral que durante los ¨²ltimos a?os se ha visto sometido a una bater¨ªa de mensajes anclados en la confrontaci¨®n, el acoso a la normalidad democr¨¢tica y la intolerancia con todo aqu¨¦l que no participase de de las invectivas de quienes confundieron la leg¨ªtima discrepancia con la pol¨ªtica del Gobierno con las estrategias de aniquilaci¨®n del adversario. Imagino la estupefacci¨®n de algunos adalides de la opini¨®n publicada ante la evidencia electoral del 3-M. Por m¨¢s que la derecha haya resultado la ganadora -nadie podr¨¢ objetar el comportamiento inequ¨ªvocamente democr¨¢tico, ante este hecho de los que hasta ahora han tenido la responsabilidad de gobernar- es tambi¨¦n muy evidente que aqu¨¦llos que la secundaron desde poderosas plataformas de opini¨®n no han logrado, ni de lejos, alcanzar lo que en l¨®gica militar podr¨ªa definirse como sus ¨²ltimos objetivos.
Los ciudadanos han concedido un considerable respaldo al partido socialista y los aproximadamente trescientos mil votos que han distanciado a la primera fuerza pol¨ªtica de la segunda no parecen un capital muy considerable para que ¨ªntimamente puedan sentirse muy satisfechos quienes en la misma noche electoral se apresuraron a proclamar la liquidaci¨®n de lo que tendenciosamente denominan felipismo. Me atrevo a sospechar que una mayor¨ªa de ciudadanos, incluyendo a buena parte de los que optaron por la derecha, no comparten un diagn¨®stico tan ligero y advierten que nueve millones largos de apoyos son un caudal m¨¢s que suficiente para aventurar que quien ha dirigido los destinos de este pa¨ªs durante los ¨²ltimos 13 a?os seguir¨¢ ocupando durante los pr¨®ximos una posici¨®n central en la escena pol¨ªtica espa?ola.
Por otra parte, ejercitar el oportunismo en pol¨ªtica puede, en determinadas coyunturas, convertirse en un instrumento eficaz para deteriorar al adversario, pero acaba siempre por volverse en contra de quienes lo practican. La gran paradoja del mapa pol¨ªtico resultante de las elecciones radica en que, contra todo pron¨®stico, los ciudadanos no han optado por una mayor¨ªa suficiente, y quienes han dedicado durante los ¨²ltimos a?os sus mejores energ¨ªas a denostar los pactos entre la minor¨ªa nacionalista catalana, y en alguna medida la vasca, y el Gobierno, hasta el extremo de que el l¨ªder de la oposici¨®n lleg¨® a sentenciar que el ¨²nico sentido que los alentaba era "taparse las verg¨¹enzas", u otras expresiones de igual intencionalidad tambi¨¦n por parte de algunos destacados dirigentes de la derecha en las que se alud¨ªa a la supuesta venta de Espa?a, etc¨¦tera, precisan ahora de id¨¦ntico concurso y de pacto con aqu¨¦llos a los que, hasta ayer mismo, vituperaban inmisericordemente. Qu¨¦ gran iron¨ªa que hoy apelen a los valores del pacto y de la responsabilidad democr¨¢tica precisamente quienes hasta la pasada semana no han hecho otra cosa que tratar de satanizarlos ante la opini¨®n p¨²blica haciendo gala de absoluta miop¨ªa pol¨ªtica.
Durante los ¨²ltimos a?os, la derecha espa?ola ha puesto de relieve una manifiesta insensibilidad para comprender que la bondad de los pactos radicaba no s¨®lo en que garantizaban la estabilidad pol¨ªtica, sino que fundamentalmente respond¨ªan a una intencionalidad m¨¢s profunda: intentar que los nacionalismos hist¨®ricos se implicaran en la gobernabilidad de Espa?a. Por contra, los ciudadanos cuentan ya con el compromiso de quien en unas fechas liderar¨¢ el primer partido de la oposici¨®n de que jamas se va a incurrir en semejantes estrategias, que, quiz¨¢ , puedan re portar alg¨²n r¨¦dito exclusivamente partidario, pero en ning¨²n caso aportan algo positivo para la convivencia democr¨¢tica y tolerante por la que se han pronunciado los ciudadanos. De igual modo, los ciudadanos pueden contar con la plena seguridad de que desde la oposici¨®n socialista no vamos a agitar los enfrentamientos interterritoriales, ni siquiera tener la tentaci¨®n de recurrir a la pol¨ªtica de tierra quemada que de manera tan inclemente se nos ha aplicado durante los ¨²ltimos a?os. Tenemos una gran oportunidad para demostrar otra vez que es posible desarrollar una leg¨ªtima y rigurosa labor de oposici¨®n sin por ello incurrir en la irresponsabilidad o en la estrategia de destruir a cualquier coste al adversario. Porque la segunda lecci¨®n que ofrece el 3 de marzo es la apuesta de los ciudadanos por la vigencia de la autonom¨ªa de la pol¨ªtica democr¨¢tica frente a los intentos sistem¨¢ticos de erosionarla tratando de intervenir il¨ªcitamente en el juego pol¨ªtico para conformar las mayor¨ªas que se anhelan desde determinadas posiciones de poder medi¨¢tico o desde el mero resentimiento personal.
Desconozco si algunos protagonistas tomar¨¢n nota de lo sucedido, pero no es dif¨ªcil imaginar su decepci¨®n ante un triunfo poco holgado y una derrota de escasa severidad; compartir¨¢n al menos que los esfuerzos desplegados no se han correspondido con los resultados obtenidos. De igual modo, no puedo m¨¢s que expresar mi inquietud cuando, al d¨ªa siguiente de las elecciones, desde el editorial de un medio de comunicaci¨®n se lanzaba lo que entiendo una advertencia a quien con probabilidad le corresponder¨¢ presidir el pr¨®ximo Gobierno, estableciendo que la victoria "no es s¨®lo suya", sino que tambi¨¦n se ha debido a la labor de algunos medios de comunicaci¨®n.
En cualquier caso, si alguien ha salido gravemente derrotado de los comicios ha sido el publicitado ej¨¦rcito de los que han cre¨ªdo que las voluntades individuales y colectivas se pueden manipular a su antojo, a trav¨¦s del todo vale, de la descalificaci¨®n sistem¨¢tica y de burdas operaciones dirigidas a deslegitimar, m¨¢s all¨¢ de lo que exige el leal acatamiento a las reglas b¨¢sicas de la democracia, a quienes ocupan responsabilidades p¨²blicas. Afortunadamente, en las sociedades democr¨¢ticas las mediaciones son m¨¢s ricas y complejas de lo que algunos parecen haber imaginado, y al final asistirnos al estimulante ejercicio de que cada ciudadano nos pueda sorprender optando por lo que le viene en gana.
La tercera lecci¨®n que nos deja el 3 de marzo se circunscribe espec¨ªficamente al ¨¢mbito de la competencia partidaria en el seno, de la izquierda. Tambi¨¦n en esta dimensi¨®n los ciudadanos nos han ofrecido un testimonio de sensatez poniendo coto al desquiciamiento que se ha apoderado de una parte de esa izquierda durante los ¨²ltimos a?os. Cuanto m¨¢s alambicadas se han vuelto las explicaciones para justificar una alianza objetiva de un sector minoritario de la izquierda con los intereses de la derecha, menos ¨¦xitos ha reportado una estrategia que, expresado con sencillez, atenta contra el sentido com¨²n. El sorpasso se ha demostrado, una vez m¨¢s, como un fracaso, contribuyendo poderosamente a que un pa¨ªs que expresa una mayor¨ªa social de izquierdas acabe siendo gobernado leg¨ªtimamente desde la derecha. Tan s¨®lo el aferramiento a posiciones de poder interno, al margen, de oportunas reflexiones de alcance pol¨ªtico, pudiera justificar que la direcci¨®n de Izquierda Unida no considerase seriamente que una mayor¨ªa de ciudadanos progresistas rechazan una l¨ªnea de actuaci¨®n que en buena l¨®gica resulta inviable de sostener en el futuro inmediato. El ejemplo de lo sucedido en Andaluc¨ªa deber¨ªa animarles para variar el rumbo, pues en esta comunidad los votantes de IU han castigado duramente el ejercicio sistem¨¢tico del obstruccionismo pol¨ªtico y de la pinza antinatura. Se impone entonces un giro en semejante posici¨®n estrat¨¦gica que d¨¦ paso a una actitud de di¨¢logo m¨¢s acorde con lo que inequ¨ªvocamente reclaman los electores.
Todas estas lecturas, y otras posibles, del 3 de marzo confluyen en perfilar una nueva coyuntura pol¨ªtica en Espa?a. Quienes ostentamos responsabilidades p¨²blicas debemos estar a la altura de los mensajes y de las circunstancias y contribuir a despejar de la vida pol¨ªtica todo aquello que la ha enturbiado inclementemente durante los ¨²ltimos a?os, poniendo en riesgo la vigencia de una constelaci¨®n de valores -pluralismo, tolerancia, respeto a las posiciones ajenas- sobre los que se asienta la convivencia democr¨¢tica. Habr¨¢ quien eluda esta exigencia y prefiera entregarse al delirio de imaginar que es la realidad la que, empecinadamente, se ha vuelto a equivocar porque no castiga con la virulencia que ellos desear¨ªan al partido socialista. Sin embargo, la sociedad espa?ola nos ha dado suficientes muestras de que sabe distinguir entre lo fundamental y lo accesorio, entre el compromiso real, y desde cualquier responsabilidad que nos toque desempe?ar, con los intereses de los ciudadanos y el intento sistem¨¢tico de manipularlos en beneficio propio.
es secretario de Relaciones Pol¨ªticas e Institucionales de la Comisi¨®n Ejecutiva Federal del PSOE.
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